Frivolidad de ayer y hoy

Novela corta primeriza de Jane Austen, que deb¨ªa tener unos 24 a?os cuando la escribi¨®, aunque no se publicara hasta 70 a?os despu¨¦s, Lady Susan es casi una anomal¨ªa en la obra de la autora de Orgullo y prejuicio. Narrada en forma epistolar, y dotada de un cinismo y una iron¨ªa desbordantes, la historia est¨¢ protagonizada adem¨¢s por una mujer vacua y malvada, aunque evidentemente atractiva, no ya en lo f¨ªsico, que tambi¨¦n, sino en lo personal. Un material que ha dado pie al estadounidense Whit Stillman para conformar con Amor y amistad su mejor pel¨ªcula en a?os, casi en d¨¦cadas, desde aquella fundacional Metropolitan, de 1990.

Aunque ambientada en el paso del siglo XVIII al XIX, la pel¨ªcula es puro Stillman, el de The last days of disco y Damiselas en apuros, obras, como esta, sobre el capricho, la superficialidad y la amoralidad, donde, ir¨®nicamente, no hay ni amor ni amistad. Eso s¨ª, aunque luego se imponga su tono desprejuiciado y alejado de lo solemne, arranca mal. A estas alturas, empezar una pel¨ªcula con El funeral de la reina Mary, del barroco Henry Purcell, exactamente igual que Stanley Kubrick en La naranja mec¨¢nica es m¨¢s una batalla perdida que un atrevimiento o un descuido, a lo que sigue una presentaci¨®n de personajes que se supone est¨¦tica y graciosa pero que solo resulta gratuita, casi par¨®dica.

Sin embargo, frente a un cierto abuso del aburrido plano-contraplano, Stillman va dominando su material gracias a preciosos detalles, como su mantenimiento del amante de la protagonista siempre fuera del relato, hasta casi el ¨²ltimo instante; un personaje que no necesita decir una sola frase para que el espectador conozca perfectamente tanto su personalidad como su papel en la trama. El director americano, tambi¨¦n guionista, ha hecho una labor excelente en la traslaci¨®n de las cartas de la novela a di¨¢logos y sus int¨¦rpretes, conscientes de la esencia de la Lady Susan de Austen y, sobre todo, del tono aparentemente banal pero en el fondo malvado que le aporta Stillman, van todos a una: parecen pas¨¢rselo bomba en un juego de ardores y mentiras que quiz¨¢ no est¨¦ tan lejos de la frivolidad contempor¨¢nea.