Escritores en campa?a
De Mailer a Foster Wallace, una larga lista de firmas ha cultivado una tradici¨®n con poca presencia de autores negros
Cuando en 1865 Abraham Lincoln pag¨® con su vida haber defendido, entre otras cosas, la abolici¨®n de la esclavitud, Walt Whitman intent¨® enjugar el dolor de la naci¨®n en un conjunto de poemas cuyo fin era proclamar los valores sobre los que se sustenta la democracia norteamericana, algo que el tiempo ha ido desdibujando. El binomio Lincoln-Whitman apunta a un trauma no superado a¨²n: el racismo, uno de los factores clave en la actual campa?a presidencial. La cr¨®nica m¨¢s certera de otro magnicidio, el del presidente James Garfield, asesinado en 1881, la escribi¨® en espa?ol en Nueva York Jos¨¦ Mart¨ª. El hecho de que para el establishment literario norteamericano resulte absolutamente inaceptable reconocer que las cr¨®nicas m¨¢s penetrantes sobre la sociedad de su tiempo las escribiera un hispano en otro idioma apunta a un segundo trauma, no menos complejo que el del racismo: la ambivalencia por parte de una buena parte de la poblaci¨®n norteamericana hacia quienes hist¨®ricamente han forjado la identidad de la naci¨®n: sus inmigrantes. El magnicidio m¨¢s traum¨¢tico de la historia norteamericana, o al menos el que con mayor fuerza sigue reverberando en la conciencia colectiva del pa¨ªs hasta hoy probablemente sea el de John Fitzgerald Kennedy, comparable en importancia al de Martin Luther King. Trasladado al ¨¢mbito de la literatura, la presencia de los escritores negros es mera cuesti¨®n de invisibilidad (como dej¨® sentado Ralph Ellison al poner a su obra maestra el t¨ªtulo de El hombre invisible). Hist¨®ricamente, por m¨¢s cr¨ªtico y devastador que haya sido, las m¨¢s de las veces, el an¨¢lisis del fen¨®meno de las campa?as electorales ha sido y sigue siendo competencia de los escritores de raza blanca.
La trama del asesinato de Kennedy la trat¨® de esclarecer Norman Mailer en El fantasma de Harlot, novela publicada en 1991. (Stephen King volvi¨® sobre ello desde una perspectiva decididamente populista en 22-11-63, novela de 2011). Debemos al mayor enemigo de Mailer, Gore Vidal, uno de los m¨¢s brillantes tratamientos novel¨ªsticos del espect¨¢culo que ofrece una campa?a electoral. Washington D.C. (1967) es una destilaci¨®n de las facultades de Gore Vidal en estado puro. Centrada en los a?os entre el New Deal y la era de McCarthy, la recreaci¨®n de tipos y escenas (aspirantes a la presidencia, magnates del periodismo, esc¨¢ndalos sexuales, traiciones, corrupci¨®n) ocupa p¨¢ginas inolvidables, aunque lo m¨¢s devastador es el diagn¨®stico final: en la arena pol¨ªtica el triunfo est¨¢ reservado a quienes sean capaces de alcanzar el m¨¢s bajo nivel de degradaci¨®n moral, diagn¨®stico perfectamente extrapolable al presente. Uno de los an¨¢lisis m¨¢s sagaces de los entresijos del sistema electoral norteamericano es The Boys on the Bus (1973), de Timothy Crouse, sobre la campa?a que enfrent¨® a Nixon y McGovern en 1972. La conversaci¨®n que mantuvo el escritor en el asiento trasero de una limousina con Nixon es antol¨®gica. El pr¨®logo es de Hunter S. Thompson, autor a su vez de Miedo y Asco en la Campa?a Electoral del 72, formidable colecci¨®n de art¨ªculos cuyo tono describe a la perfecci¨®n los vocablos que aparecen en el t¨ªtulo del libro. En realidad, Thompson no hace m¨¢s que moverse en la estela de trabajos como Miami y el Asedio de Chicago, de Norman Mailer, libro que cubri¨® las convenciones dem¨®crata y republicana de 1968 as¨ª como los disturbios raciales de aquel mismo a?o en Chicago. Como en el caso de G. Vidal, lo que sale peor parado es la integridad del sistema pol¨ªtico americano mismo. Menos corrosivo, pero no menos l¨²cido, es el retrato que hace David Foster Wallace en La promesa de McCain (originalmente Up, Simba), sobre la campa?a del senador republicano en 2000. El retrato m¨¢s certero, sutil e inteligente de lo que se transpira durante una campa?a electoral lo llev¨® a cabo Joan Didion en la recopilaci¨®n de ensayos publicada con el t¨ªtulo de Political Fictions en 2001. Las claves son las mismas de siempre: la mendacidad de la prensa, los think tanks y otros creadores de opini¨®n, todos conspirando en la falsificaci¨®n de historias al servicio de prejuicios e intereses pol¨ªticos inconfesables, de los que los votantes no tienen la menor conciencia. Leyendo a Didion se entiende perfectamente por qu¨¦ estamos en el lugar en el que nos encontramos hoy.
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