Un delirio para Kevin

Hubo un tiempo en que Kevin Costner fue el perfecto hijo imposible de Gary Cooper. El rostro reencarnado de la honestidad, la decencia y el hero¨ªsmo del americano medio, insobornable sin necesidad de abandonar su cotidianidad: Los intocables, Campo de sue?os, Robin Hood, pr¨ªncipe de los ladrones, JFK, Bailando con lobos, Wyatt Earp. Pero los destinos de Hollywood son a veces insospechados y, sobre todo, las equivocadas elecciones profesionales pueden tumbar incluso mitos.

Y Costner cay¨® en una lona de olvido de la que pretende ahora levantarse, reconvertido, como algunos compa?eros de generaci¨®n, en improbable y sexagenaria estrella del cine de acci¨®n. Carisma tiene para ello. Liam Neeson, de 64 a?os, ya lo es. Y Mel Gibson, de 60, otro que regresa del infierno, estrena la semana que viene Blood father. Ahora bien, con Criminal, Costner apenas si logra poner la rodilla en tierra porque el producto es un desastre de principio a fin.

En un momento en el que hasta la ¨²ltima entrega de la saga Bourne parece un suced¨¢neo de s¨ª misma, atreverse con un suced¨¢neo de la original, espionaje y (falta) de memoria, recomposici¨®n de una vida mientras se avanza a base de patadas, solo puede ser obra de Millennium Films, productora empe?ada en acabar con el mundo, Objetivo: La Casa Blanca, Objetivo: Londres, por la v¨ªa de aparentes pel¨ªculas de serie B repletas de estrellas, que esta vez ha puesto el ojo en nuestro espectro pol¨ªtico: un anarquista espa?ol (Jordi Moll¨¤) que pretende una global revoluci¨®n sangrienta haci¨¦ndose con el poder de los c¨®digos de los misiles nucleares de EE UU. Una pel¨ªcula que delira (sin gracia) en cada una de sus tramas y subtramas.