La noticia perfecta
No me he atrevido a encender la televisi¨®n. Tem¨ªa que las noticias del terremoto en Amatrice hicieran temblar los recuerdos
No me he atrevido a encender la televisi¨®n. Tem¨ªa que las noticias del terremoto en Amatrice hicieran temblar los recuerdos. Y que sacudieran las emociones. Se me amontonaban de forma arbitraria las experiencias de ¡°coberturas s¨ªsmicas¡±. Brutales, justicieras, como la de Turqu¨ªa en 1999. O tan espec¨ªficas en la crueldad y en el dolor como aquella de San Giuliano di Puglia, donde los bomberos extra¨ªan inertes a los ni?os de una escuela sepultada por los escombros. Y se los entregaban delicadamente al regazo de sus madres, sobrecogidas y desgarradas como una piet¨¤ de Caravaggio. Me daba miedo poner el telediario, sentir el desmayo de la tierra sin tierra, escuchar el responso burocr¨¢tico del santo padre, percibir otra vez el sollozo de la piedras. Y he dilatado el momento hasta que me ha constre?ido a hacerlo la responsabilidad profesional. Ponerse al d¨ªa, actualizar la informaci¨®n, levantar acta del cad¨¢ver, reconocerse como un cirujano as¨¦ptico delante de la noticia perfecta. Perfecta por la cercan¨ªa geogr¨¢fica y cultural. Por el espect¨¢culo que proporcionan los ronquidos de Dios. Por la tierra abierta en canal a semejanza de una fosa com¨²n. Por la incredulidad que anestesia los antiguos debates. Y por el c¨ªnico equilibrio informativo entre el dolor y el alborozo. Muertos, vivos y resucitados. Soldados que rescatan con vida a un beb¨¦ dormido. Y a un cachorro de Golden. Escenas extremas que las c¨¢maras y los periodistas acordonamos en un plat¨® al aire libre, acaso provistos de mascarillas para que el polvo de las piedras antiguas no desluzca la cr¨®nica ni el directo. Siente uno temblores en las cicatrices y se pone uno sentimental a los pies del campanario hecho a?icos. Ser¨¢ porque mi hijo naci¨® en los Apeninos y porque el desmoronamiento del Aquila como si fuera un decorado de cart¨®n piedra en la tragedia de 2009 obliga evocar la lucidez de Ariosto, igual que sucede ahora en la tragedia amatriciana: ¡°cayeron culturas, se desmoronaron imperios, desaparecieron ciudades, y vosotros humanos, os cre¨¦is inmortales¡±.
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