Un arquitecto hist¨®rico
Perdemos a uno de los arquitectos m¨¢s importantes de M¨¦xico y de la modernidad global
Teodoro Gonz¨¢lez de Le¨®n muri¨® como un dios, tranquilo y entero. Escap¨® de la enfermedad y a un final degradante que le horrorizaba. Estaba en plenitud de sus capacidades, dirigiendo la obra del Manacar, proyectando, leyendo y viajando, con la misma intensidad con que vivi¨® toda su vida.
Sin duda perdemos a uno de los arquitectos m¨¢s importantes de M¨¦xico y de la modernidad global. La historia de la arquitectura mexicana de la segunda mitad del siglo XX y de principios del siglo XXI no puede ser narrada sin entrar de lleno en la obra de Teodoro Gonz¨¢lez de Le¨®n. Sus bancos, delegaciones, museos y corporativos han contribuido a definir el tejido urbano de buena parte de la Rep¨²blica. Pr¨®ximo al modelo renacentista que hered¨® de Le Corbusier ¨Cel ¨²nico mexicano que trabaj¨® en el taller del maestro-, Gonz¨¢lez de Le¨®n no s¨®lo fue arquitecto, urbanista, pintor y escultor, sino tambi¨¦n un gran promotor de la arquitectura entendida como fen¨®meno cultural. Su car¨¢cter universal lo proyecta en la estela de Octavio Paz, de Rufino Tamayo ¡ªquien afirmaba que el arte es universal, el acento surge de lo local¡ª y de otros grandes mexicanos que supieron ser modernos y comprometidos con su tiempo sin constre?irse al ¨¢mbito nacional.
Su lenguaje se vincula al uso del concreto aparente como ¨²nico material, que en distintas ocasiones el arquitecto justific¨® por su maleabilidad, econom¨ªa y poca sofisticaci¨®n constructiva, aunque su uso ven¨ªa precedido por experiencia como residente de obra en la Unit¨¦ d¡¯Habitation de Marsella, perpetu¨¢ndolo hasta nuestros d¨ªas. La plasticidad y la abstracci¨®n que le permiti¨® pasar del proyecto a la obra sin soluci¨®n de continuidad, justificar¨ªa por s¨ª solo el uso del concreto aparente.
Teodoro Gonz¨¢lez de Le¨®n naci¨® en la Ciudad de M¨¦xico en 1926 y vivi¨® su infancia a poca distancia de los estudios que Juan O¡¯Gorman proyect¨® para Diego Rivera y Frida Kalho. Estudi¨® arquitectura en la Escuela Nacional donde aprendi¨® de Federico Mariscal, Jos¨¦ Villagr¨¢n y Mario Pani. A su vez, trabaj¨® en sus a?os de formaci¨®n en el despacho de Pani. En este periodo, siendo a¨²n estudiante, llev¨® a cabo con Armando Franco la propuesta germinal para Ciudad Universitaria. El paso de Teodoro Gonz¨¢lez de Le¨®n por el Taller de Le Corbusier en 1949 marc¨® su vida. Lo que aprendi¨®, lo trajo de regreso y lo aplic¨® tan pronto tuvo ocasiones para ir construyendo con la experiencia, su propio lenguaje. Sus primeras obras est¨¢n impregnadas del doctrinario corbusiano. Tras unas casas, un conjunto habitacional y una Unidad de Servicios Sociales del IMSS, donde se juntaron elementos volum¨¦tricos de influencia prehisp¨¢nica con los preceptos funcionalistas -planta libre, independencia del cerramiento y la estructura, jardines en la azotea- en los a?os cincuenta, siguieron una serie de proyectos de edificios de oficinas y de departamentos, que se convirtieron en ejercicios de composici¨®n volum¨¦trica.
Los conjuntos habitacionales de Teodoro Gonz¨¢lez de Le¨®n y Abraham Zabludovsky a finales de los a?os sesenta, heredan el rigor de los ensayos anteriores incorporando mayores alturas. En los a?os setenta, con la Escuela de Derecho de la Universidad de Tamaulipas, Tampico, quedaron establecidos muchos de los conceptos que servir¨ªan de base para su producci¨®n posterior. Con las obras institucionales de esos a?os, Gonz¨¢lez de Le¨®n alcanz¨® la madurez proyectual, con una suerte de monumentalidad abstracta que fusion¨® el legado del expresionismo corbusiano con la arquitectura prehisp¨¢nica, abierta, ritual y solemne. Las grandes estructuras de concreto se fusionaban con los taludes, el espacio interior con el exterior, los parteluces y las p¨¦rgolas gigantes se convirtieron en los l¨ªmites permeables de los nuevos templos laicos, no muy distintas de las construcciones monumentales de Le Corbusier en Chandigarh. La Delegaci¨®n Cuauht¨¦moc, la Embajada de M¨¦xico en Brasilia, el Infonavit, el Colegio de M¨¦xico, la Universidad Pedag¨®gica Nacional y el Museo Rufino Tamayo son piezas clave no s¨®lo de esta etapa en la obra de Gonz¨¢lez de Le¨®n y Abraham Zabludovsky, sino de la arquitectura moderna mexicana.
Con los a?os ochenta la arquitectura internacional tom¨® rumbos historicistas y posmodernos y la arquitectura mexicana oscil¨® desde las posiciones abstractas y funcionalistas hacia las referencias vern¨¢culas. No es de extra?ar que Gonz¨¢lez de Le¨®n -el m¨¢s culto de su generaci¨®n- fue capaz de trascender las referencias inmediatas a la arquitectura vern¨¢cula, para indagar en los episodios m¨¢s notables de la arquitectura mexicana: la prehisp¨¢nica y el barroco colonial. Sus obras m¨¢s destacadas de estos a?os fueron las sedes bancarias que incorporaban paramentos c¨®ncavos en sus fachadas, como el conjunto de edificios y parque en Villahermosa y el Museo de sitio en Chichen-Itz¨¢, donde los muros de concreto aparente cincelado tomaron el lugar de columnas y trabes, y los espacios abiertos que enmarcaban los edificios institucionales fueron sustituidos por falsos arcos mayas. Los a?os noventa iniciaron con la remodelaci¨®n del Auditorio Nacional, donde se elev¨® la entrada para introducir bajo la nueva escalinata dos niveles de estacionamiento y se mejor¨® la accesibilidad al conjunto. Con la d¨¦cada la obra de Teodoro Gonz¨¢lez de Le¨®n regres¨® a la sintaxis abstracta, abandonando toda alusi¨®n literal a la historia y a la gestualidad. Sus proyectos se parecieron cada vez m¨¢s a las maquetas de cartulina donde se gestaron. Un resurgimiento creativo tard¨ªo lo llev¨® a una abstracci¨®n hier¨¢tica y blanca. Si sus obras abstractas de dos d¨¦cadas atr¨¢s eran s¨®lidas pero permeables, monumentales pero difusas, las obras de fin de siglo asumieron un car¨¢cter escult¨®rico para convertirse en arquitectura objeto, con una nueva monumentalidad m¨¢s aut¨®noma, si cabe, a cualquier referencia contextual. Las torres ¨Ccomo el Fondo de Cultura Econ¨®mica, el Corporativo Arcos Bosques y Reforma 222¨C son el mejor ejemplo de esta actitud, como alternativa a los templos civiles que se extend¨ªan sobre ejes peatonales pergolados o rodeaban plazas. Paralelamente a las torres, a lo largo de los a?os noventa, Teodoro Gonz¨¢lez de Le¨®n desarrolla varios proyectos cuya g¨¦nesis est¨¢ en el concurso para el Museo del Ni?o, donde la forma era resultado de las complejas relaciones espaciales generadas por figuras simples como prismas, cilindros, cubos y esferas. En la Escuela Superior de M¨²sica del Centro Nacional de las Artes se trat¨® de ensambles compuestos en planta a partir de un repertorio formal predeterminado, que en buena medida procede de su pintura y de sus relieves. Como suced¨ªa con Le Corbusier, en estos a?os la arquitectura y la pintura de Teodoro Gonz¨¢lez de Le¨®n se contaminaban mutuamente, prest¨¢ndose mecanismos de composici¨®n y recursos formales. Coautor de los primeros trazos de la Ciudad Universitaria, Gonz¨¢lez de Le¨®n tambi¨¦n complet¨® la pieza que faltaba en el Centro Cultural con el Museo Universitario de Arte Contempor¨¢neo.
Entre sus obras m¨¢s recientes caben destacar las torres Virreyes y Manacar, que desataron controversia y oposici¨®n vecinal por el potencial impacto urbano debido a sus respectivos tama?os. Pocas semanas atr¨¢s acompa?amos a Teodoro a una visita de obra por la Torre Manacar donde seleccion¨® materiales y revis¨® los detalles de las canceler¨ªas inclinadas sobre la Avenida de Insurgentes.
Teodoro nos deja un legado singular. Muere a los noventa a?os con la plenitud creativa y vital del corredor de fondo que fue. Con el tiempo, la tenacidad, las oportunidades, el rigor conceptual y constructivo de Teodoro Gonz¨¢lez de Le¨®n, han hecho posible una obra contundente y original, monumental y ¨²nica, mexicana y universal. Si bien siempre evit¨® explotar su condici¨®n nacional, no hay duda acerca de su procedencia, desde el uso de taludes, p¨¦rgolas y concreto aparente, del vac¨ªo como puesta en escena, como lugar de representaci¨®n, presente tanto en Teotihuacan como en el Z¨®calo capitalino, en la Ciudad Universitaria y en sus ¨ªconos urbanos. Teodoro Gonz¨¢lez de Le¨®n mantuvo una resistencia cr¨ªtica entre lo universal y lo local, entre la herencia corbusiana y el legado mexicano, que lo identific¨® con lo m¨¢s sobresaliente de los ¨²ltimos sesenta a?os, y que justifica el prestigio y el respeto del que goz¨® hasta sus ¨²ltimos d¨ªas. Sus arquitecturas son ensambles, sus textos son manifiestos, su pl¨¢tica erudita y c¨®mplice, y cada una de sus obras tiene su propia l¨®gica y realidad, siendo cada una un cap¨ªtulo de la historia reciente, de un modo de hacer y entender la arquitectura. A su vez, el uso exclusivo del concreto aparente cincelado como ¨²nico material, otorga una imagen s¨®lida y atemporal al conjunto de su obra.
Teodoro era un gran conversador que repudiaba la perorata y sab¨ªa escuchar. En cuanto tomaba la palabra era breve y certero. Tuve la suerte de pasar las ¨²ltimas horas de muchas tardes en su oficina, donde me descubr¨ªa autores que le emocionaban o le provocaban. Otras en su casa oyendo sus compositores favoritos. Y la fortuna de acompa?arlo por ciudades de este mundo -de Dallas a Quito, de Par¨ªs y Marsella a Nueva York-. Recorrimos lugares que parcialmente le pertenec¨ªan, donde vivi¨®, y que albergaban experiencias recientes y recuerdos de anta?o. Con Teodoro y Eugenia visitamos bajo la lluvia el taller de Am¨¦d¨¦e Ozenfant mutilado y la Sainte Chappelle donde, maravillado, hizo que nos maravill¨¢ramos como ¨¦l, que prest¨¢ramos la atenci¨®n necesaria a los vitrales y nos abstraj¨¦ramos del gent¨ªo. En el apartamento de Le Corbusier del edificio Molitor record¨® donde estuvo instalado un mes, dibujando las canceler¨ªas de madera que sustituir¨ªan a las originales de hierro podrido. En medio de la sala del estudio record¨® desde donde ve¨ªa el rinc¨®n en que Le Corbusier escrib¨ªa, y siguiendo sus movimientos y sus costumbres, rastreaba los objetos ¨Cpiedras y huesos- que coleccionaba. En el viaje a Marsella hizo gala de su memoria providencial a la que le exig¨ªa nombres y fechas, a veces golpe¨¢ndose la frente con los nudillos o las yemas de los dedos. Recuerdo cuando regres¨® fascinado de San Petesburgo y sobre todo del arquitecto neocl¨¢sico Carlo Rossi. O cuando le propuse en Nueva York que nos subi¨¦ramos a un helic¨®ptero y, tras pensarlo unos segundos, se anim¨®: la curiosidad le pudo. Al d¨ªa siguiente me confes¨® que no durmi¨®, con Manhattan como una roca con edificios clavados, dando vueltas por su memoria.
Sirvan estos apuntes para enumerar sus obras y contar algunas an¨¦cdotas para compartir mi profunda admiraci¨®n y cari?o a Teodoro, al arquitecto infatigable, al cr¨ªtico urbanista que desconfiaba de la pol¨ªtica, al mel¨®mano entusiasta, al lector curioso y, sobre todo al querido amigo. Ya te extra?o.
Miquel Adri¨¤ es arquitecto y director de la revista Arquine
Babelia
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