Tranquilos placeres burgueses
Norah Jones ha mejorado como vocalista; se muestra m¨¢s sensual y segura. Sin embargo, esa nueva riqueza de matices expresivos no sirve de mucho con esas letras gen¨¦ricas
Artista: Norah Jones.
Disco: Day Breaks.
Sello: Blue Note / Universal.
Calificaci¨®n: 6 sobre 10.
Tengo que reconocerlo: no soy imparcial. Recuerdo la ascensi¨®n a la fama de Norah Jones como uno de los momentos m¨¢s deprimentes de mi, ejem, recorrido profesional. Desde luego, su propuesta luc¨ªa atractiva. Ella misma era atractiva y ten¨ªa adem¨¢s una historia irresistible (?la hija secreta de Ravi Shankar y una promotora estadounidense!). Pero Norah fue objeto de una falsificaci¨®n aberrante, hiriente por su premeditado descaro y sus dimensiones.
Sali¨® su primer disco en Blue Note, un sello que (ingenuos) cre¨ªamos sagrado. Fue lanzada como ¡°artista de jazz¡±, con el prestigio que eso supone. No soy un purista, todo lo contrario, pero me desagrada que nos intenten enga?ar, vendiendo como jazz lo que no pasaba de ser un producto light.
Come away with me era el disco de una cantautora, una cantautora no particularmente inspirada (la mayor¨ªa de las composiciones estaban firmadas por otros). Igual se me escapa algo, pens¨¦. Fui a verla en directo y aquello me supo ins¨ªpido, blando. Extraordinariamente chocante fue observar como bostezaban compa?eros de la cr¨ªtica¡que al d¨ªa siguiente se perd¨ªan en ditirambos y volv¨ªan a usar la palabra m¨¢gica: ¡°jazz¡±.
Muy desmoralizador: si la gente enterada se sent¨ªa obligada a prolongar mentiras tan evidentes, ?qu¨¦ esperanza ten¨ªamos? Los discos de Norah se vend¨ªan como parte de un reluciente pack de estilo de vida: los promocionaba Starbucks, entonces un signo de distinci¨®n. Finalmente, archiv¨¦ a Norah Jones en el caj¨®n de fen¨®menos inexplicables.
Que conste que hice alg¨²n esfuerzo tibio por seguirla mientras coqueteaba con la Americana music, sin ninguna revelaci¨®n trascendental. Hasta v¨ª su estreno cinematogr¨¢fico, nada menos que con Wong Kar-Wai; My blueberry nights result¨® ser una de esas pel¨ªculas bellas pero insulsas que dan mala reputaci¨®n al cine independiente.
Quince a?os despu¨¦s de su lanzamiento, me topo con Norah y el sexto ¨¢lbum bajo su nombre. Que se presenta, c¨¢gate lorito, como ¡°el retorno a sus ra¨ªces en el jazz¡±. Como siempre, conviene creerse la mitad de la mitad. Hay dos piezas de jazz, Peace (Horace Silver) y Fleurette africaine (Duke Ellington). En ellas y en el tema que abre el disco, Burn, aparecen dos ilustres jazzeros, el saxofonista Wayne Shorter y el bajista John Patitucci. Ah, y el Dr. Lonnie Smith a?ade un poquito de Hammond B3 en Flipside. Para reforzar la ilusi¨®n, hay una Edici¨®n Especial del disco que a?ade temas en directo en el Newport Jazz Festival.
Pero no nos liemos: en la versi¨®n normal de Day breaks, encuentras un cuarto de jazz y tres cuartos de pop retro. Baladas, tiempos medios, un blues, una muy solemne lectura del Don¡¯t be denied (Neil Young). Finas pinceladas de cuerdas y metales sobre arreglos org¨¢nicos: todas las canciones terminan de forma natural, sin desvanecidos. Y Norah se defiende bien al piano.
Sin embargo, no salta la chispa. Ha mejorado como vocalista; se muestra m¨¢s sensual y segura. Sin embargo, esa nueva riqueza de matices expresivos no sirve de mucho con esas letras gen¨¦ricas. Igual se nos ha puesto un paladar demasiado exquisito, con todas esas discusiones sobre el valor po¨¦tico del ¨²ltimo Nobel de Literatura. En 2016, es imposible tomarse en serio ese retrato de un alcoh¨®lico que resuelve cantando es una tragedia como un mantra. As¨ª que traslado a Norah Jones a otro caj¨®n: el de placeres menores.
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