Gigantescos y descastados toros de San Mart¨ªn en la plaza de Las Ventas
P¨¦rez Mota cort¨® una oreja por una voltereta y Antonio Nazar¨¦ dej¨® muletazos de buen corte
El diestro Manuel Jes¨²s P¨¦rez Mota cort¨® una desmedida oreja en Madrid, premio obtenido por el sobrecogimiento de una aparatosa voltereta al entrar a matar al quinto toro de una mastod¨®ntica y descastada corrida de San Mart¨ªn.
Con menos de un cuarto de entrada, se lidiaron toros de San Mart¨ªn, mastod¨®nticos y fuera de tipo, a excepci¨®n del escurrido y chico tercero; descastados y vac¨ªos.
Luis Antonio Gaspar Paulita: estocada tendida y atravesada (silencio); pinchazo y estocada (silencio).
P¨¦rez Mota: estocada tendida y dos descabellos (ovaci¨®n tras aviso); estocada trasera y tendida (oreja protestada).
Antonio Nazar¨¦: estocada trasera, tendida y atravesada (silencio); estocada (silencio).
Madrid, su plaza de Las Ventas, hizo un viaje al pasado, a la ¨¦poca prehist¨®rica de las pieles, el fuego y, sobre todo, los animales gigantescos y aparentemente muy ofensivos, esos que est¨¢n inmortalizados y conservados a las mil maravillas en cavernas y cuevas, como las de Altamira.
As¨ª fue la corrida de los Santa Coloma de San Mart¨ªn, con astados m¨¢s propios de la edad de piedra que de un espect¨¢culo taurino del siglo XXI. Toros enormes, gigantescos, fuera de tipo. Pero, encima, solo se quedaron en la fachada, ya que por dentro evidenciaron una absoluta falta de casta, lo que desemboc¨® en una tarde anodina en lo art¨ªstico.
Ni la oreja que cort¨® P¨¦rez Mota al quinto, premio a todas luces desmedido, solo por el impacto de un tremendo volteret¨®n cobrado a la hora de matar, tuvo siquiera el peso de un trofeo en la plaza de Madrid.
Y no es que estuviera mal P¨¦rez Mota; simplemente, estuvo firme y solvente con una momia bovina tan grande como vac¨ªa. El torero de El Bosque (C¨¢diz) lo intent¨® de mil maneras sin lograr m¨¢s que la rese?ada voltereta en la suerte suprema.
De ah¨ª que no se explique la petici¨®n de la oreja. Aunque lo verdaderamente incomprensible fue ver c¨®mo el palco, tan cicatero, riguroso e injusto en muchas otras ocasiones, la acab¨® concediendo.
El segundo, que coloc¨® muy bien la cara en el capote, sin embargo, se movi¨® a rega?adientes y sin acabar de pasar. El gaditano puso el esfuerzo con ¨¦l, se faj¨® de verdad y obtuvo como recompensa dos tandas de naturales lent¨ªsimos y de inmaculado trazo. Estuvo muy por encima de la situaci¨®n P¨¦rez Mota.
El primero de Paulita, grand¨®n, alto y largo con un tranv¨ªa, puso en apuros a su matador en el capote, apret¨® de lo lindo en el caballo, a¨²n con un solo pit¨®n y empez¨® a desarrollar ya antes de banderillas.
Y, como no pudo ser de otra manera, no sirvi¨® en la muleta, se movi¨® sin humillar y derrot¨® al final del viaje, se?al inequ¨ªvoca de su falta de casta. Paulita lo sob¨® a media altura en una labor que no lleg¨® a pasar de simple proyecto.
El cuarto fue un toro gazap¨®n, con la cara natural y extremadamente soso con el que Paulita volvi¨® a pasar de puntillas, ora porque no tuvo oponente, ora porque tampoco a ¨¦l se le vio demasiado entonado, con la motivaci¨®n por los suelos.
El tercero, primero de Nazar¨¦, no tuvo nada que ver con sus hermanos de camada, y no s¨®lo por lo que dio en la b¨¢scula (485 kilos), ni tampoco por sus chicas hechuras ni su falta de remate, sino porque, precisamente al ser el m¨¢s bajito o el menos atacado de kilos del sexteto, fue el que m¨¢s y mejor se movi¨® en el ¨²ltimo tercio.
Pero ya se sabe que en Madrid gusta lo mastod¨®ntico, lo grande, ande o no ande, de ah¨ª que no tuviera en cuenta lo mucho que se dej¨® el ¡®santa coloma¡¯ en el primer tramo de faena y, algo a¨²n peor, obviara lo bien y a gusto que estuvo Nazar¨¦ con ¨¦l a lo largo de una faena muy medida y salpicada de muletazos de buen corte.
El sexto luci¨® hechuras de ¡®pablorromero¡¯, noble y blando a partes iguales, con el que el sevillano se enfund¨® el mono de trabajo, pero no pudo pasar de detalles sueltos.
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