La creciente geograf¨ªa del exilio
Las correspondencia entre Max Aub y Vicente Aleixandre y las cartas de Ram¨®n Gaya a sus amigos se suman a los epistolarios que enriquecen la bibliograf¨ªa sobre el destierro
De la vivencia del exilio nadie sale inmune y sin m¨¢cula, pero de la inmersi¨®n bibliogr¨¢fica en su rabia y su fulgor tampoco. Hoy el mapa de tierras es gigantescamente m¨¢s rico que antes y cada dos por tres llegan nuevas sorpresas, costas mejor perfiladas y recodos imprevistos. Mientras la Universidad de Madrid vive en 1956 el primer acto p¨²blico de rebeli¨®n coordinada contra el franquismo, urdido por los comunistas clandestinos, Ram¨®n Gaya viaja de M¨¦xico a Italia para volverse loco de gusto, de gozo y de pintura, y apenas unos meses despu¨¦s de esa experiencia luminosa, Max Aub y Vicente Aleixandre se escriben, por primera vez tras la guerra, cartas que los descubren desnudos. Al primero, en su ternura efusiva y combativa de escritor incontinente; al segundo, en su teatro ¨ªntimo de exaltaci¨®n entusiasta y un punto pueril, que sin embargo encanta a Max Aub. Durante unos 15 a?os se escribir¨¢n para mandarse libros, intercambiar noticias (sobre D¨¢maso Alonso, Jorge Guill¨¦n, Gerardo Diego) y buenos deseos, adem¨¢s de prometerse un emocionado encuentro personal que llegar¨¢ en 1969, cuando Max Aub obtiene los permisos rei?teradamente denegados por el franquismo para visitar Espa?a, como han hecho ya tant¨ªsimos otros exiliados.
Pero la melancol¨ªa y el desenga?o pueden con ¨¦l, y el rastro m¨¢s apretado y furioso de todo est¨¢ en La gallina ciega, su diario espa?ol publicado en 1971, poco antes de morir. Dice Aub en una carta: ¡°El libro no es bueno. Pero no me importa¡±. Para el lector de hoy no s¨®lo es estupendo, sino que vale como radiograf¨ªa secreta de la impotencia sin culpa del exilio, mucho m¨¢s visible gracias a la edici¨®n disponible de Manuel Aznar en la editorial Alba, donde los nombres camuflados o callados se restituyen en nota (incluido el de Vicente Aleixandre). Pero lo central est¨¢ en otro sitio: est¨¢ en volver demasiado pronto o volver demasiado tarde y en saber que no hay acierto posible tanto si es antes como si es despu¨¦s. Silvia Mistral recordaba en un art¨ªculo que Pere Calders confesaba con angustia que hab¨ªa pasado m¨¢s tiempo de su vida oyendo cosas de M¨¦xico en su exilio que cosas de su Mediterr¨¢neo natal, y regres¨® en 1963 con el ansia literaria de corregir ese desequilibrio: su futuro inquietante entonces acab¨® siendo brillante como escritor consagrado de la democracia.
Cartas a sus amigos. Ram¨®n Gaya. Edici¨®n de Isabel Verdejo y Nigel Dennis y pr¨®logo de Andr¨¦s Trapiello. Pre-Textos. Valencia, 2016. 707 p¨¢ginas. 35 euros
Diario de un retorno a dos voces. Correspondencia entre Cecilia G. de Guitarte y Silvia Mistral. Edici¨®n de M¨®nica Jato Ulises. Renacimiento. Sevilla, 2015. 503 p¨¢ginas. 25 euros
Epistolario entre Max Aub y Vicente Aleixandre. Edici¨®n de Xelo Candel Vila y pr¨®logo de Gabriele Morelli. Renacimiento. Sevilla, 2014. 200 p¨¢ginas. 16 euros
No le sucedi¨® eso a la interlocutora de Silvia Mistral, Cecilia G. de Guilarte: apenas lleg¨® como una jovenc¨ªsima escritora al exilio mexicano de 1939 y su regreso a Espa?a a principio de los setenta la sumerge en una ruleta rusa de decepciones y desenga?os que no impiden la escritura, aunque acaban diluy¨¦ndola como escritora. M¨®nica Jato ha hecho bien en prologar con generosidad y distancia cr¨ªtica un epistolario que cuenta la vivencia del desembarco en el tardofranquismo de una exiliada escritora, sin demasiado ¨¦xito pero alguna proyecci¨®n cultural, y esa sensaci¨®n de haber llegado fuera de tiempo, fuera de hora, mal restituida a la realidad de un pa¨ªs que es irreconocible.
Ram¨®n Gaya en cambio se plant¨® en Madrid y Barcelona en 1960, despu¨¦s de haber descrito el a?o anterior a un ¨ªntimo amigo las razones de su resistencia a volver, ¡°no se debe a motivos o reparos pol¨ªticos (que no me han importado nunca y hoy me importan menos) sino a desconfianza de tipo¡ mec¨¢nico-papel¨ªstico¡±: es decir, el miedo a no poder salir, a tener problemas por su pasado republicano, a vivir un infierno con el poder franquista. Cuando ya ha regresado y ya ha vuelto a irse, sabe que a la ¡°r¨ªspida Espa?a¡± la ¡°soporto muy mal¡±, aunque es verdad que ah¨ª podr¨ªa contar ya ¡°con estudio magn¨ªfico gratis, donde vivir y pintar, o¨ªr buenos discos, leer buenos libros, con unos pinos que casi entran por las ventanas y¡ rascarme¡± (junio de 1965, en carta a Tom¨¢s Segovia).
Parece mentira que hable de Espa?a, pero habla de Espa?a contra M¨¦xico, tras haber vivido largu¨ªsimas y plet¨®ricas temporadas en Europa y sobre todo en Italia, Venecia, Roma, Florencia: sus cartas son minuciosas y anal¨ªticas meditaciones de pintor, pero muchas veces tambi¨¦n se enreda en reblandecidos asuntos privados y quisicosas de poca relevancia. Entre sus 40 y sus 50 a?os, el epistolario crece en veracidad, contundencia y expresividad, aunque tambi¨¦n en caprichos y arbitrariedades sin n¨²mero que Andr¨¦s Trapiello excusa comprensiblemente en un pr¨®logo a la altura de una edici¨®n mod¨¦lica y hasta fastuosa, a cargo de su segunda esposa, Isabel Verdejo, y del hispanista reci¨¦n desaparecido Nigel Dennis. Asistir a la madurez lenta de Tom¨¢s Segovia y las reconvenciones de Gaya a sus precipitaciones y despistes es un lujo real, como lo es convivir con Juan Gil-Albert y las intolerancias de Gaya hacia sus flaquezas. Pero lo mismo vale para las apariciones frecuentes de Mar¨ªa (y Araceli) Zambrano o los infinitos comentarios sobre otros, casi siempre con ese desd¨¦n del solitario un tanto altivo, contra corriente orgullosamente y siempre un pelda?o por encima de otros, demasiados, incluido un Vermeer, que es ¡°excelent¨ªsimo orfebre sordomudo con mirada de pintor, eso s¨ª, pero s¨®lo mirada, porque de pintura, ni un cent¨ªmetro¡± (que es todo lo contrario que sucede con los casi 250 dibujos de Rembrandt que ha visto en ?msterdam). El exilio no fue quien le hizo creer eso ni tampoco quien le anim¨® a ver en Albert Camus, y un tanto intempestivamente, ¡°algo chato, de miseria francesa, apa?adito, de moralina pobre, incluso trucada (no a la manera grande, gitana, expuesta, sino a la manera disimulada y burguesa)¡±. La geograf¨ªa del exilio sigue creciendo.
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