Hidra: la guitarra gan¨® a la Olivetti
La isla le dio al artista calma a sus anhelos m¨ªsticos y un gran amor

Situada a dos horas del Pireo, en el Egeo, lo m¨¢s caracter¨ªstico de la isla de Hidra, adem¨¢s de la ¨¢spera belleza de su orograf¨ªa, es que est¨¢n totalmente prohibidos los veh¨ªculos, incluidas las bicicletas. Para desplazarse de un lugar a otro es preciso hacerlo en burro o en los veloces botes rojiblancos, que unen el puerto con enclaves situados junto al mar, como Kamini, Vlychos, o Mandraki, donde hay un hotel abandonado, junto al que suelen atracar los hidroaviones. La vida visible se concentra en el puerto, en el que fondean yates de lujo venidos de todo el mundo. Para recibirlos, en la primera l¨ªnea de la zona portuaria hay tiendas de lujo que satisfacen los caprichos de los ricos. Por el d¨¦dalo de calles que es el pueblo hay una extra?a mezcolanza de pensiones modestas y hoteles exclusivos, discretamente ocultos.
Otro tanto sucede con las casas, muchas propiedad de los lugare?os, otras palacetes venecianos dieciochescos o residencias ultramodernas donde se refugian artistas y personalidades que desean pasar inadvertidas, aunque por las noches acuden elegantemente vestidos a los bares, tabernas y restaurantes distribuidos por todo el pueblo, en especial el puerto. Siempre ha sido as¨ª, desde hace d¨¦cadas. En algunos locales se exhiben discretamente fotos de personalidades que vinieron aqu¨ª en busca de solaz, como Allen Ginsberg, Mick Jagger, Jacqueline Kennedy, Sofia Loren o el pintor Brice Marden. La marca del lugar, no obstante, es el sigilo; as¨ª, lo interesante de las veladas musicales o literarias es que sus protagonistas son an¨®nimos. En las noches de verano, exc¨¦ntricos autores ingleses leen en voz alta fragmentos de novelas protagonizadas por vampiros, gigol¨®s o asesinos que huyen de Londres buscando refugio en las islas griegas.
El viernes pasado, al conocerse la noticia de la muerte de Leonard Cohen, algunos que lo recordaban bien se acercaron a la puerta de su casa para dejar una nota o unas flores. Cohen lleg¨® a Hidra a principios de la d¨¦cada de los sesenta, cuando todav¨ªa no sab¨ªa si su destino ser¨ªa la m¨²sica o la literatura (¡°En una mano llevaba una guitarra, en la otra una m¨¢quina de escribir Olivetti¡±). Hidra le proporcion¨® a Cohen, que andando el tiempo se encastill¨® en la soledad de un monasterio zen, una forma de apaciguar sus anhelos m¨ªsticos, aunque la existencia que llev¨® aqu¨ª no fue exactamente mon¨¢stica, debido a que en su camino se cruz¨® Marianne Ihlen, con quien vivir¨ªa una tormentosa historia de amor, de la que dej¨® constancia en una de las canciones m¨¢s conmovedoras de su carrera So Long, Marianne. La joven noruega, de una belleza que el cantante describi¨® como ¡°perfecta¡±, llevaba tres a?os en la isla, donde viv¨ªa con su marido el escritor noruego Alex Jensen y el hijo de la pareja. La aparici¨®n de Cohen precipit¨® su ruptura. Cohen alquil¨® una casa por 14 d¨®lares al mes en la que vivi¨® ocho a?os. ¡°Viv¨ªamos bajo el sol, descalzos. ?ramos pobres, pero felices. No hab¨ªa agua corriente, ni coches, solo burros y tardamos en tener electricidad¡±, declar¨® en una entrevista concedida en 1988 a la BBC en su casa, a la que se refiri¨® como ¡°el laboratorio de su juventud¡±. De este modo, Hidra se convirti¨® en su centro de gravedad art¨ªstica y vital durante una ¨¦poca crucial. All¨ª escribi¨® el poemario Flores para Hitler y las novelas El juego favorito y Hermosos perdedores, en la que explora la confluencia entre sus dos mayores obsesiones, la religi¨®n y la sexualidad. Al final la guitarra le gan¨® la batalla a la Olivetti, aunque habr¨ªa que matizar que como en el caso de Dylan o Tom Waits, hay misterio y grandeza literaria gracias a la existencia de una dimensi¨®n musical. De su paso por la isla, ahora que no est¨¢, quiz¨¢ lo que m¨¢s pese sea el eco de las canciones que compuso all¨ª, como Bird on Wire, profunda meditaci¨®n sobre el enigma de la existencia, inspirado por la visi¨®n de un p¨¢jaro posado en un cable el¨¦ctrico que ve¨ªa desde la ventana de su casa y, m¨¢s a¨²n, el sereno lamento sobre el destino tr¨¢gico del amor que es So Long, Marianne, su despedida de la musa que conoci¨® en Hidra.
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