El desarraigo postmoderno del pop pasa por Oriente
M¨²sicos occidentales como Blur, Devendra Banhart o Connan Mockasin encuentran inspiraci¨®n en Jap¨®n o en la China postcolonial
Situar a un urbanita occidental en una megal¨®polis lejana como Tokyo, rodeado por el hormigueo incesante de miles de cong¨¦neres absolutamente desconocidos y aparentemente distantes, y dejarlo solo y a merced de la disparidad de un huso horario que voltea la rutina como un calcet¨ªn (los seres queridos duermen mientras uno hace vida), es seguramente una de las formas m¨¢s eficaces de ponerle ante el espejo y enfrentarle a sus propios demonios. Habr¨¢ quien prefiera encerrarse en una caba?a, aislado del mundo, para activar el reset (miren lo que le pas¨® a Bon Iver), pero pocos enclaves est¨¢n sirviendo como escenario m¨¢s id¨®neo para exhibir la desorientaci¨®n y el desarraigo de esta suerte de postmodernidad que nos toca vivir que ciudades tan fren¨¦ticas como Tokyo o Hong Kong.
En Lost In Translation (Sofia Coppola, 2003), y sobre el tapiz sonoro creado por Kevin Shields (My Bloody Valentine), Bill Murray y Scarlett Johansson daban vida a dos almas que, desde atalayas vitales distintas, llegaban a la capital japonesa enfrentados a sus respectivas crisis. Sumidas en la desorientaci¨®n, interrog¨¢ndose acerca de su rol en medio del desorden, del sentido de sus accciones como parte de un engranaje que muchas veces se revela ca¨®tico. Les acog¨ªa un entorno de grandes rascacielos revestidos de vidrio, bizarros karaokes y un entramado de tics culturales muchas veces sumido en el delirio y el frenes¨ª.
Como una traslaci¨®n sonora del esp¨ªritu que alumbr¨® aquella pel¨ªcula, como el prolongado eco de su serena y -a la vez- agridulce melancol¨ªa, cada vez son m¨¢s los m¨²sicos occidentales que encuentran, especialmente en el pa¨ªs del Sol Naciente, un nuevo impulso para reactivar carreras en momentos de cierta zozobra. El ¨²ltimo fue Devendra Banhart, quien lleva meses reconociendo en entrevistas que Jap¨®n encarna la cultura m¨¢s po¨¦tica que existe sobre la tierra. En las canciones de Ape In Pink Marble (2016) evoca el sentimiento de estar recluido en un motel japon¨¦s de los a?os 80. El embrujo nip¨®n podr¨ªa revestirse de mero antojo est¨¦tico en manos de quien nunca tuvo reparos en enredar su concepto del folk con otros nutrientes (bossa, ritmos latinos), pero la ominpresencia del koto (instrumento japon¨¦s de cuerda) a lo largo de su minutaje revela mucho m¨¢s que simple querencia por lo ex¨®tico: al margen de apelaciones al demonio budista (Mara), hay un -logrado- intento por insinuar los contornos de la trascendencia en piezas como Mourner's Dance, alentada por la p¨¦rdida reciente de seres queridos del entorno de Banhart. Una suerte de r¨¦quiem (con ecos del Badalamenti de Twin Peaks) cuyo acolchado y crepuscular molde constituye el veh¨ªculo perfecto para que el compositor texano nos hable directamente, sin el desgarro ni el subrayado de dramatismo al que nuestra cultura acostumbra, de la muerte.
Quien sabe muy bien lo que es recluirse durante m¨¢s de un mes en un hotel japon¨¦s para pulir nuevo reto?o discogr¨¢fico es el neozeland¨¦s Connan Mockasin. Lo hizo en marzo de 2013, atra¨ªdo por una urbe fascinante, a la que califica de ¡°futurista y vieja a la vez¡±. El extra?o Caramel (2013) fue el resultado: trasteaba con su perfil de masculinidad y trataba de sublimar esa desorientaci¨®n postmoderna en canciones que sonaban como si un Prince de lo m¨¢s perezoso inhalase helio. Se sald¨® con disparidad de opiniones, pero hasta hoy mismo sigue prendado de la cultura japonesa.
Precisamente la cancelaci¨®n de un concierto japon¨¦s fue lo que hizo que Blur quedasen recluidos, durante casi una semana entera, a casi 3.000 km de all¨ª, en un hotel de Hong Kong. Y aquella estancia en la gran urbe china postcolonial -tambi¨¦n en 2013- fue el caldo de cultivo para que fermentase The Magic Whip (2015), su solvente retorno tras 12 a?os en los que la relaci¨®n entre Damon Albarn y Graham Coxon se redujo a la m¨ªnima expresi¨®n. Alquilaron un estudio para matar el tiempo, y el influjo oriental obr¨® el milagro, prendiendo de nuevo la qu¨ªmica en un trabajo que Coxon defini¨® como ¡°folk de ciencia ficci¨®n¡±. De hecho, con ¨¦l Damon Albarn prolongaba su obsesi¨®n por reflejar la inquietud ante la distop¨ªa de un futuro inmediato repleto de sombras, atenazado por la obsesi¨®n tecnol¨®gica. Una sensaci¨®n (acrecentada en su caso por el acecho de la crisis de la mediana edad) que se reflejaba en t¨ªtulos como Thought I Was A Spaceman o There Are Too Many Of Us.
La relaci¨®n -y a veces fascinaci¨®n- entre los t¨®tems occidentales del rock y la cultura oriental, en s¨ªntesis, tiene poco de nueva (hist¨®ricos discos de Miles Davis, Deep Purple, The Flaming Lips o la propia existencia de los Japan de David Sylvian lo atestiguan), pero su fluidez para enmarcar de forma brillante la alienaci¨®n postmoderna es una tendencia al alza. Una querencia que empieza a ir ¨C en este mundo interconectado- mucho m¨¢s all¨¢ del habitual gui?o c¨®mplice a unas se?as est¨¦ticas o del mero capricho ex¨®tico, ya que a veces traduce una desaz¨®n -que es global- en obras de calado. Tan lejos de oriente, y a la vez, tan cerca.
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