Distantes pero cercanos
Rulfo pone el sello definitivo a la antigua manera de contar las historias rurales, cuando el narrador lo hac¨ªa desde arriba, desde el mundo civilizado
Las novelas de lo que podr¨ªamos llamar el canon cl¨¢sico latinoamericano tienen ya una edad provecta, seg¨²n ese arcaico t¨¦rmino que se usaba para se?alar la edad avanzada. Do?a B¨¢rbara, que dio a nuestra literatura uno de sus personajes verdaderamente arquet¨ªpicos, aquellos que se salen de las p¨¢ginas de un libro para andar por el mundo por su propia cuenta, va ya para los 90 a?os de haber sido publicada; y su autor, el venezolano R¨®mulo Gallegos, nos recuerda algo ya casi olvidado, lo de los escritores que aparejaban la vida literaria con la vida pol¨ªtica.
Su caso me parece inusual, y por tanto memorable. Era un reformista de coraz¨®n, que aborrec¨ªa la sociedad cerril, de intensos tintes rurales de su pa¨ªs, y quer¨ªa establecer la legalidad que d¨¦cadas de dictaduras militares hab¨ªan convertido en una mofa. Reformar el campo donde reinaba la ley del m¨¢s fuerte, sustituir el arbitrio por el orden jur¨ªdico, es la tesis de Do?a B¨¢rbara como novela. Santos Luzardo, en nombre de la idea de civilizaci¨®n urbana, quiere someter la naturaleza ind¨®mita que aquella mujer encarna.
Do?a B¨¢rbara es una novela de tesis, y su propuesta es la misma que Gallegos quiso aplicar cuando fue electo presidente de Venezuela en 1947 por m¨¢s del 80% de los votos: reformar la sociedad y hacer valer las leyes. Pero fue derrocado apenas nueves meses despu¨¦s de su llegada al palacio de Miraflores por los militares de polainas y charreteras que la magia de la democracia no hab¨ªa hecho desaparecer.
Fueron los mismos nueve meses de don Juan Bosch, electo presidente de la Rep¨²blica Dominicana en 1962, tambi¨¦n por abrumadora mayor¨ªa, tras el ametrallamiento del general¨ªsimo Rafael Le¨®nidas Trujillo. Don Juan no era novelista, sino escritor de cuentos, uno de los mejores de Am¨¦rica Latina, pero tambi¨¦n olvid¨® que los generales amamantados por la longeva dictadura trujillista a¨²n segu¨ªan all¨ª; para ellos, cualquier reforma democr¨¢tica no era sino comunismo sovi¨¦tico disfrazado.
Escritores comprometidos con la pol¨ªtica y la sociedad: una lectura por los cl¨¢sicos de la literatura latinoamericana contempor¨¢nea
Eran otros tiempos, claro, y cuando se hablaba de escritores comprometidos quer¨ªa decir comprometidos en contra de las dictaduras de derecha, ahijadas del Departamento de Estado, cuyas pol¨ªticas se guiaban de acuerdo a los intereses de las compa?¨ªas madereras, mineras y, sobre todo, bananeras de Estados Unidos. Escritores antiimperialistas. Es lo que fue el guatemalteco Miguel ?ngel Asturias, premio Nobel en 1967, cuya novela El se?or Presidente llega el a?o que viene a su 70? aniversario, otra de nuestras obras capitales ya venerables.
Militancia antiimperialista y calidad art¨ªstica no eran, por supuesto, sin¨®nimos, y la llamada trilog¨ªa del banano de Asturias (Viento fuerte, El Papa Verde y Los ojos de los enterrados) es m¨¢s que todo una diatriba. Pero su blanco es la United Fruit Company, patrocinada por los c¨¦lebres hermanos Dulles, uno secretario de Estado, el otro jefe de la CIA, que en nombre de los intereses de aquella derrocaron en 1954 al presidente leg¨ªtimamente electo de Guatemala, Jacobo Arbenz, por intentar una reforma agraria. La realidad pol¨ªtica llevaba indefectiblemente al realismo literario.
Cien a?os de soledad, de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, alcanza el a?o que viene el medio siglo de haber sido publicada, un fasto que ya veremos celebrar con merecida pompa. Es un libro que naci¨® como un cl¨¢sico, y cada vez lo es m¨¢s. Y en lugar de un solo personaje arquet¨ªpico, como do?a B¨¢rbara, o como Pedro P¨¢ramo de Juan Rulfo, que ya pas¨® los 60 a?os, nos ofrece toda una dinast¨ªa que se sale de sus p¨¢ginas, Jos¨¦ Arcadio Buend¨ªa y su descendencia.
Esta saga convierte por primera vez el discurso pol¨ªtico y la denuncia social en f¨¢bula m¨²ltiple, y es a trav¨¦s de ese juego de espejos que repite y altera im¨¢genes hasta el infinito que podemos contemplar de otra manera la historia de Am¨¦rica Latina, guerras fratricidas, atraso rural, explotaci¨®n y desigualdad. No es s¨®lo eso, pero tambi¨¦n es eso. En alg¨²n sentido, podr¨ªamos decir que Cien a?os de soledad es la ¨²ltima de nuestras novelas bananeras, desde luego que la United Fruit Company est¨¢ detr¨¢s de la masacre de trabajadores en Ci¨¦naga, perpetrada por el Ej¨¦rcito de Colombia el 6 de diciembre de 1928, y es la due?a del tren amarillo que transporta en sus vagones los cad¨¢veres para tirarlos al mar como fruta de deshecho.
Cuando en 1958 aparece La regi¨®n m¨¢s transparente, de Carlos Fuentes, Pedro P¨¢ramo ha sido publicada apenas tres a?os atr¨¢s. Son dos novelas casi contempor¨¢neas, pero que abren y cierran dos mundos a mitad del siglo.
Rulfo pone el sello definitivo a la antigua manera de contar las historias rurales, cuando el narrador lo hac¨ªa desde arriba, desde el mundo civilizado, que de alguna manera desprecia el lenguaje popular porque lo entrecomilla; ¨¦l se baja del balc¨®n para meterse entre sus propios personajes, hablando ¨¦l tambi¨¦n desde debajo de la tierra, junto con los muertos.
Fuentes entrevera m¨²ltiples historias narradas por m¨²ltiples voces en lo que entonces es ya la inmensa selva urbana de la ciudad de M¨¦xico, ca¨®tica y salvaje, desigual y ensa?ada de crueldades sociales, y esas voces hablan desde los distintos estratos sociales, un gran mural que se va desplegando delante de nuestros ojos. Despu¨¦s ya tendremos Rayuela, de Julio Cort¨¢zar, y La ciudad y los perros, de Mario Vargas Llosa, publicadas el mismo a?o de 1963 y que han pasado tambi¨¦n el medio siglo de edad. Una modernidad distante y a la vez cercana.
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