Julian Barnes: ¡°Los monstruos del siglo XX se comieron a los h¨¦roes¡±
El autor publica ¡®El ruido del tiempo¡¯, sobre la tr¨¢gica historia del compositor Dimitri Shostak¨®vich ¡°Los brit¨¢nicos siempre hemos sido los malos europeos¡±, dice sobre el Brexit
El 28 de enero de 1936, dos d¨ªas despu¨¦s de que Stalin abandonara una representaci¨®n de la ¨®pera Lady Macbeth de Mtsensk, el Pravda public¨® un editorial que constituye quiz¨¢ la m¨¢s aterradora cr¨ªtica musical del siglo XX. La abundancia de errores gramaticales hizo sospechar a muchos que era el propio Stalin quien lo hab¨ªa escrito: nadie habr¨ªa osado corregir al dictador. La rese?a cambi¨® para siempre la vida del autor de la ¨®pera, un Dimitri Shostak¨®vich de 29 a?os, cuyo trabajo hab¨ªa cosechado un reconocimiento internacional que aquel d¨ªa se volvi¨® contra ¨¦l. Ese texto pod¨ªa significar un billete a Siberia o a la tumba.
El ruido del tiempo (Anagrama), la ¨²ltima novela de Julian Barnes, empieza de madrugada en el rellano de una escalera. Shostak¨®vich apura nervioso su quinto cigarrillo con el abrigo puesto y una peque?a maleta a los pies, esperando a una polic¨ªa pol¨ªtica que nunca llegar¨ªa. Prefiere aguardar a las puertas del apartamento en el que su hija duerme y su mujer finge dormir, con la esperanza de que, si lo encuentran fuera, no entrar¨¢n a por ellas.
Shostak¨®vich sobrevivi¨®, siguiendo los dictados del poder, adaptando su arte a la est¨¦tica oficial. Se convirti¨® en uno de los m¨¢s grandes compositores del siglo XX, a costa de una parte de su dignidad. Su historia es un brutal ejemplo de los juegos entre el poder y el arte que Julian Barnes, a sus 70 a?os (Leicester, 1946), ha decidido abordar con la libertad de un novelista y sin los cors¨¦s de un bi¨®grafo.
Recibe a EL PA?S en su casa del norte de Londres. Un hogar en el que uno se perder¨ªa curioseando entre libros y recuerdos, que se antoja grande para un hombre solo. Su esposa, la agente literaria Pat Kavanagh, falleci¨® en 2008. La entrevista se produce unos d¨ªas antes de que los brit¨¢nicos decidieran abandonar la Uni¨®n Europea, un desenlace que no esperaba, pero tem¨ªa, un eur¨®filo como Barnes.
No fui feliz en mi piel hasta que me convert¨ª en escritor¡±
Pregunta. Su admirado Flaubert dijo que los protagonistas de las novelas no deben ser monstruos ni h¨¦roes. ?Habr¨ªa aprobado la elecci¨®n de un personaje como Shostak¨®vich?
Respuesta. Es gracioso que utilice esa cita, porque cuando empec¨¦ a pensar en el libro iba a utilizarla yo. ?l dec¨ªa que la ficci¨®n debe reflejar los tiempos modernos, y que ya hab¨ªan pasado los d¨ªas de h¨¦roes y monstruos. Mi intenci¨®n era que el narrador del libro explicara que en el siglo XX los monstruos volvieron y se comieron a los h¨¦roes, as¨ª que no quedaron h¨¦roes, solo monstruos y gente comprometida. Luego pens¨¦ que era demasiado did¨¢ctico, m¨¢s apropiado para un art¨ªculo que para una novela.
P. ?Fue Shostak¨®vich un cobarde?
En el siglo XX los monstruos se comieron a los h¨¦roes"
R. Yo creo que fue todo lo heroico que pudo ser, dadas las circunstancias. Si quieres ser un h¨¦roe en la Rusia de Stalin, mueres. Tu familia y tus colegas tambi¨¦n. Es m¨¢s f¨¢cil ser un h¨¦roe, lo dif¨ªcil es ser cobarde. Para ser un h¨¦roe solo tienes que serlo una vez. Cobarde debes serlo cada d¨ªa.
P. ?Es necesario acomodarse al poder para sobrevivir como artista?
R. Depende de la naturaleza del Estado. Creo que Shostak¨®vich es el compositor, en la historia de la m¨²sica occidental, que m¨¢s y durante m¨¢s tiempo ha vivido bajo presi¨®n. En general, los compositores llevan una vida tranquila. Y hoy como escritor, en un pa¨ªs occidental, las ¨²nicas presiones son las de no tener dinero o lectores suficientes. O las presiones del ¨¦xito o el fracaso. Mi primer libro fue prohibido en Sud¨¢frica y El sentido de un final se prohibi¨® en Ir¨¢n. No me ha costado mucho dinero, y tampoco significa que no pueda viajar a esos pa¨ªses.
P. Comparte con Shostak¨®vich el miedo a la muerte. Dijo que cada d¨ªa, desde los 13 a?os, piensa un poco en ella.
R. Oh, s¨ª. Lo hago. Todo el mundo deber¨ªa hacerlo. Creo, como Montaigne, que debemos pensar en la muerte cada d¨ªa. Nos ayuda a entender la vida.
P. ?C¨®mo ve el momento que vive su pa¨ªs?
R. Terrible. El refer¨¦ndum sobre Europa vino de ninguna parte. Fue una promesa de Cameron para comprar a sus diputados y no pensaba que iba a ganar las elecciones. Subestimamos el extremo hasta el que nos castigar¨¢n los europeos, y con raz¨®n. Siempre hemos sido los malos europeos. Hemos sido el ni?o travieso en la ¨²ltima fila tir¨¢ndose pedos.
P. Tras 40 a?os de carrera, ?le sigue proporcionando el mismo placer escribir?
R. M¨¢s, si cabe, porque s¨¦ mejor lo que estoy haciendo. Cometo grandes errores, pero estoy menos ansioso y me proporciona la misma emoci¨®n. Por eso sigo haciendo periodismo tambi¨¦n: me encanta escribir algo y que la gente me diga lo que piensa inmediatamente, sin esperar meses. No me sent¨ª feliz en mi piel hasta que me convert¨ª en escritor, cuando era un treinta?ero. Pens¨¦: esto es para lo que estoy hecho. Este es mi negocio. Este es mi placer. Esto es lo que soy.
P. Vuelve a dedicar su libro a su esposa. ?La echa de menos?
R. Mucho. Mis libros son para ella. Todav¨ªa escribo para ella. Siempre fue mi primera lectora.
P. ?Qu¨¦ cosas le hacen feliz?
R. Ser capaz de publicar libros que interesen al p¨²blico. La semana pasada recib¨ª una carta desde Hong Kong de una mujer que me daba las gracias porque mi libro Niveles de vida le hab¨ªa salvado la vida. Porque vio expuesta la verdad sobre la p¨¦rdida de un ser querido. Se dio cuenta de que es normal estar enfadado, que es normal que la gente no entendiera y no dijera lo adecuado. Ser¨ªa una exageraci¨®n, pero te pellizca el coraz¨®n y te anima a seguir escribiendo.
Babelia
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