El sepulcro de Arist¨®teles da que pensar
El hallazgo de la supuesta ¨²ltima morada del fil¨®sofo despierta grandes ilusiones en el pueblecito griego de Olympiada
El destino o los dioses quisieron que en la carretera de Stavr¨®s a Olympiada, justo en el desv¨ªo de entrada al pueblecito junto al que se alzan las ruinas de la vieja Estagira, me encontrara un tej¨®n muerto. El bicho estaba reci¨¦n atropellado y sopes¨¦ si a¨²n podr¨ªa hacer algo por ¨¦l. Pero al arrastrarlo por una pata fuera del asfalto me di cuenta de que estaba m¨¢s all¨¢ de toda ayuda, incluso filos¨®fica. Me pareci¨® una casualidad sorprendente y un presagio de buena suerte, no para el tej¨®n, claro. Por la ruta desde Tesal¨®nica, muy poco transitada, iba leyendo a saltos, precisamente, la Historia de los animales, de Arist¨®teles, que me parece m¨¢s amena que la Metaf¨ªsica, sobre todo si conduces, y hab¨ªa dado con el controvertido pasaje acerca del tej¨®n. Controvertido porque hay quien sostiene que el estagirita (naci¨® en la antigua Estagira y sin duda es su ciudadano m¨¢s conocido) sabr¨ªa mucho de animales pero ignoraba el tej¨®n. C¨®mo puede eso ser as¨ª estando Grecia llena de tejones y siendo tan curioso Arist¨®teles como para fijarse hasta en las sepias es algo que no entiendo ¨Ccomo tantas cosas relacionadas con el sabio-, pero ah¨ª est¨¢ la discusi¨®n. Pues bien, el p¨¢rrafo que les dec¨ªa es uno en el que el fil¨®sofo y primer naturalista compara las partes pudendas de la hiena (complejas, como es sabido) y el trochus, al que algunos (Joshua Katz, Aristotle¡¯s badger) identifican con el tej¨®n. Arist¨®teles disiente de Herodoro el Heracleota que por lo visto ¨Cyo no lo he le¨ªdo- sosten¨ªa que ambos animales dispon¨ªan de dos juegos de ¨®rganos sexuales y que el dicho trochus se pod¨ªa fecundar a s¨ª mismo, lo que parece un dif¨ªcil ejercicio de contorsionismo incluso en un tej¨®n atropellado. Fiado en su empirismo (?) y con la autoridad que le daba ser Arist¨®teles, nuestro hombre aclar¨® para la posteridad que el trochus/ tej¨®n (?) solo tiene un pudendum por individiuo, a?adiendo a continuaci¨®n una frase digna de Monty Python: ¡°Pero suficiente ha sido dicho ya de esto¡±.
As¨ª que volvamos a la carretera, y conduzcamos hasta Olympiada (650 habitantes, el nombre del lugar se atribuye a una supuesta estancia de la madre de Alejandro) en esta jornada veraniega en busca de la tumba de Arist¨®teles. Me parec¨ªa arduo ir en pleno est¨ªo en pos del sepulcro de un fil¨®sofo griego de hace 2.400 a?os que adem¨¢s a m¨ª (y a buena parte de la tradici¨®n de pensamiento occidental, como Bertrand Russell) no me cae especialmente simp¨¢tico, aunque vaya por delante mi respeto por alguien capaz de escribir de l¨®gica, pol¨ªtica, matem¨¢ticas, cosmolog¨ªa, ¨®ptica, m¨²sica, los sue?os, el pene del elefante, la amistad, el amor y hacer cr¨®nica deportiva, cartearse con Alejandro Magno, conjeturar la existencia de la Ant¨¢rtida, diseccionar un pulpo y corregir a Herodoto ¨Cno quiero imaginar en qu¨¦ ejercicio emp¨ªrico- en lo de que los et¨ªopes eyaculan esperma negro. En cambio cre¨ªa que la tierra es el centro del universo, que los hombres tienen m¨¢s dientes que las mujeres, que el sol hace los ojos azules, que existen las mant¨ªcoras (quimeras con cabeza humana) y que la perdiz es lujuriosa, mientras que la corneja est¨¢ inclinada naturalmente a la castidad.
En fin, yo no sabr¨¦ juzgar las complejidades de las relaciones entre Plat¨®n y Arist¨®teles (buenas o malas seg¨²n qui¨¦n opine) o valorar en toda su magnitud la aportaci¨®n de ese ¡°imperioso organizador de la realidad y de la ciencia¡±, como lo saluda Werner Jaeger en su cl¨¢sica biograf¨ªa (Arist¨®teles, FCE, 2013), y sin embargo les aseguro que el hombre supo nacer (y quiz¨¢ ser enterrado) en un buen sitio.
Ubicada en la costa norte de la Calc¨ªdica, esa pen¨ªnsula con ubres en el este de Macedonia, la vieja Estagira (no confundir con la moderna) se alza en un lugar de ensue?o, incluida una playa solitaria al pie del yacimiento arqueol¨®gico con unas aguas cristalinas en las que me zambull¨ª con el placer ¨Cy la indumentaria: no llevas ba?ador a unas ruinas- de Odiseo arribando a las arenas de los feacios. Ah¨ª me den todas las tumbas, me dije feliz, y que viva la ?tica Nicomaquea.
En Estagira naci¨® en 384 antes de Cristo Arist¨®teles, all¨ª pas¨® largas temporadas (ten¨ªa casa, heredada de su padre) y all¨ª, tras su muerte en Calcis (Eubea) a los 62 a?os de una enfermedad del est¨®mago (o sobredosis de ac¨®nito), fueron trasladadas sus cenizas, seg¨²n algunas fuentes. En la vieja ciudad, que se despliega en una colina doble en una peque?a pen¨ªnsula llamada Liotopi (Lugar de los Olivos) que domina el peque?o puerto de pescadores de Olympiada, el veterano arque¨®logo Kostas Sismanidis ¨Cel Schliemann de Estagira- est¨¢ convencido de haber hallado la largamente buscada tumba del fil¨®sofo. As¨ª lo anunci¨® el pasado mayo, aprovechando el 2.400 aniversario, a la comunidad cient¨ªfica, que, desgraciadamente, no ha quedado muy convencida.
Con el tiempo justo de saludar al busto de Arist¨®teles que se alza en la plaza del pueblo, tomar habitaci¨®n en uno de los dos ¨²nicos hoteles, el Germany, y lavarme las manos (el tej¨®n sangraba mucho), sal¨ª disparado a pie para las ruinas, a apenas 500 metros, lleno de renovado entusiasmo period¨ªstico y haciendo o¨ªdos sordos a los cantos de sirena de la taberna del capit¨¢n Manolis. Al cabo de dos horas, vagaba perdido por el monta?oso yacimiento entre piedras incandescentes y olivos, al borde de la insolaci¨®n, ensordecido por las cigarras, muerto de sed y sin haber dado con la supuesta tumba. Los restos de la antigua Estagira, un gran parque arqueol¨®gico con entrada libre, sin vigilancia, pobremente se?alizado y en el que solo ocasionalmente te cruzas con alg¨²n otro visitante igualmente despistado, son muy extensos e incluyen numerosas ruinas datadas desde la fundaci¨®n de la ciudad en el 655 a. C. hasta ¨¦poca bizantina. Destacan la acr¨®polis, con una vista sensacional del golfo Estrim¨®nico y el mar Tracio ¨Cen l¨ªnea recta podr¨ªas acabar en Troya-, las casas helen¨ªsticas, las poderosas murallas, el ¨¢gora con la arcada cl¨¢sica (stoa) o los santuarios arcaicos -?qu¨¦ hermoso el mar azul contemplado desde el templo de Demeter!-.
Tras muchas vueltas (pertinentemente peripat¨¦tico) y gracias a la indicaci¨®n de un viejo pescador que apareci¨® subiendo de la playa como un dios disfrazado, encontr¨¦ al fin la estructura que Sismanidis cree que es la tumba de Arist¨®teles. No hay ninguna se?al ni cartel que la identifique como tal y apenas un cordel disuasorio. Las ruinas, aunque imponentes, son muy confusas, entre otras cosas porque en medio de lo que ser¨ªa el monumento funerario hay incrustada una torre bizantina. El arque¨®logo griego se?ala que la poderosa estructura en forma de herradura que puede verse corresponde a un importante edificio de inicios de la era helen¨ªstica, construido con materiales nobles, y dotado de un suelo de m¨¢rmol, el espacio para un altar y una entrada pavimentada (todo lo cual es visible). En ese edificio, que se alza en un lugar dominante, con preciosas vistas panor¨¢micas, habr¨ªan depositado los estagiritas las cenizas de Arist¨®teles en un l¨¢rnax (peque?a urna al efecto)- y all¨ª rendir¨ªan culto p¨²blico al ilustre conciudadano, al que deb¨ªan la reconstrucci¨®n de su ciudad por Alejandro Magno tras haberla devastado Filipo en la guerra de la Calc¨ªdica. En la excavaci¨®n, iniciada en 1996, de ese supuesto Aristoteleion, han aparecido 50 monedas de la ¨¦poca del joven conquistador del mundo y restos de tejas de la f¨¢brica real.
Aunque la hip¨®tesis de Sismanidis ¨Cque tiene mucha l¨®gica- no est¨¢ confirmada por ninguna inscripci¨®n y por tanto no puede darse en absoluto por segura, el lugar transpira grandeza y es imposible escapar a la sugesti¨®n de que te encuentras en el ¨²ltimo lugar de descanso de uno de los hombres m¨¢s importantes de la antig¨¹edad. Sobre todo si abres al azar su Po¨¦tica y lees algunos p¨¢rrafos entre las polvorientas piedras, para sorpresa de los papamoscas. ¡°Debe preferirse lo posible pero veros¨ªmil a lo posible pero no convincente¡±.
Arist¨®teles, al que se ha retratado como flaco, zanquilargo, ceceante, de ojos peque?os y algo presumido (Di¨®genes Laercio), march¨® de su ciudad a Atenas para estudiar con Plat¨®n en la c¨¦lebre Academia. Luego asesor¨® al formidable eunuco amante de la filosof¨ªa (incluso mientras lo crucificaban los persas) Hermias, el tirano de Atarneo, que le dio a su hija (adoptiva) Pitias por mujer. En el 343 a. C. Filipo II de Macedonia ¨Cen cuya corte hab¨ªa servido como m¨¦dico el propio padre de Arist¨®teles-, lo reclam¨® para educar a su hijo Alejandro: el gran encuentro entre la raz¨®n y la pasi¨®n. Cu¨¢nto influy¨® el preceptor en el pupilo es discutible. Se atribuye a Arist¨®teles haberle regalado al pr¨ªncipe macedonio un ejemplar anotado de la Il¨ªada que Alejandro ¨Cque hizo de Aquiles su modelo- siempre conserv¨®. Un regalo peligroso para un chico vehemente. El conquistador habr¨ªa ido enviando espec¨ªmenes de fauna y flora a su maestro durante su campa?a en Asia, lo que indica un cari?o. Parece haber habido sin embargo un desafecto o al menos un desacuerdo entre ambos. Arist¨®teles no ver¨ªa con buenos ojos, como tantos griegos, las revolucionarias ideas de mestizaje cultural y pol¨ªtico de Alejandro. Y una tradici¨®n quiere que el fil¨®sofo estuviera involucrado en las conspiraciones contra el rey e incluso su muerte. Habladur¨ªas, seguramente; aunque es cierto que Alejandro hizo matar al sobrino de Arist¨®teles, Cal¨ªstenes, un bocazas, confin¨¢ndolo en una jaula y luego ech¨¢ndoselo a un le¨®n.
En todo caso, tras la desaparici¨®n de Alejandro, el fil¨®sofo se march¨® de Atenas, donde hab¨ªa fundado su propia escuela, el Liceo, y era mal visto como promaced¨®nico (Arist¨®teles no iba a dejarles a los atenienses que, tras lo de S¨®crates, cometieran ¡°un segundo pecado contra la filosof¨ªa¡±). Refugiado en Calcis muri¨® no sin antes haber redactado un conmovedor testamento que empieza con las famosas palabras: ¡°Todo ir¨¢ bien, m¨¢s para el caso de que suceda algo¡±. En el documento recuerda constantemente su patria, Estagira, en la que encarga consagrar sendas estatuas de Zeus y Atenea la Sabia, y pide que, ¡°vayan donde vayan¡±, no se separen sus restos de los de su mujer Pitia, muerta muchos a?os antes (Arist¨®teles se volvi¨® a casar, con Herpilis, de Estagira, de la que tuvo a su hijo Nic¨®maco). As¨ª que es posible que en su tumba est¨¦n las cenizas de ambos. Qui¨¦n sabe.
Las tumbas griegas tienen una larga tradici¨®n de controversia. Se discute la identidad del principal enterrado en la espectacular y vecina ¨Ca media hora de coche de Olymp¨¬ada- de Anf¨ªpolis, en el t¨²mulo de Kasta: el a?o pasado la arque¨®loga Katerina Peristeri lanz¨® sin evidencias claras la noticia de que era la de Hefesti¨®n, compa?ero y amante de Alejandro (la tumba se ha atribuido tambi¨¦n a Roxana, la esposa de Alejandro, a su madre Olimpia y al propio Alejandro). Es objeto de debate incluso el que sea realmente Filipo II el ocupante de la tumba 2 de Vergina ¨Ctampoco muy lejos-, que descubri¨® y le adjudic¨® en 1977 el gran Manolis Andronicos. La tumba del m¨¢s famoso griego, Alejandro, sigue sin descubrirse: las fuentes la sit¨²an sin duda alguna en Alejandr¨ªa, donde se la contin¨²a buscando, pero hay quienes han sostenido que podr¨ªa estar en Anfipolis, en Vergina o incluso en el oasis de Siwa.
El turismo y los misterios del enterramiento
"Los griegos somos 11 millones de arque¨®logos", bromea campechano tomando un vino y llam¨¢ndome "Zakynthos" con camarader¨ªa Dimitris Sarris, propietario del hotel Germany y personaje fundamental en la vida cultural de Olympiada, adem¨¢s de buen amigo y defensor de Sismanidis. Sarris, como la mayor¨ªa de sus convecinos, considera la tumba de Arist¨®teles ¨Cde cuya identificaci¨®n no tiene la m¨¢s m¨ªnima duda- una extraordinaria oportunidad para impulsar tur¨ªsticamente la localidad y la zona- El hallazgo llega tras el anuncio (este mismo a?o) de que se suspende el despliegue de la discutida mina de Skouries. Pero las cosas, admite, no marchan bien. "Costas est¨¢ decepcionado, triste, su anuncio no ha provocado la reacci¨®n que esperaba, incluso busca fondos para publicar su libro". Considera Sarris que hay una "conspiraci¨®n de silencio" para rebajar la importancia del descubrimiento. "Grecia es una vaca", dice inclin¨¢ndose sobre la mesa, "muge en el norte pero las ubres est¨¢n en el sur: el dinero est¨¢ en Atenas". Arist¨®teles, recalca entusiasmado como un Zorba macedonio, es un gran activo para un turismo de calidad. Tener su tumba incrementa la atracci¨®n de Olympiada. Le apunto, acabando mi cena que es mucho m¨¢s que los higos de Di¨®genes, que de momento no parece que est¨¦n sacando mucha tajada: en el yacimiento no hay menci¨®n ni indicaciones de la tumba. Mueve la cabeza. "No hay proyecto al respecto a¨²n. Tenemos la idea de hacer un Aristotle Park, y este a?o abrimos una Ruta Arist¨®teles, de unos 90 kil¨®metros. Habr¨¢ que adquirir una entrada para entrar en el yacimiento. Hacen falta gu¨ªas, limpiar la zona". Sarris cree que adem¨¢s todav¨ªa hay mucho que investigar en la tumba. Y una cripta escondida. Acerca la cabeza, mira alrededor y baja la voz. "Hay un bonito secreto ah¨ª". Est¨¢ convencido, como mucha gente en Olympiada, de que el sepulcro, dep¨®sito de maravillas, contiene misteriosos mecanismos y arrojar¨¢ grandes sorpresas. Qui¨¦n sabe si (puestos a so?ar) incluso el segundo tomo de la Po¨¦tica sobre la comedia. San Kyriaki, patr¨®n de la localidad, y san Umberto Eco, lo quieran.
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