Las amistades franquistas de Carl Schmitt
Miguel Saralegui arroja nuevas luces sobre la relaci¨®n intelectual, pol¨ªtica y afectiva del fil¨®sofo alem¨¢n con Espa?a y matiza su afinidad con el r¨¦gimen de Franco
Mi trivialidad cong¨¦nita consigue meterme cada dos por tres en las buhardillas de los dem¨¢s, al acecho del secreto o el documento infaliblemente revelador. La fant¨¢stica civilizaci¨®n del espect¨¢culo que nos invade contiene trasteros, armarios y archivos que la hacen de veras espectacular. Verla as¨ª, por dentro y por fuera, luminosa y en penumbra, es el regalo de un libro estupendamente escrito sobre uno de los reaccionarios m¨¢s tronados y m¨¢s fieles a s¨ª mismos de la Europa del siglo XX: Carl Schmitt en su provincia espa?ola. Cuando a Rafael Calvo Serer ni se le pasaba por la cabeza fundar el diario Madrid, porque era todav¨ªa un reaccionario del Opus Dei dispuesto a defender Espa?a de los descre¨ªdos falangistas, recibe confidencias esperanzadas de un Carl Schmitt de sesenta y pocos a?os. Conf¨ªa hallar aqu¨ª la resonancia que le falta en la Alemania de la posguerra porque la Espa?a de Franco es el ¡°¨²ltimo asilo del pensamiento europeo en un tiempo de suicidio europeo¡±. Sus ventas en Alemania son alarmantemente bajas, incluso su editor ha decidido vender sus t¨ªtulos de dos en dos y a precio reducido, y tampoco el estudio que deb¨ªa catapultarlo en Espa?a recibe cr¨ªticas demasiado entusiastas. Hab¨ªa hecho del pensamiento de Donoso Cort¨¦s el precursor de su propio decisionismo pol¨ªtico, pero apenas sirvi¨® de nada, excepto para fidelizar a un pu?ado de intelectuales y pol¨ªticos franquistas y alg¨²n verso suelto.
Fue entusiasta de Mussolini, activo nazi, te¨®rico del decisionismo, te¨®logo pol¨ªtico, cat¨®lico, autoritario y c¨ªnico
No hay subterfugio que saque a Carl Schmitt del ingobernable y ca¨®tico nicho en que est¨¢ hoy como lo que fue: entusiasta del Estado total del fascismo de Mussolini, activo nazi antes y despu¨¦s de la derrota de 1945, te¨®rico del decisionismo (pero a la vez dubitativo y suspicaz), te¨®logo pol¨ªtico, creyente cat¨®lico, autoritario, c¨ªnico y antisemita hasta el final, como se sabe hoy tras editarse sus notas privadas del Glossarium y el acceso a su gigantesco epistolario. Su utilidad se hace majestuosa en manos de Miguel Saralegui en Carl Schmitt, pensador espa?ol (Trotta) para seguirle la pista por su Espa?a y por una fascinante trama de relaciones y de influencias, de deudas y de favores que lo sit¨²an en el centro de una red de redes franquistas con alg¨²n antifranquista. El suelo pl¨²mbeo de la realidad intelectual vuelve a abrirse en forma de pastel de hojaldre estratificado, donde las cosas aparecen de un modo y de otro a la vez a trav¨¦s de figura tan singular e imprevista, tan reaccionaria y a la vez moderna casi a su pesar. Si nadie se enfada, el meme de Schmitt en Espa?a podr¨ªa ser el padre de su fidel¨ªsimo disc¨ªpulo ?lvaro d¡¯Ors (cuando ?lvaro d¡¯Ors era maestro e im¨¢n de Jos¨¦ ?ngel Valente), Eugenio d¡¯Ors, y su irrepetible mezcla de frusler¨ªa, intuici¨®n, asistemacidad e ingenio cultural desinteresado, caprichoso e ilimitado.
Las intimidades que despliega Saralegui devuelven el polvo fino de la historia, nos quitan de simplezas autocomplacientes y nos coloca en la frente una suerte de linterna frontal de minero para explorar los cajones del franquismo mezclado con las ciencias pol¨ªticas y los materiales privados. Y, como suele pasar, lo privado estropea la m¨¢scara p¨²blica y la multiplica y complica de forma endiablada, por ejemplo al ense?ar las trastiendas del Instituto de Estudios Pol¨ªticos y las trayectorias de schmittianos d¨ªscolos como su mismo director, Javier Conde (cuando por ah¨ª andaban casi con pantal¨®n corto Francisco Rubio Llorente o Javier Pradera). Schmitt est¨¢ orgullos¨ªsimo de la prosperidad de su disc¨ªpulo de 1933, pero a la vez le irrita la tolerancia que exhibe en la revista hacia la bestia negra de Schmitt, Kelsen, adem¨¢s de mostrarse incapaz, al final de su vida, de urdir el encuentro que ansiaba Schmitt con Franco.
Para ese a?o, 1974, Enrique Tierno Galv¨¢n lleva ya muchos a?os sin escribirle, pero hab¨ªa sido cercan¨ªsimo al Schmitt de los a?os cincuenta, y tan efusivo en su afecto privado por carta como cauteloso en p¨²blico. Schmitt lo tiene por ¡°el hombre m¨¢s inteligente del mundo¡±, al menos en 1954, cuando Tierno est¨¢ poniendo en marcha el criptomarxismo europe¨ªsta del bolet¨ªn de su c¨¢tedra de derecho pol¨ªtico en Salamanca y tiene un trato familiar con el pensador. Todav¨ªa en 1979 le felicita los 90 a?os, ya como alcalde de Madrid, mientras su hija ?nima Schmitt ¡ªcasada e instalada en Espa?a y llena de chispa¡ª se lo describe a su padre en su nuevo papel en democracia como popular, gordo y con aspecto de ¡°triste obispo de provincias¡±.
Manuel Fraga Iribarne ha ido alej¨¢ndose tambi¨¦n del maestro, pero no lo ha hecho el m¨¢s fiel y el m¨¢s beneficiado de un trato singular, Luis D¨ªez del Corral. En enero de 1979 vive inquieto por lo que pasa en Espa?a y decididamente suspicaz porque sospecha que ¡°un marxismo inconexo, pero tanto m¨¢s peligroso, puede encontrarse con el pa¨ªs en la mano¡±. Faltaban s¨®lo unos pocos meses para que Felipe Gonz¨¢lez le quitase de encima al PSOE precisamente el ¡°marxismo¡± en ruta hacia la conquista del poder.
Carl Schmitt, pensador espa?ol. Miguel Saralegui. Trotta. Madrid, 2016. 264 p¨¢ginas. 18 euros.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.