Ah¨ª est¨¢n, los acorralados
YO, DANIEL BLAKE
Direcci¨®n: Kean Loach.
Int¨¦rpretes: Dave Johns, Hayley Squires, Sharon Percy.
G¨¦nero: drama. Reino Unido, 2016.
Duraci¨®n: 100 minutos
Ken Loach ya ha cumplido 80 a?os y lleva 50 dedic¨¢ndose a narrar la supervivencia, la desolaci¨®n o la derrota de gente con la que la vida se ha ensa?ado, los eternos perdedores con los que se ceba el casi siempre infame estado de las cosas, profesionales de la resistencia o gente tan finalmente abrumada que ya no tiene fuerza para seguir tirando y lanza definitivamente la toalla. Y cuando habla de lo que conoce, del pulso de las calles en las que se mueven los desfavorecidos y los estafados, los suburbios de Inglaterra y de Escocia, acostumbra a retratar con verdad y realismo el sufrimiento de los perdedores, su cotidiana y ¨¦pica lucha por encontrar un respiro, la frecuente solidaridad entre los que no poseen casi nada. Y existen l¨®gicamente las tentaciones de recurrir al panfleto, de que se cuele el manique¨ªsmo. Le ha ocurrido esto a su cine cuando exporta sus anhelos de revoluci¨®n, cuando desarrolla sus genuinas tem¨¢ticas en mundos que desconoce. Y puede resultar impostado, facil¨®n, previsible.
No es el caso de la estremecedora Yo, Daniel Blake, cine en carne viva, pleno de lucidez amarga, retrato de v¨ªctimas con las que nos cruzamos sin prestar excesiva atenci¨®n porque admitir su tr¨¢gica existencia nos crear¨ªa mala conciencia, historias de hombres, mujeres y ni?os abandonados por el Estado y a los que la justicia ignora, ahogados por la siniestra burocracia cuando suplicaban un flotador, encontrando su ¨²nico, bendito y tambi¨¦n humillante refugio en la caridad del pr¨®jimo.
Hay muchas formas de disfrutar el buen cine. Da igual que cuente ficciones, que busque la enso?aci¨®n del receptor o que hable con rigor documental del reverso m¨¢s pat¨¦tico y duro de la realidad. Todos estos g¨¦neros son de verdad cuando te transmiten sensaciones intensas, cuando logran sumergirte en los sentimientos, personajes y situaciones que describen, cuando lo expresan con arte. Y siempre dejan huella. Lo que m¨¢s agradezco en el cine y en la vida es que me hagan re¨ªr. Pero tambi¨¦n deseo que me revuelvan el alma, me asusten, me emocionen, me provoquen sin trucos ni sensibler¨ªa la l¨¢grima. Y se me escapan, o tienen la obligaci¨®n de salir, dos o tres veces a lo largo de esta angustiosa pel¨ªcula.
Su protagonista, un carpintero maldecido por un infarto que amenaza con volver y quebrarle a perpetuidad, est¨¢ y se siente solo despu¨¦s de la muerte de una esposa bipolar que, a pesar de los pesares, otorgaba sentido a su existencia. Los m¨¦dicos le han contado que estar¨¢ en el filo de la navaja si vuelve a trabajar, pero solo tendr¨¢ derecho a prestaci¨®n social si busca trabajos que no podr¨¢ aceptar. Este fulano y currela mod¨¦lico, que siempre ha respetado la ley, que no ha sido vago ni delincuente, se consume en su desesperada b¨²squeda d¨ªa a d¨ªa de lo que consideraba sus derechos; le obligar¨¢n a utilizar Internet (un mundo que le resulta tan extra?o y amenazador como a m¨ª) para presentar la m¨ªnima reclamaci¨®n o aclaraci¨®n en las surrealistas y crueles oficinas de empleo y de la Seguridad Social, pero tendr¨¢ la suficiente humanidad y generosidad para intentar ayudar a una pobre mujer y a sus cr¨ªos que a¨²n est¨¢n m¨¢s acorralados que ¨¦l. Es una pel¨ªcula cre¨ªble y tr¨¢gica, con imposible final feliz, sobre el aqu¨ª y ahora de los menesterosos en la que adquiere tono no ya reivindicativo, sino tambi¨¦n ¨¦pico, algo tan elemental como escribir con espray en una pared: ¡°Me llamo Daniel Blake y soy un ser humano¡±.
Babelia
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