De Petrarca a lo abominable
Pens¨¦ en la asombrosa frecuencia y la facilidad con que pasamos de lo elevado a lo opuesto
A los parientes y amigos que iban a verle al exilio, Paco Panizo les mostraba cualquier sitio de Par¨ªs, salvo los de mayor enjundia. Por razones que ignoro, consideraba que el centro secreto de la ciudad se hallaba en la breve rue du Dragon, y m¨¢s concretamente en el lugar donde hasta 1935 estuvo la escultura que daba nombre a la calle.
Esa imagen, trasladada al Louvre, era un drag¨®n de piedra. Y a¨²n me acuerdo de cuando un pariente le recrimin¨® que tratara de hacerle admirar ¡°el centro secreto de Par¨ªs¡± en una escultura que ni siquiera pod¨ªa ver. Enfurecido, Panizo le llev¨® entonces al n¨²mero 50 de la muy cercana rue de Rennes, donde hab¨ªa una copia en bajo relieve de la escultura. Incluso en esta copia mediocre, dijo Panizo emocionado, est¨¢ el aut¨¦ntico coraz¨®n de la ciudad. Y fue como si hubiera querido indicarnos que no necesariamente nuestro lugar favorito ha de ser el m¨¢s previsible y que uno puede, por ejemplo, cruzar Alemania en ferrocarril mil veces y de todo lo visto al final retener solo las pat¨¦ticas siluetas de unos ¨¢rboles perfiladas en la cima de una colina en Wertach im Allg?u.
Y a¨²n me acuerdo de cuando un pariente le recrimin¨® que tratara de hacerle admirar ¡°el centro secreto de Par¨ªs¡± en una escultura que ni siquiera pod¨ªa ver.
Este agosto, nada m¨¢s llegar a Avi?¨®n, tuve la fastidiosa impresi¨®n de que era ineludible visitar lo importante, lo indiscutible: el Palacio de los Papas y el incompleto y tan popular puente sobre el R¨®dano. Esa misma tarde pas¨¦ por ambos lugares, y en el puente hasta me sent¨ª conmovido, pero solo porque record¨¦ que, cuando era muy joven, alguien tatare¨® all¨ª a mi lado una canci¨®n de Leny Escudero.
Al d¨ªa siguiente, en el trivial jard¨ªn del teatro Les Halles, descubr¨ªa de pronto que all¨ª mismo ¡ªanta?o un convento de las Clarisas¡ª Petrarca hab¨ªa visto a Laura, y as¨ª lo hab¨ªa dejado documentado para siempre: ¡°Apareci¨® por primera vez a mis ojos en el tiempo de mi primera juventud, un seis de abril de 1327, en la iglesia Santa Clara de Avi?¨®n¡±. Me pareci¨® que el jard¨ªn ten¨ªa trampa, demasiado sublime para elegirlo como centro de aquel viaje. Y segu¨ª mi camino. Pero m¨¢s tarde pens¨¦ en la asombrosa frecuencia y no menos sorprendente facilidad con la que pasamos de lo elevado a lo opuesto, de lo glorioso a lo abominable. Y me acord¨¦ de todos nosotros. Y tambi¨¦n de cuando Silvina Ocampo ¡ªlo transcribe Alan Pauls en El factor Borges¡ª narraba con perplejidad c¨®mo ella y Bioy hab¨ªan participado de ciertas excursiones nocturnas del autor de El Aleph: ¡°Durante a?os nos paseamos por uno de los lugares m¨¢s sucios de Buenos Aires, el puente Alsina. Camin¨¢bamos por calles llenas de barro. Llev¨¢bamos hasta all¨ª a amigos escritores que ven¨ªan de Europa o de Norteam¨¦rica, o incluso a argentinos a los que tambi¨¦n quer¨ªamos. No hab¨ªa nada en el mundo como ese puente. A veces, por el camino, nos encontr¨¢bamos, como en sue?os, con caballos, con vacas perdidas. ¡®Aqu¨ª el puente Alsina¡¯, dec¨ªa Borges cuando nos acerc¨¢bamos a los desechos de la basura y la pestilencia del agua. Entonces Borges se pon¨ªa contento pensando que nuestro hu¨¦sped tambi¨¦n se pondr¨ªa contento¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.