Si (no) pierdo la memoria, qu¨¦ pureza
Apabullante 'rentr¨¦e' oto?al de literatura memorial¨ªstica, desde biograf¨ªas y autobiograf¨ªas hasta correspondencias y testimonios
Le robo y niego uno de sus m¨¢s famosos versos a Pere Gimferrer (por cierto, de joven, y trastornado por Arde el mar, le ped¨ª a un amigo que trabajaba en una imprenta que me hiciera unos adhesivos con el verso, que luego iba pegando en los vagones del metro de Madrid para estupor de los viajeros) para referirme a la apabullante rentr¨¦e oto?al de literatura memorial¨ªstica, desde biograf¨ªas y autobiograf¨ªas hasta correspondencias y testimonios. Perm¨ªtanme, para no agobiar demasiado, que seleccione solo algunos de los libros de las casi tres docenas que tengo fichadas. Entre las biograf¨ªas, las hay de actores, como las de Woody Allen de David Evanier (Turner, noviembre) o Jack Nicholson de Marc Elot (Lumen, noviembre); de escritores y editores, como la muy esperada de Kafka de Reiner Stach, cuyo primer volumen publicar¨¢ Acantilado en noviembre, o Senior Service, de Carlo Feltrinelli, la estupenda biograf¨ªa del editor y militante revolucionario Giangiacomo Feltrinelli, publicada por Tusquets en 2001 y que ahora recupera Anagrama (octubre), una editorial, por cierto, participada actualmente por el holding Feltrinelli. Entre los libros autobiogr¨¢ficos destacan los de m¨²sicos, como M Train, de Patty Smith (Lumen, octubre), o Born to Run, las torrenciales memorias (576 p¨¢ginas) de Bruce Springsteen (Literatura Random House, septiembre); los testimonios m¨¢s o menos justificativos de jueces, como Ni pena ni miedo, de Grande-Marlaska (Ariel, septiembre), o En el punto de mira, de Baltasar Garz¨®n (Planeta, octubre); de conspicuos novelistas, como Volar en c¨ªrculos, de John Le Carr¨¦ (Planeta, septiembre), o El intruso, de Frederick Forsyth (Plaza y Jan¨¦s, octubre). Tambi¨¦n est¨¢n bien representados los cuadernos de bit¨¢cora m¨¢s o menos vitales: Anagrama edita en septiembre ¡®Los a?os felices¡¯, segundo volumen de Los diarios de Emilio Renzi, de Ricardo Piglia, y Alba publicar¨¢ en noviembre los Diarios completos de Sylvia ?Plath, que incluyen los cuadernos retenidos por Ted Hughes en anteriores ediciones; en cuanto a las correspondencias, me interesa particularmente Amor y filolog¨ªa (Acantilado, octubre), que re¨²ne las cartas que, entre 1943 y 1947, se cruzaron dos de los m¨¢s grandes hispanistas del siglo XX: la argentina Mar¨ªa Rosa Lida (1910-1962) y el ruso Yakov Malkiel (1910-1962). Dejo para el final la menci¨®n del ¨²nico libro de este segmento que he podido leer hasta la fecha: el impresionante relato autobiogr¨¢fico El amor del rev¨¦s (Anagrama, septiembre), del novelista Luisg¨¦ Mart¨ªn, en el que cuenta, con una franqueza nada habitual en la literatura autobiogr¨¢fica espa?ola, el descubrimiento de su homosexualidad; el penoso calvario de sus intentos de negaci¨®n, ocultamiento y curaci¨®n en una sociedad intolerante y represiva; el tard¨ªo advenimiento de la ternura y la felicidad: un libro meditado y perfectamente compuesto destinado a convertirse en uno de los ¨¦xitos d¡¯estime de la rentr¨¦e. Algo, por cierto, dif¨ªcil de sostener en el caso de Espa?a amenazada (Pen¨ªnsula, septiembre), un testimonio autobiogr¨¢fico de Luis de Guindos, subtitulado (atenci¨®n) ¡®De c¨®mo evitamos el rescate y la econom¨ªa recuper¨® el crecimiento¡¯; quiz¨¢ mis prejuicios me obnubilen, pero dudo mucho de que haya pu?aladas ante las librer¨ªas para conseguir un ejemplar antes de que se agote la edici¨®n. Y adem¨¢s el libro de Guindos tiene toda la pinta de ser una respuesta indirecta a Economistas, pol¨ªticos y otros animales, de Miguel ?ngel Fern¨¢ndez Ord¨®?ez, publicado por el mismo sello. A ver si, con un poco de suerte, el ministro deja pronto el mando de la econom¨ªa y regresa (para contribuir a hundirla) a alguna empresa de servicios financieros; al fin y al cabo, con m¨¦ritos no mucho mayores el inefable Dur?o Barroso se ha encaramado a una presidencia de Goldman Sachs.
Tango
Nunca he logrado ser un tipo organizado. Me habr¨ªa gustado tener una mente como la de Felipe II, de quien Geoffrey Parker afirma que, aunque se pas¨® todo su reinado (menos seis meses) empantanado en guerras de varios frentes, a¨²n encontraba tiempo para preocuparse de asuntos tan menores como la ubicaci¨®n de las letrinas (las ¡°necesarias¡±) de El Escorial: ¡°Hagan estas necesarias¡± ¡ªordenaba el Rey Prudente a sus aparejadores¡ª ¡°de manera que no den olor a la pieza de los mozos de la cocina¡±: muy prudente, en efecto. Volviendo al desorden de mi vida, ayer tard¨¦ buena parte de la ma?ana en encontrar en mi biblioteca una peque?a joya que conservo desde hace tiempo: la primera edici¨®n de Tango, discusi¨®n y clave (Losada, 1963), que re¨²ne un estupendo art¨ªculo sobre el tango (y su ¡°metaf¨ªsica¡±) de Ernesto S¨¢bato (al que hoy leemos menos de lo que se merece) y una extensa antolog¨ªa de opiniones de diversos autores sobre esa genial m¨²sica h¨ªbrida ¡ªy, a la vez, genuinamente argentina¡ª en cuyas letras, a menudo profundamente machistas, encontraba el autor de Sobre h¨¦roes y tumbas la manifestaci¨®n de un profundo resentimiento er¨®tico. Aunque durante mi infancia escuchaba a mi padre tararear tangos mientras se afeitaba (le encantaba el muy escapista y sentimental A media luz, de Lenzi y Donato, una m¨ªnima obra maestra del arte de narrar), empec¨¦ a aficionarme a ellos muy tarde, despu¨¦s de leer Rayuela: mi mitoman¨ªa y mi fascinaci¨®n por Horacio, la Maga, Morelli, Gregorovius y todos los dem¨¢s me llev¨® a alternar la m¨²sica de jazz con tangos de letras trist¨ªsimas de An¨ªbal Troilo y sus contempor¨¢neos Disc¨¦polo o Hugo del Carril (algunos de ellos, por cierto, conspicuos peronistas), as¨ª como a cebarme mates en una pavita que me trajo un amigo de Buenos Aires; supongo que lo hac¨ªa con la intenci¨®n de que se me pegara algo de toda aquella magia. Recuerdo todo esto a prop¨®sito de la pr¨®xima publicaci¨®n (Lumen, 8?de septiembre) de El tango, que re¨²ne cuatro conferencias in¨¦ditas sobre esa m¨²sica que habla ¡°de las vicisitudes del alma¡± pronunciadas por Borges en 1965 y que fueron grabadas (y luego olvidadas) por un inmigrante espa?ol que acudi¨® a escucharlo. El texto lleg¨® a manos de mi querido Bernardo Atxaga en 2002 y este cedi¨® las grabaciones, ya digitalizadas, a la Casa del Lector, que es donde han estado depositadas. Mientras espero con impaciencia el libro, me consuelo escuchando en YouTube (en la voz de Gardel) la letra premonitoria y pesimista del tango Cambalache (1934), de Santos Disc¨¦polo, cuyo principio no me resisto a transcribirles: ¡°Que el mundo fue y ser¨¢?/ una porquer¨ªa, ya lo s¨¦?/ En el quinientos seis?/ y en el dos mil, tambi¨¦n.?/ Que siempre ha habido chorros,?/ maquiavelos y estafaos,?/ contentos y amargaos,?/ barones y dubl¨¦s.?/ Pero que el siglo veinte?/ es un despliegue?/ de mald¨¢ insolente, ya no hay quien lo niegue¡±. Lo que yo te diga.
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