Sefard¨ªes en el desierto de Nuevo M¨¦xico
Los descendientes de jud¨ªos espa?oles que huyeron de la Inquisici¨®n hacia Am¨¦rica entre los siglos XVI y XVIII reivindican la religi¨®n de sus antepasados
El padre William S¨¢nchez es un cura singular. ¡°Espiritualmente no puedo negar que soy jud¨ªo¡±, dice. ¡°Es parte de mi ser, de mi tradici¨®n, de mi linaje, de mis antepasados que vinieron de Jerusal¨¦n a Sefarad, que ahora es Espa?a, y de ah¨ª a M¨¦xico, y de M¨¦xico a Nuevo M¨¦xico¡±.
En el sal¨®n de la casa familiar en Santa Fe, la capital de Nuevo M¨¦xico, el padre S¨¢nchez cuenta que, cuando alguien mor¨ªa en su familia, cubr¨ªa los espejos de la casa. A principios de diciembre su abuela pon¨ªa en la ventana una menorah, el candelabro jud¨ªo con siete velas. Nunca tuvo un ¨¢rbol de Navidad. Cuando el propio S¨¢nchez era el cura de la iglesia de San Edwin, en la ciudad de Albuquerque, en Nuevo M¨¦xico, tocaba el shofar, el cuerno de carnero que usan los sacerdotes jud¨ªos en las festividades de Rosh Hashanah y Yom Kippur.
S¨¢nchez se considera un criptojud¨ªo, o jud¨ªo secreto, uno de los descendientes de sefarditas conversos que entre los siglos XVI y XVIII llegaron a este desierto en los l¨ªmites del imperio espa?ol, lejos de los tent¨¢culos de la Inquisici¨®n, y practicaron su religi¨®n a escondidas. La identidad sefard¨ª qued¨® soterrada durante siglos.
Se cre¨ªa que los conversos se hab¨ªan asimilado a la cultura predominante ¡ªespa?ola primero y estadounidense despu¨¦s¡ª y que aqu¨ª terminaba la historia. En los ¨²ltimos a?os, hispanos de Nuevo M¨¦xico han empezado a reclamar sus or¨ªgenes jud¨ªos. Algunos regresan a la vieja religi¨®n monote¨ªsta perseguida durante milenios. O, como el padre S¨¢nchez, conjugan la cat¨®lica y la jud¨ªa. Tres personas con residencia en Nuevo M¨¦xico han iniciado los tr¨¢mites para acogerse a ley que concede la nacionalidad espa?ola a los sefard¨ªes, seg¨²n datos del ministerio de Justicia espa?ol.
Criptojud¨ªos es el t¨¦rmino que designa a los jud¨ªos conversos que, despu¨¦s de su expulsi¨®n de las coronas de Castilla y Arag¨®n en 1492, mantuvieron su religi¨®n en secreto. Hist¨®ricamente tambi¨¦n se usaron peyorativamente los t¨¦rminos marranos o judaizantes. Estos conversos se instalaron primero en M¨¦xico y despu¨¦s en el actual Estado de Nuevo M¨¦xico. "A finales del siglo XX y principios del XXI, descendientes de estos primeros colonizadores de Nuevo M¨¦xico empezaron a exponer en p¨²blico sus historias familiares criptojud¨ªas¡±, escribe el historiador Stanley Hordes en To the end of the earth (Hasta los confines de la Tierra), la biblia de los estudios sobre los criptojud¨ªos en Nuevo M¨¦xico.
El libro de Hordes, publicado en 2005, es un estudio exhaustivo de las pruebas materiales, geneal¨®gicas y gen¨¦ticas de la presencia sefard¨ª en esta regi¨®n. Esta presencia rompe con el estereotipo en Estados Unidos del hispano cristiano y el jud¨ªo de ra¨ªz centroeuropea o askenaz¨ª. Y es una prueba m¨¢s de la diversidad de los 55 millones de residentes en este pa¨ªs a los que se define como hispanos o latinos.
"Por nuestros ADN, somos del linaje de Ar¨®n¡±, dice el padre S¨¢nchez, sentado al volante de su 4x4, en el aparcamiento de San Edwin, en Barcelona Road, en Albuquerque. En esta extensa ciudad en medio del desierto vive una cuarta parte de los dos millones de habitantes de Nuevo M¨¦xico.
S¨¢nchez pone en marcha el coche y enfila la autopista I-25 ¡ªuna hora por paisajes inh¨®spitos y reservas indias¡ª hacia Santa Fe. Desde hace unos meses es el capell¨¢n residente del monasterio de las carmelitas en esta ciudad.
Ya en su casa, sentado en una silla de madera con tres cruces y una estrella de David esculpidas, desgrana la historia de su familia desde tiempos inmemoriales. Despu¨¦s explica que en rituales de nativos americanos en lengua aut¨®ctona ha escuchado intercaladas palabras hebreas. Y aclara c¨®mo se puede ser jud¨ªo y cat¨®lico a la vez.
¡°No tenemos que abandonar nuestra fe cat¨®lica, porque la base de nuestra fe es jud¨ªa¡±, dice. La Virgen Mar¨ªa y Jesucristo eran jud¨ªos, contin¨²a. ¡°Algunos jud¨ªos me preguntan c¨®mo puedo ser esquizofr¨¦nico. Pero soy quien soy, no hay nadie como yo. Mi pap¨¢ dec¨ªa mucho esto¡±.
Al contrario que William S¨¢nchez, Mar¨ªa Apodaca, que creci¨® en una familia cat¨®lica, s¨ª abraz¨® plenamente la fe jud¨ªa. ¡°Yo regres¨¦: no fue una conversi¨®n¡±, dice. Recuerda que, cuando ten¨ªa 14 a?os, tuvo que hacer un trabajo en la escuela sobre las religiones del mundo, y ella eligi¨® el juda¨ªsmo. Por entonces ignoraba sus or¨ªgenes familiares. Aquel d¨ªa su padre le dijo: ¡°Somos jud¨ªos¡±.
El padre se llamaba Salom¨®n y no iba a misa. Su madre le acus¨® un d¨ªa: ¡°Eres un hereje¡±. ?l respondi¨®: ¡°?Crees que eres la reina Isabel?¡±
Apodaca lo cuenta en una sala de reuniones de un motel de Albuquerque. El p¨²blico es un grupo de jubilados de varias ciudades de Estados Unidos que hacen un gira por Nuevo M¨¦xico. En una pared ha colgado su ¨¢rbol geneal¨®gico, que se remonta a los antepasados que llegaron a Nuevo M¨¦xico en 1598. Como el padre S¨¢nchez, recuerda que en casa se segu¨ªan costumbres que ella, despu¨¦s, identific¨® como jud¨ªas. En su casa tambi¨¦n se cubr¨ªan los espejos. Cuando su abuela estaba muriendo, dijo: ¡°Yo no quiero un padre¡±. No quer¨ªa un sacerdote cat¨®lico.
Se han documentado casos de otras familias que no com¨ªan cerdo, o que mataban a los animales siguiendo las tradiciones jud¨ªas. Se han encontrado estrellas de David en cementerios de este Estado. Muchos descendientes de conversos, escribe Hordes, ¡°practicaban costumbres jud¨ªas, pero sin conocer el origen de sus pr¨¢cticas¡±.
A la salida de la charla en el motel de Albuquerque, uno de los asistentes, un jud¨ªo de Milwaukee, se acerca a Apodaca.
¡°Gracias por salir del armario¡±, dice.
¡°Tengo una familia jud¨ªa¡±, responde ella.
Identidad real, identidad creada
Los jud¨ªos secretos de Nuevo M¨¦xico topan con el escepticismo de jud¨ªos y gentiles. Historiadores y antrop¨®logos han documentado, con la ayuda de la genealog¨ªa y la gen¨¦tica, la continuidad entre los conversos de 1492 y sus descendientes actuales, pero otros siembran dudas.
La folclorista Judith Neulander sostiene que pr¨¢cticas como las que el padre S¨¢nchez ve¨ªa en su familia no se explican por el remoto origen jud¨ªo, sino por la influencia, entre los hispanos de Nuevo M¨¦xico, de grupos cristianos como los Adventistas del S¨¦ptimo D¨ªa. Esta y otras iglesias protestantes usan s¨ªmbolos y rituales pr¨®ximos a los hebreos, y pueden confundirse. La de los criptojud¨ªos de Nuevo M¨¦xico ser¨ªa un caso de identidad imaginada. Tendr¨ªa, seg¨²n Neulander, el atractivo de blanquear las ra¨ªces mestizas de los hispanos en un pa¨ªs dominado por los blancos de origen anglosaj¨®n, y en una regi¨®n de Estados Unidos donde los descendientes de los colonizadores espa?oles ¡ªfamilias que viv¨ªa aqu¨ª antes que los anglos¡ª se distinguen de los inmigrantes hispanos reci¨¦n llegados. Reclamarse como jud¨ªo representar¨ªa una mejora de posici¨®n social.
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