Nocturno suizo
Suiza acaba de celebrar el primer festival dedicado al que quiz¨¢ sea, o deber¨ªa ser, el mayor compositor suizo: Othmar Schoeck
Exactamente al mismo tiempo que Lucerna pon¨ªa fin, con el fasto acostumbrado, a su festival de verano, otra localidad situada tambi¨¦n a la orilla del Lago de los Cuatro Cantones recordaba, de manera mucho m¨¢s humilde, pero tambi¨¦n m¨¢s ¨ªntima y humana, al que quiz¨¢ sea ¡ªo deber¨ªa ser¡ª el mayor compositor suizo: Othmar Schoeck. Brunnen, enclavado en el cant¨®n de Schwyz, es el peque?o para¨ªso en que naci¨® el m¨²sico en 1886, en un paraje alpino de una belleza casi inabarcable para la vista.
Suiza ¡ªtradicionalmente poco generosa con los suyos¡ª no es pa¨ªs para genios y la historia tampoco ha sido justa con Schoeck, debido sobre todo al sambenito con que hubo de cargar en el ¨²ltimo tramo de su vida y que apenas se ha revisado tras su muerte: el de simpatizante del r¨¦gimen nazi. El m¨²sico jam¨¢s fue tal y ni una sola nota de sus obras apunta en esa direcci¨®n, pero s¨ª que cometi¨® graves errores, como aceptar en 1937 el premio Erwin von Steinbach, que el Tercer Reich solo conced¨ªa a artistas y creadores adeptos, y, lo que es peor, acceder a que su ¨²ltima ¨®pera, El castillo D¨¹rande, se estrenara en 1943 en el Berl¨ªn bombardeado por los aliados. Para m¨¢s inri, su libreto, de una ¨ªnfima calidad literaria, hab¨ªa sido escrito por Hermann Burte, un reconocido y fervoroso palad¨ªn nacionalsocialista. Da igual que las representaciones fueran suspendidas casi de inmediato por el mism¨ªsimo Hermann G?ring, porque el da?o ya estaba hecho: Schoeck, que midi¨® muy mal sus pasos en busca del reconocimiento internacional de su talento que siempre anhel¨®, jam¨¢s se recuperar¨ªa del golpe. El t¨ªtulo de una de sus mejores obras, Enterrado vivo, pas¨® a ser casi una premonici¨®n de su propio sino y la reputaci¨®n post m¨®rtem de su mejor m¨²sica se ha resentido tambi¨¦n injustamente. Casi 60 a?os despu¨¦s de su muerte, las heridas siguen abiertas.
As¨ª las cosas, Brunnen acaba de celebrar por fin el primer festival dedicado a su hijo m¨¢s ilustre, integrado no solo por conciertos, sino tambi¨¦n por un concurso de interpretaci¨®n de Lied (el g¨¦nero en el que nos ha dejado decenas de incontestables obras maestras) y un congreso donde music¨®logos de varios pa¨ªses han debatido justamente las circunstancias en que naci¨® y se estren¨® esa fat¨ªdica ¨²ltima ¨®pera de Schoeck. El inter¨¦s de este ¨²ltimo ha trascendido con mucho el que suelen tener este tipo de encuentros acad¨¦micos, con intervenciones esclarecedoras de, entre otros, Anselm Gerhard, Erik Levi, Beat F?llmi, Simeon Thompson, Robert Vilain y Chris Walton, el bi¨®grafo del compositor, que traz¨® un paralelismo m¨¢s que pertinente entre la Alemania nazi y la Sud¨¢frica del r¨¦gimen del apartheid. La interacci¨®n de m¨²sica e ideolog¨ªa es un tema con infinitas ramificaciones.
El festival se cerr¨® el pasado domingo con un concierto orquestal de la Camerata Schweiz dirigida por Graziella Contratto, que ratifica que 2016 ha sido sin duda el a?o de la eclosi¨®n internacional de las directoras de orquesta. Si los Lieder de Schoeck resisten perfectamente la escucha junto a los de, por ejemplo, Hugo Wolf, aqu¨ª el suizo ilumin¨® y se vio iluminado por la compa?¨ªa de las magistrales Metamorfosis de su coet¨¢neo Richard Strauss, que retratan el desmoronamiento de ese ¡°mundo de ayer¡± en el que naci¨® Schoeck y que acabar¨ªa por engullirlo. Poder escuchar su infrecuente ciclo de canciones Befreite Sehnsucht (Nostalgia liberada) fue una grat¨ªsima sorpresa, as¨ª como conocer una versi¨®n orquestal de su original ¡ªy modernista¡ª Sonata para clarinete bajo. Pero la obra m¨¢s genial de Schoeck, su Nocturno para bar¨ªtono y cuarteto de cuerda, se interpret¨® el d¨ªa anterior en el marco esplendoroso del Grand Palais de Brunnen. La versi¨®n fue mejorable ¡ªsobre todo por la muy deficiente prestaci¨®n del bar¨ªtono Christian Hilz¡ª, pero este fruto de la depresi¨®n de su autor, un encomio del gran amor pasado y una ¨¢spera descripci¨®n del fallido amor presente de la mano de versos de Nikolaus Lenau y Gottfried Keller, tiene siempre el poder de turbar intensamente a quien lo escucha: su chacona final debe formar parte de cualquier antolog¨ªa de la m¨²sica m¨¢s emocionante y hondamente po¨¦tica del siglo XX. Todo viaje que tenga como destino final la escucha del Nocturno de Schoeck es un viaje que, siempre y en todo lugar, habr¨¢ merecido la pena.
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