?Pueden los socialistas ser felices?
Les recomiendo 'Utop¨ªa', de Tom¨¢s Moro, que sent¨® las bases de todas las ficciones utopistas modernas y de algunas de sus realizaciones sangrientas
Durante los a?os sesenta, en las fiestas de los quincea?eros y teenagers coexist¨ªan dos estilos de baile muy diferentes (adem¨¢s del ¡°agarrado¡±, siempre m¨¢s all¨¢ del tiempo). Uno era colectivo y tribal, con pasos perfectamente pautados, en el que los danzantes, organizados casi militarmente en filas, ten¨ªan que realizar movimientos coordinados, a menudo bajo la direcci¨®n de alguien que los iba ¡°cantando¡±: el madison o el Loco-motion son dos ejemplos. El otro era m¨¢s individualista y salvaje, m¨¢s sujeto a la creatividad y a la improvisaci¨®n motriz, como el twist, sin ir m¨¢s lejos: cualquiera suficientemente viejo para recordar sus propias contorsiones al ritmo del inolvidable Let¡¯s Twist Again (dicen que hasta Mar¨ªas lleg¨® a bailarlo), del genial Chubby Checker, sabr¨¢ de lo que hablo. Ambas formas de entender el baile conviv¨ªan, desde luego, y, que yo recuerde, en aquellos inocentes saraos ninguna exclu¨ªa a la otra. Pens¨¦ el otro d¨ªa en ello mientras asist¨ªa at¨®nito y morboso a la votaci¨®n de los socialistas durante la investidura del Gran Quieto y Mudo. Mientras la mayor¨ªa (con alguna renuencia) bailaba disciplinadamente, pongamos, el Loco-motion (solo faltaba la m¨²sica y la letra que cantaba la genial Little Eva: la pueden encontrar en YouTube), los minoritarios interpretaban su twist m¨¢s o menos testimonial sin que el que hubiera cantado los pasos estuviera presente. Y lo que son las cosas: dado que la letra original asegura que la r¨ªtmica coreograf¨ªa har¨¢ felices a quienes la disfruten incluso cuando se sientan tristes (it even makes you happy when you¡¯re feeling blue), me vino tambi¨¦n a la cabeza aquel estupendo art¨ªculo de George Orwell publicado en diciembre de 1943 cuyo t¨ªtulo he robado para el de este demediado Sill¨®n de Orejas. A prop¨®sito de Dickens y de su idea de felicidad (y, por extensi¨®n, de la utop¨ªa), tal como se plasmaba en el desenlace de su Cuento de Navidad (diciembre de 1843), con el arrepentido y feliz Scrooge enviando un suculento pavo a la paup¨¦rrima familia Cratchit, el autor de Rebeli¨®n en la granja (1945) afirmaba que el verdadero objetivo del socialismo es la fraternidad humana, no la felicidad (que tendemos a representarnos como la cesaci¨®n de un sufrimiento); no que al final todo el mundo sea bueno y env¨ªe pavos a los pobres, sino que no sean posibles los Scrooge. Tal, sostiene Orwell, ser¨ªa el primer paso; lo que venga despu¨¦s s¨®lo es imaginaci¨®n (y, a?ado, a menudo, horror). En todo caso, lo primero que deber¨ªan hacer los socialistas es buscar un poco m¨¢s de esa felicidad en sus hoy amarridas y aliquebradas filas. Con o sin baile. Si no lo hacen (y pronto: Rajoy sigue ah¨ª), probablemente estaremos un poco m¨¢s lejos de la de (casi) todos. Mientras tanto, les recomiendo la nueva edici¨®n de la Utop¨ªa, de Tom¨¢s Moro, que con motivo de su quinto centenario ha publicado Ariel: por solo 15 euros obtendr¨¢n, adem¨¢s del texto que sent¨® las bases de todas las ficciones utopistas modernas y de algunas de sus realizaciones sangrientas, sendos memorables ensayos sobre la utop¨ªa a cargo de dos de los grandes utopistas sci-fi brit¨¢nicos: China Mi¨¦ville y, sobre todo, la gran Ursula K. Le Guin (recuerden Los depose¨ªdos, 1974), una l¨²cida octogenaria que sigue sorprendiendo.
Bola?o
Que a Roberto Bola?o, un escritor-esponja, le interesaba tambi¨¦n Ursula K. Le Guin y, en general, el g¨¦nero fant¨¢stico queda claro, entre otras cosas, con la lectura de El esp¨ªritu de la ciencia-ficci¨®n (ECF), la ¨²ltima novela p¨®stuma publicada por Alfaguara, su nueva editorial (que ha podido pagar, v¨ªa Wylie, cerca de medio mill¨®n de euros por toda su obra). Supongo que a cualquier escritor/a de genio ¡ªy Bola?o lo era superlativamente¡ª se le pueden rastrear estilemas, temas y motivos en las obras que no le dio tiempo a publicar o que no consider¨® publicables, fueran o no pentimentos. En ECF tambi¨¦n los hay: inquietudes, atm¨®sferas, lugares, situaciones, escenas, ideas, personajes. Muchos de ellos se le har¨¢n familiares al lector de sus obras publicadas en vida (incluyendo, sobre todo, la incre¨ªble Los detectives salvajes, 1998, que debe mucho a este precedente) o ¡°recuperadas¡± tras su muerte. La sobreexplotaci¨®n intensiva de su legado, adobada ahora con el penoso vodevil de viuda (la novela, compuesta en ?1984!, est¨¢ dedicada a la que ahora es su heredera), novia/amante, editores despechados y/o triunfantes, agente ambicioso e int¨¦rpretes de su obra, sigue su curso. Destellos de genio, desde luego, los hay en ECF, igual que riesgo compositivo y grandes dosis de melancol¨ªa y humor bola?esco, pero la historia de la literatura no se habr¨ªa perdido nada especial si hubiera seguido en el caj¨®n, al menos hasta que los profesores la rescataran dentro de unos a?os, cuando todo est¨¦ ya tranquilo. Adoramos a Roberto Bola?o: pero lo preferimos cuando ya fue Bola?o. Por ejemplo, y entre otras obras maestras, en Estrella distante (1996) y las admirables Los detectives y 2666. Con ese Bola?o, sus lectores ya tendr¨ªamos de sobra para muchos a?os.
Borges
Respuesta de Borges a Enrique Krauze cuando este le asegur¨® que ten¨ªa la virtud de inspirar devociones: ¡°No, no, ustedes se equivocan conmigo. Yo soy una alucinaci¨®n colectiva¡±. La an¨¦cdota la encontrar¨¢n en Personas e ideas (Debate), un interesant¨ªsimo volumen que recoge entrevistas del antiguo director de Vuelta con, entre otros, Vargas Llosa (que, por cierto, habla de utop¨ªas), Isaiah Berlin, Octavio Paz, John Elliott o Hugh Thomas. Para leer a ratos libres.
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