No es un esp¨ªritu, es la ruina que no perdona
Fue el sanatorio m¨¢s lujoso y moderno de Espa?a, luego acogi¨® a ni?os tuberculosos y hoy, cerrado, es objeto de robos y ceremonias esot¨¦ricas
Entre monta?as de tierra caliza y pinos carrascos, enfrentado al Mediterr¨¢neo, se alza un edifico majestuoso. Ni los boquetes en sus muros, ni las burdas firmas grafiteras, ni sus ventanas desvencijadas, ni los azulejos arrancados impiden apreciar la antigua opulencia de lo que fue uno de los hoteles y balnearios m¨¢s lujosos de Espa?a, antes de convertirse en preventorio para ni?os tuberculosos. La elecci¨®n de su emplazamiento, su sobria y rotunda arquitectura, la excelencia de los materiales originales que a¨²n perviven y su espl¨¦ndida terraza al mar (aunque hoy crezca la maleza entre sus expoliados mosaicos) se imponen en la primera impresi¨®n. En la segunda, surge de inmediato una pregunta: ?c¨®mo es posible que un sitio tan extraordinario, a 25 minutos en coche de la tur¨ªstica Benidorm y a 20 del aeropuerto de Elche-Alicante, muy cerca de las playas pero sin su humedad por sus 500 metros de altitud, donde a¨²n brotan calientes las aguas termales y donde s¨®lo rompe el silencio el sonido del viento entre los ¨¢rboles y la fricci¨®n de los grillos, c¨®mo es posible que un lugar as¨ª se encuentre en tal estado de abandono?
¡°Ya quisi¨¦ramos nosotros poder restaurarlo y abrirlo para disfrute de todos y del pueblo. Mis abuelos trabajaban all¨ª. La gente mayor se acuerda mucho, claro, aunque todos lo conocieron como preventorio, cuando trajeron a los ni?os en la Guerra Civil. En el Ayuntamiento no dejamos de hacer gestiones y no s¨®lo para garantizar la seguridad del edificio¡±, explica Mario Calvo, alcalde de Aig¨¹es (antes conocida como Aguas de Busot), la peque?a poblaci¨®n alicantina de un millar de habitantes donde se ubica el preventorio, como llaman los vecinos al hotel Miramar, cuyo origen se remonta a 1816.
A finales del siglo XIX se transform¨® en Estaci¨®n m¨¦dica y sanatorio, por deseo del propietario, el marqu¨¦s de Bosch y conde de Casas Rojas, siguiendo la moda de otros grandes balnearios europeos. Por entonces lo visit¨® el fundador de la Instituci¨®n Libre de Ense?anza, Fernando Giner de los R¨ªos. ¡°La construcci¨®n del hotel es lujosa y puede competir en comodidad y elegancia con los mejores establecimientos de Espa?a y del extranjero¡±, afirm¨®.
Cuberter¨ªa, mesas, camas
¡°Nosotros ¨ªbamos en la EGB. Paco, el guarda, nos dejaba entrar porque solo jug¨¢bamos y mir¨¢bamos. Ten¨ªa una cocina impresionante, igual que la cuberter¨ªa, las mesas de hierro o las camas¡±, recuerda Pilar de sus correr¨ªas en los a?os setenta, cuando el preventorio llevaba ya a?os cerrado. A su lado, en el estanco del pueblo, su t¨ªa Consuelo Saval, de 84 a?os, hace memoria: ¡°La escalera de m¨¢rmol era impresionante. Ahora no queda nada, se la llevaron. Mi padre era el practicante; trabajaba con el doctor Sapena. La gente con dinero iba all¨ª a operarse o curarse. El pueblo viv¨ªa del preventorio¡±.
El hueco que ha dejado la escalera permite entrever su antigua suntuosidad. Pero, al margen de su equilibrada escala y de sus amplias estancias, nada queda del esplendor del balneario en su interior. S¨ª son muy visibles las huellas de los robos, del vandalismo y del botell¨®n, as¨ª como de alg¨²n peluche o mu?eco quemados presumiblemente en ceremonias para invocar a los esp¨ªritus que campan por el balneario, seg¨²n algunos ap¨®stoles de lo paranormal que han llegado a explicar en la televisi¨®n extra?as apariciones. Que si una paseante dama de blanco (?la mujer del conde? ?un homenaje literario a la novela policiaca de Wilkie Collins?), que si un cura con un ni?o en sus brazos, que si se escuchan los sollozos de un infante tuberculoso¡
Los j¨®venes reunidos a la sombra en la calle principal de Aig¨¹es est¨¢n hartos de esas historias y de la atenci¨®n que les prestan algunas cadenas y p¨¢ginas webs, que han logrado, al menos en Internet, que el nombre del pueblo se asocie inmediatamente a fantasmas. Quieren, al igual que Luis Iborra, de 81 a?os, que se le d¨¦ vida al balneario. ¡°Todos los j¨®venes se han tenido que ir a trabajar a Villajoyosa, a Benidorm, a Alicante¡±, lamenta este juez de paz de la poblaci¨®n, mientras se dirige a la Casa de Cultura para mostrar fotos antiguas del hotel que tambi¨¦n fue casino. ¡°Mirad, hab¨ªa una piscina que se pod¨ªa navegar y hasta arena de la playa trajeron. Mi madre era planchadora all¨ª¡ Y no hab¨ªa tuberculosos. Ni fantasmas ni tonter¨ªas. Eran ni?os de la posguerra que pasaban hambre, que se hab¨ªan quedado hu¨¦rfanos¡±, se?ala.
Hu¨¦rfano de proyectos con financiaci¨®n firme se ha quedado el preventorio desde que cerr¨® a mediados de los sesenta. Aunque planes ha habido. Todos infructuosos. El balneario pas¨® en la Guerra Civil a manos del Estado. El Gobierno lo vendi¨® en 1989 a la empresa Prognosis con intenci¨®n de reformarlo y est¨¢, a su vez, lo traspas¨® por unos 12 millones hace unos 10 a?os a la firma Procumasa, del constructor Valent¨ªn Botella, actual vicepresidente del H¨¦rcules CF. Este present¨® un ambicioso proyecto que ascend¨ªa a cerca de 20 millones de euros. Salvo algunas vallas de seguridad y obras de emergencia para afianzar el edificio, no se vio ninguna mejora m¨¢s. La llegada de la crisis acab¨® con la ilusi¨®n, dicen en el pueblo. El edificio est¨¢ embargado y en realidad su due?o es el Banco de Sabadell, apuntan. ¡°No, no, yo sigo intentando sacar el proyecto. Descubr¨ª el sitio haciendo senderismo. Me encant¨® y tiene muchas posibilidades. Creo que puedo llegar a un acuerdo con el banco¡±, afirma Valent¨ªn Botella.
Mientras tanto, el esp¨ªritu de la ruina sigue campando por un balneario cada vez m¨¢s deteriorado.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.