Mozart y compa?¨ªa: 1991-2016
Sendas ediciones conmemorativas del genio de Salzburgo separadas por 25 a?os ilustran un cambio de ciclo en el mundo de la cl¨¢sica
En oto?o de 1991, justo cuando iniciaba su andadura Babelia, conclu¨ªa la suya la publicaci¨®n de la Edici¨®n Mozart Completa, a tiempo para la conmemoraci¨®n del segundo centenario de la muerte del m¨²sico, el 5 de diciembre de aquel a?o. Justamente ese d¨ªa se celebr¨® en la Catedral de San Esteban de Viena un servicio lit¨²rgico f¨²nebre que incluy¨®, por supuesto, la interpretaci¨®n del inacabado R¨¦quiem del compositor austr¨ªaco en una versi¨®n dirigida por Georg Solti a la Filarm¨®nica de Viena y transmitida en directo a todo el mundo.
Hab¨ªa transcurrido tan solo una d¨¦cada desde la aparici¨®n del disco compacto (los primeros ejemplares se pusieron a la venta en noviembre de 1982) y la Edici¨®n Mozart ven¨ªa a certificar de alguna manera su mayor¨ªa de edad. La publicaba adem¨¢s su inventor, Philips, uno de cuyos ingenieros, Lou Ottens, hab¨ªa afirmado solemnemente en abril de 1982: ¡°A partir de ahora, el tocadiscos tradicional ha quedado obsoleto¡±. Curiosamente, el propio Ottens hab¨ªa sido tambi¨¦n veinte a?os antes, en 1963, uno de los responsables del nacimiento de los populares casetes. Pero, al contrario que estos, el precio de los primeros discos compactos y, sobre todo, de sus reproductores, era muy alto, lo que hizo que el sello holand¨¦s centrara inicialmente su estrategia comercial en el ¨¢mbito cl¨¢sico, donde pensaba que exist¨ªa un mayor mercado potencial de compradores con un alto poder adquisitivo.
A ellos iba destinada asimismo la Edici¨®n Mozart, cuyo goteo de vol¨²menes ¡ª45 en total¡ª hab¨ªa arrancado en septiembre de 1990. Cuando los 180 discos previstos acabaron de publicarse poco m¨¢s de un a?o despu¨¦s, qued¨® concluida la primera gran gesta de la moderna fonograf¨ªa: la tradici¨®n de las "obras completas" de un creador, con largu¨ªsima raigambre en el mundo editorial, encontraba por primera vez un moderno equivalente discogr¨¢fico, y lo hac¨ªa adem¨¢s con un compositor de vida ef¨ªmera (35 a?os) pero extraordinariamente prol¨ªfico.
La proeza debe rememorarse con la mentalidad de entonces. Cuando naci¨® Babelia no exist¨ªan Spotify, ni Qobuz, ni iTunes, ni la Naxos Musical Library. Tampoco era posible seguir en directo en streaming conciertos (como los del Digital Concert Hall de la Filarm¨®nica de Berl¨ªn) u ¨®peras (como ofrecen la ?pera Estatal de Baviera y la reci¨¦n creada The Opera Platform). Ni ver ¨®peras en cines al mismo tiempo que se representan en los escenarios de Londres (Royal Opera House) o Nueva York (Metropolitan). Ni acceder f¨¢cilmente y a la carta a los programas radiof¨®nicos de la BBC3 o France Musique. Los h¨¢bitos de escucha y consumo de m¨²sica en directo han cambiado dr¨¢sticamente en estos 25 a?os, del mismo modo que cada vez es menos infrecuente ver a m¨²sicos que han sustituido la partitura en papel por la digital en un iPad, y m¨¢s f¨¢cil acceder a manuscritos, primeras ediciones y fuentes primarias en las colecciones ya digitalizadas de las m¨¢s importantes bibliotecas del mundo.
Cada vez es menos infrecuente ver a m¨²sicos que han sustituido la partitura de papel por la digital en un iPad y m¨¢s f¨¢cil acceder a manuscritos
As¨ª las cosas, y en medio del descenso vertiginoso de las cifras de ventas de discos, ?ten¨ªa sentido emular aquella proeza de 1991? Decca, el sello brit¨¢nico que hizo suyo el cat¨¢logo de Philips, y Deutsche Grammophon acaban de demostrar que s¨ª, y mucho. Las 45 cajas de entonces se han convertido ahora en una sola, un prodigio de dise?o gr¨¢fico y de est¨¦tica, sin un gramo de pl¨¢stico, que acoge cuatro m¨¢s peque?as, provistas todas ellas de su propio libreto. Adem¨¢s, dos grandes libros exquisitamente editados contienen un extenso ensayo de Cliff Eisen ¡ªuno de los grandes expertos mozartianos actuales¡ª y comentarios pormenorizados de las obras. Una suerte de cuadernillo de ¨¢gil manejo recoge una versi¨®n esencial del cat¨¢logo K?chel que remite f¨¢cilmente al disco que incluye cada pieza, cuyas partituras pueden consultarse asimismo gratuitamente online en la Edici¨®n Digital Mozart.
En los 200 discos ¡ªtras los que se esconde una gran mente rectora¡ª se conservan vestigios de la antigua edici¨®n, pero estamos en gran medida ante una propuesta sustancialmente diferente. Bienvenida sea de nuevo la presencia de mozartianos de pro como Alfred Brendel, Ingrid Haebler, Mitsuko Uchida, Arthur Grumiaux, Leopold Hager, Josef Krips, Willi Boskovsky, el Tr¨ªo Beaux Arts o el recientemente fallecido Neville Marriner. Pero hay multitud de nombres nuevos, como Andr¨¢s Schiff, Yannick N¨¦zet-S¨¦guin, Maria Jo?o Pires o el Cuarteto Hagen, que remozan y actualizan las interpretaciones compiladas en 1991. Mozart 225, la forma abreviada de referirse a este gran producto cultural, propone adem¨¢s en los cuatro vol¨²menes la escucha tanto de interpretaciones alternativas como de versiones hist¨®ricas, estas ¨²ltimas protagonizadas por m¨²sicos de la talla de Clara Haskil, Friedrich Gulda, Wilhelm Kempff, Vladimir Horowitz, Leonard Bernstein (tocando y dirigiendo), David Oistrakh, Dennis Brain, Erich Kleiber o el insuperable d¨²o firmado por Benjamin Britten y Sviatoslav Richter. Am¨¦n de ser exhaustiva, y en mucha mayor medida que la anterior, se invita tambi¨¦n a la comparaci¨®n entre el ayer, el hoy y el ma?ana.
La Nueva Edici¨®n Mozart Completa es f¨ªsicamente impactante y su contenido proporciona un solaz espiritual inagotable
En medio de nuestro mundo virtual de descargas, streamings y podcasts ¡ªimpensable en 1991 y ahora una experiencia cotidiana¡ª, muchos buenos aficionados siguen otorgando un gran valor al objeto real, tangible. La Nueva Edici¨®n Mozart Completa es f¨ªsicamente impactante y su contenido proporciona un solaz espiritual inagotable. El ef¨ªmero Mozart ¡ª"la m¨²sica misma", al decir de Cernuda¡ª invita al eterno retorno. Una vez concluida la escucha de los 200 discos, lo mejor es, sin duda, volver a completar el c¨ªrculo. Y as¨ª sucesivamente.
El triunfo de la revoluci¨®n
En 1991 hab¨ªa empezado ya a consolidarse la interpretaci¨®n del repertorio barroco con instrumentos y criterios hist¨®ricos, pero la revoluci¨®n se hab¨ªa asomado a¨²n solo t¨ªmidamente al clasicismo. Si en la primera Edici¨®n Mozart la presencia ¡ªespor¨¢dica y casi furtiva¡ª de nombres como los de Ton Koopman y John Eliot Gardiner era la excepci¨®n, ahora es habitual y sustantiva la de directores como Trevor Pinnock, Christopher Hogwood, Frans Br¨¹ggen, Christophe Rousset, Ottavio Dantone y el propio Gardiner (al frente de los grupos que ellos mismos fundaron), fortepianistas como Robert Levin y Malcolm Bilson o violinistas como Giuliano Carmignola. Muchos de ellos han sido los principales art¨ªfices de una nueva manera de traducir la m¨²sica de Mozart, despojada del oropel y las modernas sonoridades de otros tiempos. Estamos tambi¨¦n, por tanto, ante una suerte de notario que da fe de lo sucedido, interpretativamente hablando, en los ¨²ltimos 25 a?os, con el sentimiento agridulce de los m¨²sicos que nos han dejado (Abbado, Marriner, Br¨¹ggen, Hogwood) y los nuevos talentos que han surgido (Francesco Piemontesi, Florian Birsak, Amandine Beyer, Anna Prohaska). Y Mozart 225 es, en fin, un testimonio de los recientes logros de la musicolog¨ªa, con primeras grabaciones de los ¨²ltimos manuscritos descubiertos y el empleo de instrumentos que toc¨® en su d¨ªa el propio compositor.
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