Bob Dylan, ?un Nobel de literatura para un cantante?

Homero es tal vez el autor m¨¢s le¨ªdo e influyente de la historia de la cultura occidental. Los historiadores coinciden desde hace poco tiempo en que existi¨®, esto es, en que hubo un autor ¨²nico; en que posiblemente era ciego y en que no escribi¨® una l¨ªnea. Sus traductores prefieren decir que "compuso" la Iliada y la Odisea y evitan cuidadosamente la palabra escritura. Sus relatos forman parte de una largu¨ªsima tradici¨®n oral que se prolong¨® durante toda la antig¨¹edad hasta bien entrado el Renacimiento, donde la cultura escrita comenz¨® a tomar cuerpo con la imprenta. El bardo franc¨¦s Fran?ois Villon o el an¨®nimo autor de El M¨ªo Cid han forjado la literatura occidental, al igual que los cuentos infantiles, relatos orales milenarios. Se puede argumentar que Bob Dylan, cuyo premio Nobel de Literatura ha generado una intensa pol¨¦mica, forma parte de esa vieja tradici¨®n de juglares.

Los Nobel, hasta ahora, hab¨ªan provocado m¨¢s discusiones p¨²blicas por motivos pol¨ªticos que por el g¨¦nero literario en el que recaen. En plena Guerra Fr¨ªa, el galard¨®n a Alexandr Solzhenitsin "recibi¨® muchas cr¨ªticas no solo en la URSS, sino tambi¨¦n en Suecia", entonces un pa¨ªs neutral, como ha reconocido Peter Englund, anterior secretario permanente de la Academia Sueca. En su testamento, Alfred Nobel dej¨® establecido que el premio de Literatura deber¨ªa ser concedido "a una persona que en el campo de la literatura haya producido una obra sobresaliente impulsada por un poderoso ideal". No existen m¨¢s indicaciones.

Como las negociaciones son secretas durante 50 a?os, es imposible saber cu¨¢les son los criterios que se utilizan ahora. En una reciente visita al Museo Nobel, en Estocolmo, sus responsables explicaron que el premio era totalmente ajeno a los criterios pol¨ªticos, pero que las deliberaciones revelaron que los miembros de la Academia se resistieron a darle el Nobel a Ezra Pound por sus simpat¨ªas hacia el fascismo. La inmensa mayor¨ªa de los ganadores son narradores, pero las excepciones son numerosas: el segundo premio Nobel, en 1902, fue Theodor Mommsen, el gran historiador de la Roma cl¨¢sica. Ning¨²n historiador lo volvi¨® a ganar hasta la bielorrusa Svetlana Aleksi¨¦vich en 2015. El historiador espa?ol Ram¨®n Men¨¦ndez Pidal?¡ªun gran experto en la l¨ªrica medieval¡ª?lleg¨® varias veces a la recta final de las discusiones de los acad¨¦micos suecos, pero nunca lo recibi¨®.

Lo han ganado unos cuantos poetas, alg¨²n dramaturgo, pero muy pocos fil¨®sofos: solo Jean-Paul Sartre, que lo rechaz¨® aunque figura en la lista de los Nobel porque es una decisi¨®n inapelable, y Bertrand Russell "por su defensa de la libertad de pensamiento". Uno de los personajes clave de la historia del siglo XX, Winston Churchill, lo consigui¨® en 1953 no solo por sus memorias, sino tambi¨¦n "por su brillante oratoria". Fue tambi¨¦n un Nobel a la oralidad. Sus palabras, discursos como el de "sangre, esfuerzo, l¨¢grimas y sudor", no se las llev¨® el viento, sino que siguen flotando en nuestra conciencia colectiva, pese a que fueron escritas para ser escuchadas, no para ser le¨ªdas.