Garabato
¡°Esa expresi¨®n art¨ªstica representa en suma el placer, mientras dure, de pensar por pensar sin mediaci¨®n alguna¡±
Etimol¨®gicamente, el t¨¦rmino castellano ¡°garabato¡± tiene un origen confuso, que quiz¨¢ se remonta a la palabra prerromana ¡°carba¡±, que significa rama o arbusto. En cualquier caso, su primitivo uso en algunas lenguas romances, como el castellano o el portugu¨¦s, alud¨ªa a un instrumento curvo, gancho o garfio retorcidos, que coronaba a veces un palo o vara largos para facilitar su mejor alcance prensil. Nada o muy poco aparentemente que ver, por tanto, con el que le damos hoy a esta palabra, que la empleamos para describir unos trazos caligr¨¢ficos informales de cualquiera o los esbozos m¨¢s primarios de un artista, estampados, por lo general, en un soporte aleatorio y fr¨¢gil. En su breve y sustancioso ensayo Racimo de cabezas grotescas. Goya y sus garabatos (Fundaci¨®n del Garabato), su autora, Malena Manrique, cita al respecto la opini¨®n de su sabio maestro, Gonzalo Borr¨¢s, que considera estas anotaciones como el modo de conexi¨®n m¨¢s adecuado con las ¡°fuerzas oscuras¡± de su subconsciencia.
Manrique piensa que uno de los mejores cauces art¨ªsticos para atisbar estos espont¨¢neos tanteos nos lo proporcionan las cartillas fisiogn¨®micas, que estudiaban desde la Antig¨¹edad cl¨¢sica los rasgos del rostro humano como expresi¨®n del prototipo de su car¨¢cter, un saber imprescindible para el buen retratista. En la ¨¦poca moderna, este af¨¢n se fue trocando en una creciente exploraci¨®n del lado oscuro de nuestra mente, dando as¨ª rienda suelta a la improvisaci¨®n. De esta manera, la simple analog¨ªa moral cl¨¢sica entre la facies humana y la de los animales se transform¨® progresivamente en la exploraci¨®n de ese reino tenebroso de nuestras sombras, que qued¨® compendiado con el t¨¦rmino de lo ¡°grotesco¡±, que empez¨® a usarse en el Renacimiento.
Uno de los primeros en dejarse llevar por esta espont¨¢nea caligraf¨ªa de efigiar rostros monstruosos fue Leonardo da Vinci, un aplicado observador de lo real sin excluir su parte m¨¢s fant¨¢stica, pero desde entonces y, en particular, desde el siglo XVIII, la centuria en la que se fragu¨® nuestro mundo contempor¨¢neo, se impuso ese g¨¦nero significativamente denominado ¡°caricatura¡±. Malena Manrique cita al respecto, en su apretado ensayo, muchos de los nombres m¨¢s caracter¨ªsticos de este arte, pero le concede especial atenci¨®n a Goya, figura her¨¢ldica en este menester de representar toda suerte de disparates grotescos, haciendo de lo monstruoso, como lo apunt¨® Baudelaire, algo viable.
El arte no figurativo del siglo XX podr¨ªa haber puesto coto a esta man¨ªa creativa. Sin embargo, la llev¨® a su explotaci¨®n extrema a trav¨¦s, sobre todo, del expresionismo abstracto y el informalismo, y, recientemente, de esa corriente conocida como arte abyecto. No sabiendo con certeza lo que el arte es en nuestra ¨¦poca, esta deriva en pos de los mecanismos autom¨¢ticos del subconsciente se puede interpretar como la culminaci¨®n de un ansia por remarcar lo subjetivo en una sociedad cada vez m¨¢s pragm¨¢ticamente ordenada, o, como lo enunci¨®, en 1924, el pensador R. G. Collingwood en El arte y la imaginaci¨®n (Casimiro), ¡°el arte es la vanguardia de la mente, la eterna incursi¨®n que lleva a cabo el pensamiento en lo desconocido, el acto en el que ese pensamiento se plantea un problema nuevo¡±. En este sentido, el garabato art¨ªstico es quiz¨¢s hoy la ¨²nica actividad mental restante en que el placer de interrogarse sobre todo no implica necesariamente ninguna respuesta tonificante; en suma: el placer, mientras dure, de pensar por pensar sin mediaci¨®n alguna.
¡°Esa expresi¨®n art¨ªstica representa en suma el placer, mientras dure, de pensar por pensar sin mediaci¨®n alguna¡±
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