Un premio y no pocos castigos
Me he pasado 20 a?os averiguando las misteriosas razones por las que la Corona se ha prestado tan a menudo a sancionar con su presencia al Premio Planeta
![El jurado del primer premio Planeta: Bartolom¨¦ Soler, Jos¨¦ Romero de Tejada, Trist¨¢n de la Rosa, Pedro de Lorenzo, C¨¦sar Gonz¨¢lez](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/I5TB4KXLBRIVVM2PDYGL5BB4WM.jpg?auth=a0908ac665631bfa00eb3d2d8a7883afe3d9b0f153eec539172ad3b2140d88ad&width=414)
Eureka: lo descubr¨ª. Me he pasado 20 a?os dedicando tiempo y espacio a la tarea de averiguar las misteriosas razones por las que la Corona se ha prestado tan a menudo a sancionar con su presencia simb¨®lica y medi¨¢tica un premio literario que concede un grupo editorial privado. Las posibilidades eran muy diversas: desde que Planeta es, como el Bar?a, m¨¢s que un club hasta que los regios invitados supon¨ªan que su obligaci¨®n era avalar un galard¨®n que, uno, estimulaba la lectura (?por qu¨¦?), y dos, invitaba a todos los hispanohablantes a aprender a escribir ficciones para hacerse tan ricos como Midas o Slim. Pero dichas razones no me satisfac¨ªan. Si los Reyes desean hacer notar que est¨¢n al lado de la cultura (o, ajustando el foco, del sector editorial), se me ocurren veinte o treinta cosas mejores para que cumplan con su papel de excepcionales floreros. Cosas, adem¨¢s, de todos y para todos, y no conmemoraciones privadas que no dejan de levantar ampollas en otros editores a cuenta de agravios comparativos. Y, por favor, enti¨¦ndaseme bien, tanto en la sede de la Avinguda Diagonal como en la subsede de Josefa Valc¨¢rcel: no solo valoro y respeto al m¨¢s importante grupo editorial espa?ol (su competencia directa es de filiaci¨®n germano-estadounidense), sino que considero que Planeta (propietaria, entre otros, de un importante imperio compuesto por un grupo editorial franc¨¦s, nueve casas americanas y una veintena larga de sellos en Portugal y Espa?a) hace muy bien en invitarlos (menudo chollo), lo que no implica que la Corona deba aceptarlo. El eureka del principio viene a que, despu¨¦s de pensarlo mucho, creo haber hallado el motivo oculto. Ya s¨¦ que no faltar¨¢n quienes consideren que la explicaci¨®n es retorcida, pero a misterio incomprensible, teor¨ªa de la conspiraci¨®n. Como se sabe, el llorado patriarca-fundador cre¨® el premio en 1952, determinando que el d¨ªa de su fallo y entrega deb¨ªa ser el de la onom¨¢stica de su esposa, Teresa (yo tambi¨¦n adoro ese nombre). Escarbando en el pasado (esta vez de la mano de la vetusta Historia de Espa?a de Aguado Bleye, que tan bien explica las sucesiones reales) he comprobado que la segunda hija de Felipe V, el rey que termin¨® de hacer la pu?eta a los catalanes con sus decretos de Nueva Planta, se llamaba tambi¨¦n Teresa (para ser exactos: Mar¨ªa Teresa Rafaela, 1726-1746, una royal pelirroja que lleg¨® a ser por poco tiempo delfina de Francia). Y, de ah¨ª deduzco: ?los asesores de los borb¨®nicos monarcas que les aconsejan acudir al premio no estar¨¢n enviando un mensaje subliminal un punto incomprensible, pero autoritario, a los (antes) catalanistas y (ahora) independentistas, antes de que se produzca el (?inevitable?) choque de trenes? En fin, no ignoro que la explicaci¨®n cojea por absurda, pero, me pregunto: pens¨¢ndolo bien, ?no lo es menos que el hecho de que estos Reyes que parecen m¨¢s serios que los anteriores (incluido Felipe V) acudan a la entrega de un premio privado?
![](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/LTGVJVHZGQO6M3UKMFJPPFGHF4.jpg?auth=b0b91a0b5e2719a41e89626a2401630c579b3ab13dffc72ff8a9829cd7b38b58&width=414)
Redondeces
El 65? premio Planeta, por cierto, recay¨® de nuevo en una autora ¡°de la casa¡±, lo que no es una casualidad (casi nada en este premio lo es, y eso que se nota que, desde hace tres o cuatro a?os, tienen m¨¢s cuidadito con tejemanejes y filtraciones). Uno se pregunta por qu¨¦ no se lo hab¨ªan dado todav¨ªa: Dolores Redondo, cuya m¨¢s bien siniestra Trilog¨ªa de Bazt¨¢n (Destino) se lee como un tiro y no est¨¢ nada ¡ªpero nada¡ª mal en su g¨¦nero (especialmente el segundo volumen, Legado en los huesos, 2013), es una aut¨¦ntica m¨¢quina de vender libros, un chollo para cualquier editorial que la tenga en cat¨¢logo. Dicen los que lo han le¨ªdo (que son, aparte del jurado, alguno m¨¢s: adivinen mi topo) que en Todo esto te dar¨¦, la novela premiada, cambia escenario y protagonista, pero no tanto la maniera: la f¨®rmula redondo funciona de nuevo. Ya tengo ganas de que llegue a las librer¨ªas para echarle uno o dos vistazos y, eventualmente, le¨¦rmela de cabo a rabo. Por lo dem¨¢s, en esto de leer ¡°negras¡± o ¡°policiacas¡± o ¡°intrigas¡± voy como una moto. No es mi g¨¦nero favorito, de modo que, salvo las del pobre Mankell y alguno m¨¢s (m¨¢s bien pocos, a menos que creamos, como Malraux, que Santuario, de Faulkner, es pr¨¢cticamente un polar), no hay novela de tama?o medio que se me resista m¨¢s de seis o siete horas en un par de sentadas en mi decr¨¦pito sill¨®n de orejas (ayer un muelle me agujere¨® la nalga). Algunas veces, a¨²n menos. Esta ¨²ltima semana, mientras a mi alrededor se abortaba el debate literario-moral (?uf!) suscitado por la novela de Elvira Navarro y era sustituido por la mucho m¨¢s hisp¨¢nica, histri¨®nica y r¨ªspida fanfarria de los acad¨¦micos, he devorado dos y media. La media ni la menciono, porque ya descansa en el caj¨®n de desechables, con varias hermanas suyas. Las otras dos pasan con mucho el list¨®n. Una, la m¨¢s convencional, es El comisario Bordelli (Duomo), de Marco Vichi, primera entrega (el original es de 2002) de las tres protagonizadas por el comisario que hasta la fecha ha publicado el sello. Bordelli es todo un personaje redondo, en el sentido que E.?M. Forster daba al t¨¦rmino. Moderadamente heterodoxo, tiene amigos poco recomendables, pero es un buen tipo de los que ya no quedan muchos, quiz¨¢s por eso sigue en su mundo de principios de los sesenta, cuando la gente y (los lectores) no se hab¨ªan aficionado tanto al retorcimiento moral: su nueva (vieja) novela es otra buena opci¨®n para aliviarse un poco de la sordidez habitual de las ¡°negras¡± escandinavas. Con la otra, ?Pinches jipis! (Malpaso), de Jordi Soler, me lo pas¨¦ a¨²n mejor, quiz¨¢s porque, m¨¢s que de otra novela negra m¨¢s o menos ingeniosa, se trata de una salvaje y divertid¨ªsima parodia del g¨¦nero. Aqu¨ª el escenario es Ciudad de M¨¦xico y el protagonista principal el disparatado, dipsomaniaco (consume cantidades navegables de Cutty Sark), cocain¨®mano y enloquecido comisario Emiliano Conejero, que tiene que resolver los cr¨ªmenes de un asesino en serie y las chingaderas y pendejadas propias de su condici¨®n de divorciado y padre de un memo (que se va de casa porque su mam¨¢ se lo monta con ¡°un pito de pl¨¢stico que tiene en la mesilla de noche¡±), con una galer¨ªa de colaboradores pinches (entre ellos, el inolvidable Espectro, un aut¨¦ntico fil¨®sofo) y la inapreciable inspiraci¨®n proporcionada por las casetes de Jethro Tull, Santana, Bon Jovi y otros m¨²sicos remotos, que lleva siempre en la guantera de su Galaxy. Una novela hilarante en la que, por cierto, salen hasta los Legionarios de Cristo. Si quieren pasar un buen rato y aprender en vivo mexicanadas por un tubo, no se lo pierdan. De nada, a mandar.
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