Dario Fo, la estirpe del juglar moderno
Su compromiso pol¨ªtico y su deuda con lo popular le permitieron desarrollar su propio lenguaje
Tras m¨¢s de setenta a?os pisando las tablas del escenario, y forjando las del compromiso pol¨ªtico, se nos ha ido Dario Fo, que gustaba presentarse a s¨ª mismo como un continuador de la escuela juglaresca; de una narraci¨®n oral arcaica y eficaz, cuya presencia, pertinaz en su dramaturgia, Fo consigui¨® preservar, contra el viento y las mareas pol¨ªticas y teatrales del siglo XX. Un siglo que atraves¨® llevando el arte dram¨¢tico desde el papel al escenario como autor, actor, director y activista.
Su compromiso pol¨ªtico le granje¨® problemas con la censura, ataques fascistas, agresiones graves ¡ªa ¨¦l y a su compa?era, la tambi¨¦n teatrera Franca Rame¡ª e incluso la denegaci¨®n de visados para actuar en EE UU por su izquierdismo, durante los a?os sesenta. Las mismas razones que retrasaron su presencia en nuestro pa¨ªs, no materializada hasta los ochenta, convertido ya en un virtuoso de la escena, tan sobrio como eficaz: se presentaba en solitario sobre un escenario desnudo, con una indumentaria negra que destacaba un rostro y un cuerpo extraordinariamente expresivos. ?Qu¨¦ descubrimiento para los que acudimos, perplejos, a sus primeros mon¨®logos en Espa?a! Tra¨ªa un repertorio c¨®mico que pon¨ªa en solfa la hipocres¨ªa del catolicismo y lo advenedizo de la pol¨ªtica occidental¡ ?y oriental! a trav¨¦s de una interpretaci¨®n que destilaba la memoria viva de la tradici¨®n popular, a la que perteneci¨® su figura ¨²nica.
Su coherente actualizaci¨®n de esa tradici¨®n, vinculada a los temas de nuestra sociedad, le hicieron merecedor del Premio Nobel de Literatura 1996, abriendo dicha categor¨ªa, hasta entonces asociada a la alta cultura, a ejemplares como el que hoy mismo le flanquean: Bob Dylan, Premio Nobel de Literatura 2016. Y es algo hermoso que celebremos la despedida de Fo el mismo d¨ªa en que se hermana con otro poeta popular. La Academia Sueca atribuy¨® entonces la concesi¨®n ¡°al esp¨ªritu renovador de un teatro que castiga a los poderes establecidos y restaura la dignidad de los oprimidos¡±. Y en su discurso de entrega, Fo homenaje¨® a los juglares, a los bufones renacentistas, a Moli¨¨re y a los narradores de historias de su infancia. Un linaje de hondas ra¨ªces tan necesario antes como ahora, que dio a su obra un alcance universal.
Nacido en el norte de Lombard¨ªa, Fo se hab¨ªa iniciado en la interpretaci¨®n como narrador de historias de ra¨ªz popular, hasta que, en los a?os cincuenta, el mimo franc¨¦s Jacques Lecoq, durante un viaje a Italia, le ense?¨® a habitar el escenario, ofreciendo con las palabras la otra cara de lo que su m¨ªmica desgarbada pod¨ªa ofrecer. El resto de su escuela proced¨ªa de la riqu¨ªsima tradici¨®n italiana del teatro popular, a la que perteneci¨® tambi¨¦n Franca Rame. Hija ella misma de artistas, ep¨ªgonos de la comedia del arte, su familia era a¨²n depositaria de materiales ancestrales, como las antiguas tramas de los c¨®micos piamonteses del siglo XIX, por lo que la contribuci¨®n de Franca a la obra de Fo se extendi¨® del nivel dramat¨²rgico y pol¨ªtico, a la gesti¨®n de las compa?¨ªas que ambos fundaron, forjando en buena medida la personalidad teatral de su compa?ero de vida.
La ins¨®lita mezcla de fineza vanguardista transmitida por el mimo franc¨¦s, y los motivos populares, remotos y cercanos, fueron la base de la tot¨¦mica personalidad de Fo, que conoci¨®, sin duda, la erudici¨®n, pero la tamiz¨® luchando contra el academicismo. Qu¨¦ falta nos ha hecho siempre disfrutar de la cultura como ¨¦l nos ense?aba: como un bien de todos, accesible a todos. Por eso Fo no deslindaba el hecho de escribir del hecho de actuar, pues manten¨ªa que el teatro no era literatura, aunque se sirviera de ella: de ah¨ª que practicara la ¡°escritura esc¨¦nica¡±, adscribi¨¦ndose a la escuela dramat¨²rgica juglaresca.
Su compromiso pol¨ªtico y su deuda con lo popular le permitieron desarrollar su propio lenguaje, actualizando las tradiciones orales y los espect¨¢culos de calle en una nueva forma combativa y mordaz, fundamental para la historia del siglo XX. No solo la del teatro. Con ¨¦l termina, tal vez, la estirpe del juglar moderno.
A nosotros nos toca seguir construyendo desde su legado.
*Ana Fern¨¢ndez Valbuena es profesora de Artes Esc¨¦nicas en la Universidad Nebrija.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.