Lorca era una galaxia
El pr¨®ximo jueves 18 se cumplen 80 a?os del fusilamiento en Granada del autor de 'Bodas de sangre'. Diez especialistas en su obra retratan a este escritor poli¨¦drico y universal
Mito
Por Agust¨ªn S¨¢nchez Vidal
Lorca fue una leyenda en vida. Su obra s¨®lo es un p¨¢lido reflejo del aura que irradiaba el personaje. ?l mismo ten¨ªa un fuerte sentido del mito, un certero instinto para acu?arlo. Y son esas ra¨ªces primigenias las que lo hacen tan universal. Bu?uel y Dal¨ª, que le reprocharon su ¡°costumbrismo¡±, no calibraron ese entramado que subyace bajo el fulgor de las met¨¢foras, ni el pasadizo hacia la modernidad inaugurado por el ciclo neoyorquino.
El asesinato hizo cerrar filas en torno a su memoria a s¨¦niors como Antonio Machado, a sus compa?eros de la generaci¨®n de 1927 o a sucesores como Miguel Hern¨¢ndez, quien ten¨ªa en la celda donde muri¨® un ejemplar del Romancero gitano.
El mito no dej¨® de crecer. Cuando el presidente Eisenhower visit¨® Espa?a en diciembre de 1959, en su entrevista con Franco puso el nombre de Lorca sobre la mesa. Le inform¨® del manifiesto publicado por intelectuales estadounidenses, acus¨¢ndolo de tender la mano a los asesinos del poeta. El Caudillo atribuy¨® su muerte a incontrolados, y el primer mandatario norteamericano lo dej¨® en evidencia indic¨¢ndole detalles muy precisos, proporcionados por sus servicios secretos. A las dos d¨¦cadas de su fusilamiento, ya era una cuesti¨®n de Estado.
Popular
Por Mario Hern¨¢ndez
La obra entera de Federico Garc¨ªa Lorca, del Romancero gitano a Bodas de sangre, Do?a Rosita la soltera, Llanto por Ignacio S¨¢nchez Mej¨ªas, Seis poemas galegos o Div¨¢n del Tamarit, est¨¢ atravesada por un profundo sentido de lo popular espa?ol, que atiende tanto a saberes, creencias y sentimientos como al modo de celebraci¨®n de la vida (y la muerte) en las manifestaciones folcl¨®ricas de toda la Pen¨ªnsula. Su maestro de elecci¨®n, Manuel de Falla, alab¨® p¨²blicamente su condici¨®n de folclorista y music¨®logo, y esa vertiente le sit¨²a en la estela de poetas como Juan del Encina, Lope de Vega o Luis de G¨®ngora, incluida su rica variedad de registros. Lorca es, a su vez, como los tres, un poeta capaz de expresarse en formas l¨ªricas o dram¨¢ticas, dentro de una tradici¨®n literaria que, sin desconexi¨®n con la cultura europea, trata de dar voz a anhelos colectivos. Esa ra¨ªz popular aparece en ¨¦l quintaesenciada, transgredida, refinadamente transfigurada. ¡®La casada infiel¡¯, por ejemplo, no es una celebraci¨®n machista de un don Juan gitano, sino la versi¨®n l¨ªrica y exquisitamente ir¨®nica de la narraci¨®n originaria. Lorca es, en definitiva, un poeta siempre consciente y culto, capaz de renovar una voz an¨®nima de siglos.
Moderno
Por Luis Garc¨ªa Montero
Garc¨ªa Lorca fue un moderno. A principios del siglo XX, se sum¨® en Granada a la rebeli¨®n de las provincias para regenerar Espa?a con maestros como Fernando de los R¨ªos y Manuel de Falla. Fue tambi¨¦n un moderno cuando lleg¨® a la Residencia de Estudiantes en 1919 y busc¨® a Juan Ram¨®n Jim¨¦nez. Pronto abandon¨® la elocuencia sentimental para ensayar la s¨ªntesis de las canciones y el poder conceptual de los versos. Fue moderno al comprender el valor de las met¨¢foras ultra¨ªstas y al acompa?ar a Salvador Dal¨ª en su paso del cubismo al surrealismo, un viaje que Lorca caracteriz¨® con las etapas de la imaginaci¨®n, la inspiraci¨®n y la evasi¨®n. Por si fuese poco viaj¨® en 1929 a Nueva York, ley¨® a Whitman y a Eliot y sinti¨® de manera muy personal la deriva al vac¨ªo de la civilizaci¨®n contempor¨¢nea. Quiz¨¢ por esto coloc¨® a Garcilaso y san Juan de la Cruz sobre la tierra bald¨ªa, porque dud¨® del camino lineal que se llama progreso y quiso habitar un presente perpetuo o un eterno retorno en el que actualizar el pasado. No es raro que buscase en su ¨²ltimo libro, Div¨¢n del Tamarit, un abrazo entre los aires cl¨¢sicos y la expresi¨®n radicalizada.
Flamenco
Por Pedro G. Romero
Su mitolog¨ªa del cante estaba llena de errores y mixtificaciones, pero la poiesis, el modo de hacer eran jondos, puro flamenco. Lorca merece estar en cualquier antolog¨ªa flamenca junto a La Ni?a de los Peines, su contempor¨¢nea. Por ejemplo, el concurso de Granada de 1922 fue un fiasco art¨ªstico y un ¨¦xito publicitario. Falla abandon¨® el g¨¦nero por los cl¨¢sicos castellanos, pero los flamencos se lanzaron como locos a la propaganda intelectual. Y es que Lorca invent¨® un p¨²blico y una manera de entender el flamenco desde la cultura europea, lo ¡°puro¡± deb¨ªa m¨¢s al purismo de Le Corbusier que a la impostura primitivista del cante. Es verdad que muchas veces lo que consideramos lorquismo es ajeno a Lorca. Pensemos, por ejemplo, en c¨®mo ignor¨® a Carmen Amaya, que tan bien vendr¨ªa a su t¨®pico, y alab¨® a La Argentinita. Lorca es un efecto, una manera de enfocar. Por ejemplo, para el situacionista Debord el Romancero gitano era digno de Villon, el poeta delincuente. Su homosexualidad y su asesinato cierran su topolog¨ªa flamenca. Lorca es ajeno a cualquier binarismo ¡ªhombre/mujer, gitano/payo, humano/animal¡ª y se dir¨ªa que es flamenco como ahora se dice queer, maric¨®n, un calificativo despectivo tomado como bandera. As¨ª, escuchamos a Shostak¨®vich con textos de Lorca y nos parecen flamencos. ?Dios!, qu¨¦ bien entend¨ªa a Lorca el cante, el decir de Enrique Morente.
Dram¨¢tico
Por Llu¨ªs Pasqual
El teatro para Federico Garc¨ªa Lorca fue siempre ¡°la m¨¢scara¡± ¡ªel yo que adoptamos para relacionarnos con los dem¨¢s¡ª convertida en arte. A la que hab¨ªa que dominar y contra la que hab¨ªa que luchar. Lo intuy¨® desde ni?o cuando oficiaba ceremonias teatrales en forma de misa para las mujeres de la casa. Luego vendr¨ªan los t¨ªteres y m¨¢s tarde las peque?as funciones en la entrada de la Huerta de San Vicente. Despu¨¦s se apropi¨® de la forma del teatro (como de tantas otras formas para salirse de s¨ª mismo) con el acercamiento de los t¨ªmidos, buscando el ant¨ªdoto contra la angustia de la soledad. El teatro es un espacio para compartir siempre con ¡°otro¡±. Con el p¨²blico por su misma naturaleza, y tambi¨¦n con los compa?eros de aventura en los ensayos que preparan ese encuentro, ya sea en Granada, en el Teatro Espa?ol o en cualquier pueblo de Espa?a de gira con La Barraca. El hombre de teatro, y Federico lo era, necesita siempre a los dem¨¢s. Todos los personajes de Lorca est¨¢n solos, desde Yerma hasta el director de El p¨²blico. Y alivian su soledad comparti¨¦ndola con nosotros mientras, en un juego de espejos, nosotros atemperamos la nuestra. La soledad de Federico y la nuestra alivi¨¢ndose en una caricia mutua est¨¢n en la ra¨ªz de su teatro.
Dibujante
Por Juan Manuel Bonet
Federico Garc¨ªa Lorca lo toc¨® todo, y todo con duende: alhambrismo, G¨®ngora, Galicia esencial, teatro propio y ajeno, cante jondo, piano, Nueva York y Walt Whitman, casi cine (con Emilio Amero), Cuba, Buenos Aires¡ Pero ahora toca recordar su voluntad de pl¨¢stica. Con Apollinaire pod¨ªa haber dicho aquello de ¡°Y yo tambi¨¦n soy pintor¡±. Esa vocaci¨®n nace con sus deliciosos decorados para sus teatrillos, todav¨ªa en una Granada fallesca donde comparte afanes con Manuel ?ngeles Ortiz, Ismael Gonz¨¢lez de la Serna y Hermenegildo Lanz. Se afianza en Madrid, con Barradas, Maroto, Moreno Villa y Alberti ¡ªestos dos, siempre dobles militantes¡ª, y naturalmente Dal¨ª. Un faro: el ¨¢lbum Dessins de Cocteau (1923). L¨¢stima que no saliera el que planeaba con los suyos. En la Barcelona de 1927 ense?¨® algunos Josep Dalmau, inigualable cazador de talentos. Del a?o siguiente es la conferencia ¡ªcon proyecciones¡ª Sketch de la pintura moderna. En 1929 participa, siempre all¨¢, en una colectiva en la Casa de los Tiros. Dibujos los suyos llenos de encanto y espanto, entre lo infantil, lo popular y lo surreal. Dibujos ¡ªpreciosos los que hizo para plaquettes del argentino Molinari y el mexicano Novo¡ª que son otra tesela del impar mosaico FGL.
Cin¨¦filo
Por Rom¨¢n Gubern
La generaci¨®n del 27, coet¨¢nea del cine, vivi¨® un idilio con su dinamismo y po¨¦tica visual. Garc¨ªa Lorca manifest¨® su querencia con su pieza El paseo de Buster Keaton, escrita en julio de 1925 pero publicada en abril de 1928, que, a trav¨¦s de su t¨ªmido protagonista, contiene muchas alusiones cr¨ªpticas a su homosexualidad. Y en septiembre de 1928 escribi¨® La muerte de la madre de Charlot (reci¨¦n acaecida en California), en la que feminiz¨® al c¨®mico, llam¨¢ndole ¡°coraz¨®n de se?orita (¡) y del rubor de novia. Cursi. Bello. Femenino. Astron¨®mico¡±, aunque el texto qued¨® in¨¦dito. Y en el intervalo de la quinta sesi¨®n del Cineclub Espa?ol que fund¨® Bu?uel, en abril de 1929, recit¨® su Oda a Salvador Dal¨ª, cuando su amado pintor hab¨ªa desplazado su afecto hacia el cineasta aragon¨¦s. Se sinti¨® aludido peyorativamente por Un perro andaluz y al llegar a Nueva York en 1929 escribi¨® como probable r¨¦plica el guion de Viaje a la Luna ¡ªrecuperado en 1989¡ª, rico en imaginer¨ªa cr¨ªptica, violenta y er¨®tica, probablemente para emular y polemizar con sus amigos de la Residencia de Estudiantes. Fue llevado a la pantalla por el pintor Frederic Amat en 1998 con elegantes efectos crom¨¢ticos y digitales.
Americano
Por Reina Roff¨¦
Uno de los tramos m¨¢s fulgurantes en la vida de Lorca fue su traves¨ªa cultural por Am¨¦rica. Cada lugar (Estados Unidos, Cuba, Argentina, Uruguay) le report¨® alg¨²n tipo de satisfacci¨®n profesional y una idea m¨¢s universal del arte, permiti¨¦ndole descreer de las fronteras pol¨ªticas y sentirse ¡°hombre del mundo y hermano de todos¡±. Pero fue en su viaje a R¨ªo de la Plata donde experiment¨® todo aquello con lo que sue?a un escritor: reconocimiento de sus pares, admiraci¨®n popular e independencia econ¨®mica.
Entre Buenos Aires y el poeta se tiende una doble v¨ªa por donde discurre la mirada enamorada de Lorca hacia la ciudad porte?a y la apropiaci¨®n amorosa del granadino por parte de Argentina, que, desde hace 80 a?os, no cesa de rendirle homenajes y de representar sus obras.
El ¨¦xito que obtiene con Bodas de sangre y las dos ediciones que Victoria Ocampo realiza del Romancero gitano le parecen acontecimientos significativos y se suman a la publicaci¨®n de sus versos prohibidos, la ¡®Oda a Walt Whitman¡¯, que el escritor y embajador mexicano Alfonso Reyes le entrega durante su escala en Brasil. Lorca siente que all¨ª, en R¨ªo de la Plata, tiene un p¨²blico devoto, pero sobre todo abierto, que se vuelca a las propuestas m¨¢s atrevidas. Esa Am¨¦rica que le hizo tomar conciencia directa sobre la relevancia de una lengua con tantos hablantes, y sobre la existencia de un continente de acogida en un mundo que ya anticipaba la brutalidad de los fusiles.
Universal
Por Laura Garc¨ªa Lorca
Seg¨²n mi experiencia, es en lo concreto de las respuestas individuales donde se encuentra la traducci¨®n de la idea confusa de ¡°universalidad¡±. No deja de asombrarme la gratitud y la alegr¨ªa de las respuestas, siempre, a la llamada de Lorca. Su empe?o en hacer llegar el conocimiento y el arte a todos lados, como escribi¨® en su citad¨ªsima Alocuci¨®n al pueblo de Fuentevaqueros sobre la importancia de los libros, y tambi¨¦n en la pr¨¢ctica real de llevar el teatro a lugares donde no hab¨ªa llegado nunca, se ha producido con su propia obra. Ha llegado a todas partes.
Que Poeta en Nueva York se publicara en esa ciudad por primera vez en 1940, acab¨® por tener una influencia real en autores de lengua inglesa tan diversos como Jack Spicer, Philip Levine, Allen Ginsberg, Derek Walcott, Patti Smith, Jim Harrison, John Giorno, Nicole Krauss, James Salter, Hanif Kureishi y Leonard Cohen, por nombrar s¨®lo a unos cuantos que se han reconocido en la obra de Garc¨ªa Lorca.
El poeta chino Bei Dao cuenta la importancia que tuvo el hecho de que cayera en manos de un grupo de j¨®venes disidentes de la dictadura de Mao una antolog¨ªa de Lorca hecha al final de los a?os veinte por un poeta chino que pas¨® por Madrid cuando iba a conocer a los surrealistas en Par¨ªs. Puede que fuera la primera traducci¨®n de la obra de Garc¨ªa Lorca. El libro estuvo prohibido y cobr¨® una especial importancia en ese grupo de intelectuales y artistas, convirti¨¦ndose la palabra ¡°verde¡± del Romance son¨¢mbulo en un s¨ªmbolo de libertad.
Recientemente, han formado parte de un proyecto interrumpido nada m¨¢s arrancar Umberto Pasti (italiano afincado en Marruecos), el brasile?o Bernardo Carvalho, Romesh Gunesekera (Sri Lanka), Fleur Jaeggy (Suiza), Adam Zagajewski (Polonia), Ida Vitale (Uruguay) y Anne Carson (EE?UU). Esta lista puede ser largu¨ªsima y no se limita a escritores, sino que se abre a artistas visuales, m¨²sicos, estudiosos, etc¨¦tera.
¡°Porque yo no soy un hombre, ni un poeta, ni una hoja, pero s¨ª un pulso herido que sonda las cosas del otro lado¡±.
Muerto
Por Ian Gibson
¡°Se le vio caminar¡¡±. Antonio Machado hab¨ªa seguido con asombro y regocijo la fulgurante carrera de Federico Garc¨ªa Lorca desde su primer encuentro en Baeza en 1916. Diecisiete a?os m¨¢s tarde sali¨® conmovido de Bodas de sangre y le felicit¨® en una breve nota. Sab¨ªa ¡ªlo dice en su famosa eleg¨ªa¡ª que la muerte daba el hielo al estro del granadino. Por ello hace que le acompa?e en su paseo final y escuche, atenta, su requiebro.
El t¨²mulo a Garc¨ªa Lorca en la Alhambra que ped¨ªa Machado no se ha labrado. Tampoco hay abajo, en la ciudad, calle principal o plaza con su nombre, lo cual constituye casi una excepci¨®n nacional. El Ayuntamiento del Partido Popular solo quit¨® el monumento a Jos¨¦ Antonio Primo de Rivera en el ¨²ltimo momento, requerido por la ley. Y todav¨ªa, 80 a?os despu¨¦s del crimen, no sabemos d¨®nde est¨¢n los restos del desaparecido m¨¢s famoso y m¨¢s llorado del mundo, m¨¢ximo s¨ªmbolo del horror de la represi¨®n fascista y de los m¨¢s de 100.000 v¨ªctimas que, para verg¨¹enza de Espa?a, a¨²n yacen en cunetas y fosas comunes.
?Fueron trasladados a los pocos d¨ªas por los sublevados ¡ªconscientes del magno ¡°error¡± cometido¡ª a un paradero secreto? ?Podr¨ªa ser cierto, como se rumorea a menudo en Granada, que el r¨¦gimen de Franco los exhumara en una fecha posterior? ?Aparecieron en 1986, cuando la Diputaci¨®n Provincial vallaba el parque de Alfacar que lleva el nombre del poeta, y se ocultaron ilegalmente en otro rinc¨®n del paraje? Me parece que no es bueno para nadie que persistan tantas preguntas, tanta incertidumbre. Muchos de los que estamos en deuda con Garc¨ªa Lorca, el hombre y su obra, queremos saber por una vez d¨®nde, exactamente, descansan sus despojos mortales. Ojal¨¢ haya pronto noticias.
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