Xavier Andreu: ¡°El mito rom¨¢ntico revive cuando se habla de la furia de la selecci¨®n¡±
Xavier Andreu Miralles (Borriol, Castell¨®n, 1979), doctor en Historia Contempor¨¢nea, se ha sumergido en los mitos rom¨¢nticos que definieron a Espa?a en Europa para estudiar c¨®mo influyeron en el proyecto liberal de construir una identidad nacional. En El descubrimiento de Espa?a se ocupa, sobre todo, del periodo que va de 1830 a 1855, pero arranca mucho antes y se proyecta hasta mucho despu¨¦s, y pone en escena la tensi¨®n que existi¨® entre aquel imaginario que subrayaba la autenticidad y el primitivismo como marcas del car¨¢cter nacional y el af¨¢n de las ¨¦lites liberales de integrarse en la modernidad. Por sus p¨¢ginas desfilan bandoleros y gitanas, el mundo de Al Andalus, la Carmen de Merim¨¦e, se habla de toros y de majos y donjuanes, pero tambi¨¦n aparecen los amantes de Teruel y las obras de Cadalso, Zorrilla, Larra, Fern¨¢n Caballero o Ayguals de Izco, entre otros muchos.
PREGUNTA. ?C¨®mo se ve¨ªa a Espa?a?
RESPUESTA. A finales del siglo XVII y principios del XVIII, la Monarqu¨ªa espa?ola pierde la hegemon¨ªa pol¨ªtica y va imponi¨¦ndose en Europa lo que se conoce como leyenda negra, que habla de un pa¨ªs decadente y atrasado. Espa?a se ha quedado atr¨¢s, no es lo suficientemente moderna: ¨¦sa es la visi¨®n de los ilustrados. Los rom¨¢nticos aportan un punto positivo, el de la autenticidad.
P. ?Cu¨¢l es el desaf¨ªo de los liberales?
R. Quieren construir una naci¨®n moderna y se encuentran con que la visi¨®n que se ha impuesto de Espa?a en Europa es la de un pa¨ªs primitivo, atrasado, ex¨®tico, oriental. As¨ª que tienen que discutir, negociar y revisar esas im¨¢genes que se han construido desde fuera e intentar que de ese proceso surja una manera distinta de entender Espa?a.
P. ?Por qu¨¦ acude a los escritores para ilustrar ese proceso?
R. Las narraciones son decisivas en la construcci¨®n de la identidad nacional. Los sujetos se conciben como sujetos nacionales al inscribirse dentro de determinadas narrativas. Y ah¨ª la historia y la literatura son muy importantes porque son decisivas en la elaboraci¨®n de los imaginarios sociales. Nuestra forma de entender el mundo viene de esos relatos que nos ofrecen la historia, la literatura y, m¨¢s adelante, el cine.
P. Una de las tensiones que explora es la que existe entre la voluntad de los intelectuales y los gustos y aficiones del pueblo.
R. La construcci¨®n de las naciones es, sobre todo, cosa de los intelectuales. Pero estos necesitan ser convincentes, y para eso tienen que acomodar su discurso a los s¨ªmbolos y memorias de la cultura popular que puedan reconocer aquellos a quienes se dirigen. Ocurre con las corridas. Era una diversi¨®n muy popular que quisieron suprimir, por brutal, los ilustrados, y luego tambi¨¦n, de alguna manera, los liberales. Pero la gente segu¨ªa yendo a los toros. As¨ª que algunos intelectuales decidieron modificar su posici¨®n e intentaron eliminar sus elementos m¨¢s b¨¢rbaros para reformar el espect¨¢culo. En vez de que fuera sangriento, lo convirtieron en un arte, y procuraron que los toreros fueran dignos y respetables. La fiesta ten¨ªa que ser compatible con el mundo moderno.
P. ?Y c¨®mo se enfrentaron los intelectuales al mito rom¨¢ntico de Espa?a como sociedad b¨¢rbara?
¡°Con la crisis, el Norte han desenterrado los mitos sobre los pa¨ªses del Sur para achacarles determinadas conductas¡±
R. Buscan diferentes estrategias. Todos coinciden en general en aceptar el estereotipo rom¨¢ntico cuando se refiere a la situaci¨®n material de Espa?a: al retraso econ¨®mico y a la falta de adelantos tecnol¨®gicos. Espa?a est¨¢ por detr¨¢s, no hay discusi¨®n posible. Pero en el ¨¢mbito moral o espiritual, los autores espa?oles responden a los mitos rom¨¢nticos reivindicando una serie de valores que reclaman como propios. Uno de ellos es, para algunos, la religiosidad. Piensan que esa religiosidad, m¨¢s fuerte y m¨¢s aut¨¦ntica que las de los dem¨¢s, nos va a terminar sirviendo cuando consigamos igualar a Francia o Inglaterra. Nos permitir¨¢ estar por encima de la ligereza de los franceses y sabremos enfrentarnos mejor a los problemas sociales que superan los ingleses.
P. ?C¨®mo es posible que la ficci¨®n del car¨¢cter nacional haya determinado tanto la historia de las naciones?
R. Nadie puede creerse ya que, por el hecho de nacer en un pa¨ªs, un individuo va a desarrollar unas caracter¨ªsticas concretas o tendr¨¢ una visi¨®n del mundo determinada. Pero lo que es impresionante es la potencia que tiene esa idea a la hora de pensar el mundo y de ordenarlo. En el mundial, la selecci¨®n espa?ola es la furia, la pasi¨®n: los elementos que fij¨® el mito rom¨¢ntico vuelven entonces a activarse, reviven, salen a la luz. Y as¨ª descubrimos que los hemos interiorizado. La cuesti¨®n es ver hasta qu¨¦ punto las personas asumimos esas miradas y actuamos en funci¨®n de ellas, terminando por dar por buenos ante los de fuera los estereotipos que ellos han proyectado sobre nosotros. En la reciente crisis econ¨®mica, los pa¨ªses del Norte han vuelto a desenterrar los mitos sobre los pa¨ªses del Sur para achacarles determinadas conductas. Seguimos interpretando el mundo como un mundo de naciones.
P. Espa?a es tambi¨¦n distinta para los europeos por su proximidad con Oriente, que significa despotismo y atraso.
R. Las identidades se construyen siempre en relaci¨®n con un otro, y la idea de Europa como culmen de la civilizaci¨®n se construye frente a Oriente. Si Europa es la tierra de la libertad, Oriente es la del despotismo. Si Europa representa a la raz¨®n, Oriente es la pasi¨®n, lo irracional. Esa es la din¨¢mica que funciona. Lo interesante del caso espa?ol, y es lo que fascina a los europeos, es que es un otro interno. Nadie niega que Espa?a forme parte de Europa y que tenga un pasado muy vinculado a su historia. Pero al mismo tiempo es una zona, al menos para el romanticismo, que mantiene todo lo que caracteriza a las sociedades orientales. Es una zona donde ambos principios se han confundido.
P. Esto complica las cosas para ser modernos.
R. Claro, la modernidad es Occidente y nosotros tenemos un pasado oriental que no podemos negar. As¨ª que aquellos intelectuales salvan lo que es salvable de ese pasado: cuando Europa estaba en las tinieblas de la Edad Media, Al Andalus era el centro de la civilizaci¨®n. Y gracias a su relaci¨®n con los ¨¢rabes, Espa?a le dio a Europa el amor cort¨¦s y las luces. Al Andalus se reivindica as¨ª como una gloria de la naci¨®n espa?ola, pero como una gloria del pasado: no puede definirnos en el presente. El elemento que utilizan los intelectuales para conjurar y superar esa presencia es el cristianismo, que se convierte en lo que de verdad distingue a los espa?oles en la Edad Media. Esto se ve en autores como Mart¨ªnez de la Rosa o el Duque de Rivas. Al principio de los a?os treinta no son tan fervientemente cristianos, pero con el paso del tiempo, ya sea por tomar distancias con Oriente o por la revoluci¨®n liberal, que los obliga a coser determinadas heridas, lo son cada vez m¨¢s. En la defensa del cristianismo coinciden, sin embargo, con otros autores, incluso con muchos progresistas. Y es que los progresistas quieren ser modernos y Oriente es el mundo del despotismo, as¨ª que no pueden aceptarlo.
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