El abyecto insuperable
Una monumental edici¨®n biling¨¹e re¨²ne ahora la obra completa en verso y prosa de Arthur Rimbaud
Siglo y medio despu¨¦s de su fallecimiento en Marsella a causa de una gangrena, seguimos creyendo que Arthur Rimbaud existi¨®. Una hipnosis que dura demasiado tiempo y que ha convertido a ese leproso de las letras y a ese ¡°maestro en fantasmagor¨ªas¡± en una referencia ineludible de la literatura universal. No hay poeta que no se mida con el patr¨®n-oro que fijaron sus versos y con el patr¨®n-v¨¦rtigo que fijaron sus d¨ªas. Una obra y una biograf¨ªa alucinadas que todav¨ªa conspiran contra los que, sinti¨¦ndose obligados a sentar a la Belleza en sus rodillas, no se atreven a estrangularla por miedo a cualquiera de los infiernos a los que conduce ¡°el desarreglo de todos los sentidos¡± o, de atreverse, enseguida le piden perd¨®n y acaban lloriqueando en sus brazos maternales. Porque al lado de Rimbaud todos seguimos siendo atildados parnasianos de coraz¨®n sensible que, en mayor o menor grado, confiamos en las apariencias del mundo y en sus inercias epistemol¨®gicas y hermen¨¦uticas. Incluso nuestros malditos oficiales (un Allen Ginsberg, un Leopoldo Mar¨ªa Panero, una Alda Merini) o semisecretos (un Fernando Merlo, un N¨¦stor Per?longher) parecen, comparados con ¨¦l, antes ni?os traviesos escondidos en el fondo de un armario (o de un archivador universitario) que ni?os terribles dispuestos a invocar la nada cometiendo cr¨ªmenes, salvajismos, repugnancias y crueldades. Es posible, pens¨¢ndolo bien, que, por encima de los mencionados arriba, haya habido algo de goliardo y de Villon en Rimbaud y algo genuino y esencial de Rimbaud en Paul Celan, que tambi¨¦n se pele¨® sin cuartel con el lenguaje y con la vida y que hizo del Sena su Harar, pero poco m¨¢s.
Arthur Rimbaud, de hecho, se semeja m¨¢s a algunos santos que a los poetas. Como a Sisoes, que se entreg¨®, en el Egipto del siglo IV, a la ¡°santa abyecci¨®n¡± para ser despreciado por todos, o a Ikkyu, fundador del zen hilo rojo (el hilo rojo de la pasi¨®n) que, en el Jap¨®n del XIV, comet¨ªa toda clase de locuras porque, seg¨²n ¨¦l, era f¨¢cil entrar en el reino de los budas, pero muy dif¨ªcil entrar en el mundo de los demonios. El adolescente de Charleville, de esa estirpe aunque no hubiera escuchado hablar de ellos, envenen¨® su cuerpo para envenenar su ser social y retorci¨® su alma hasta exprimirle sus ¨²ltimas gotas de beater¨ªa provinciana y hacerle gritar blasfemias y maldiciones. Un atleta del abismo que no se conform¨® con asomarse a ¨¦l, sino que quiso robarle sus im¨¢genes, sus visiones, su ca¨ªda, su eco y, al final de todo, cuando se exili¨® de s¨ª mismo y de su tierra march¨¢ndose a Abisinia, su silencio. Y un muerto-viviente, que es lo que define a los ascetas extremos de todas las tradiciones, que desmigaja su yo (¡°Yo es otro¡± ha quedado como una de sus frases m¨¢s citadas y analizadas) como pan viejo que se lanza a las palomas.
Fue un atleta del abismo que no se conform¨® con asomarse a ¨¦l, sino que quiso robarle sus im¨¢genes, sus visiones, su ca¨ªda
Arthur Rimbaud se lament¨® en una ocasi¨®n de haber perdido por delicadeza su vida. Casi la pierde de verdad cuando Verlaine, su amante, su mantenedor y su introductor en la escena literaria parisiense, le dispar¨® en el c¨¦lebre episodio de Bruselas hiri¨¦ndole en el antebrazo. Era el ¡°tiempo de los asesinos¡± y hab¨ªa que escribir con una pistola en la mano mientras se apuraba ¡°un licor no tasado de la f¨¢brica de Sat¨¢n¡±. El hast¨ªo, la desdicha, la suciedad, la pobreza, la maldad o la idiotez, productores de indelicadezas a granel, le hicieron inasimilable en una sociedad pacata y triste que era burguesa incluso en sus revoluciones. Ni siquiera Verlaine, violento y pusil¨¢nime a partes iguales y demasiado impactado por el rayo que hab¨ªa roto en su cabeza, le comprendi¨® bien. Y si ¨¦l no lo consigui¨®, tampoco pudieron hacerlo, despu¨¦s de ¨¦l, y por mencionar s¨®lo a grandes escritores, Paul Claudel o Andr¨¦ Breton, Henry Miller o Pierre Michon, Enid Starkie o Edmund White, Yves Bonnefoy o Alain Borer. Demasiado delicados todos en su acercamiento al personaje, cuyas heridas vendan antes de presentarlo al p¨²blico para que no manchen ni incomoden cuando era eso precisamente, manchar e incomodar hasta la n¨¢usea, lo que pretend¨ªa Rimbaud en su cruzada contra los biempensantes y los ultraeducados. Espl¨¦ndidos textos los de todos ellos y muchos m¨¢s, pero por delicadeza se perdieron la vida y la poes¨ªa de Rimbaud, por respeto, por falta de valor, por pavor al contagio que pudieran haber producido en las suyas.
Las m¨¢s de 1.600 p¨¢ginas de esta edici¨®n otorgan un buen cuerpo a quien extenu¨® el suyo en tabernas y desiertos
Por eso a Rimbaud hay que conocerle en primera persona, sin intermediarios ni prejuicios. Y por eso impresiona ver tanta intensidad junta por primera vez en nuestra lengua. M¨¢s de 1.600 p¨¢ginas otorgan un buen cuerpo a quien extenu¨® el suyo en establos, caminos, tabernas y desiertos. Sus poemas, sus cartas, sus borradores. El pr¨®logo, la cronolog¨ªa, un diccionario de personas relacionadas con el autor, las notas, las fotograf¨ªas, la bibliograf¨ªa, los ¨ªndices. Un gran trabajo, firmado por Mauro Armi?o, dedicado a quien se enorgulleci¨®, al menos en su ¨¦poca primera, de no haber trabajado nunca, de no querer trabajar jam¨¢s y de vivir ocioso como un sapo. Toda una obra realizada al galope para alcanzar algo, no se sabe muy bien qu¨¦, que acab¨® descabalg¨¢ndole, un desarzonado m¨¢s de los muchos que ha habido en la historia (Pascal Quignard los ha estudiado con gran sensibilidad) que, al contrario que sus antecesores, desisti¨® a tiempo de fundar una religi¨®n definitiva, una secta m¨¢gica o una po¨¦tica obligatoria. Lo que s¨ª dej¨®, este inexistente vocacional (la inexistencia fue la ¨²nica vocaci¨®n a la que fue siempre fiel, el ¨²nico amor que nunca le provoc¨® desasosiegos, la madre no severa que le acompa?¨® sin censurarle en las buenas y en las malas rachas, el padre que no se ausent¨® un d¨ªa para siempre), fue una vara de medir poemas y poetas que lleva m¨¢s de 150 a?os sin quebrarse por m¨¢s estacazos que haya descargado en el lomo de muchos aspirantes.
Obra completa biling¨¹e. Arthur Rimbaud. Edici¨®n de Mauro Armi?o. Atalanta. Girona, 2016. CVI + 1.513 p¨¢ginas. 59 euros.
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