La sagrada tarea de actor
Dominaba el gesto, la onomatopeya, el ritmo y con la risa convert¨ªa a los viejos en j¨®venes y a los j¨®venes en ni?os
Dario Fo se cruz¨® en mi camino en los a?os ochenta. O mejor dir¨¦, para evitar la presunci¨®n, que yo me cruc¨¦ en el suyo, que era una avenida por la que circulaban las m¨¢s antiguas tradiciones del teatro europeo. Hice en Barcelona dos obras suyas que me reportaron grandes satisfacciones y un ¨¦xito incipiente que celebr¨¦ con gran alegr¨ªa: Ten¨ªa dos pistolas de ojos blancos y negros y Aqu¨ª no paga nadie que nosotros representamos con el t¨ªtulo Sopa de mijo para cenar, en versi¨®n de Ferm¨ªn Cabal. Dario Fo era un maestro, estaba tocado por la m¨¢gica inspiraci¨®n italiana del arte, la pintura, la arquitectura, la poes¨ªa, la canci¨®n y, por supuesto, el teatro. Entre los grandes maestros de una generaci¨®n, ¨¦l era un referente angular. Estaban ¨¦l y Vittorio Gassman y, aqu¨ª en Espa?a, Adolfo Marsillach, Fern¨¢n G¨®mez y Rabal. Todos ellos fueron para m¨ª modelos y reverenciados iconos del camino que yo quer¨ªa recorrer tambi¨¦n por m¨ª mismo. Expresaban la dignificaci¨®n del teatro y de la funci¨®n del actor como una tarea casi sagrada. Ya no nos quedan m¨¢s que algunos y algunas figuras que todav¨ªa representan esta luz. La siguiente generaci¨®n, la m¨ªa, estamos ya en la primera l¨ªnea de fuego exhibiendo el penacho de la mueca egregia y esperando en las trincheras el incierto amanecer. ?Que venga cuanto m¨¢s tarde mejor! Si Dios quiere.
Fo recibi¨® el Premio Nobel de Literatura en 1997, que fue un reconocimiento al teatro en general. Cuando ¨¦l actuaba se congregaban varias generaciones de espectadores para presenciar un acontecimiento que ¨¦l convert¨ªa siempre en un rito ¨²nico. Dominaba el gesto, la onomatopeya, el ritmo y con la risa convert¨ªa a los viejos en j¨®venes y a los j¨®venes en ni?os. El Vaticano de aquella ¨¦poca tuvo el desafortunado gesto de protestar contra el Nobel Dario Fo. Pero ¨¦l, a?os m¨¢s tarde, escribi¨® y represent¨® a un Francisco de As¨ªs que evocaba el aliento invisible de una belleza y de un canto que parec¨ªan de otro mundo. Esta obra yo tuve el privilegio de representarla con ¨¦xito durante varios a?os por toda Espa?a y cambi¨® mi vida. Al punto absorb¨ª de Dario Fo y de Francesco ese aliento para seguir mi camino.
Qu¨¦ dir¨ªa ahora este Vaticano cuando se entere de que Francesco recibi¨® a Dario en el p¨®rtico de los misterios y que el viejo, rojo y "aparentemente agn¨®stico" Dario Fo, se encuentra ahora cantando maitines en el cielo.
Babelia
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