Con A de Am¨¦rica, con B de...
De afrodescendiente a violencia. 30 autores latinoamericanos definen el mapa de la literatura de un continente diverso y mestizo
Afrodescendiente: No siempre la piel es evidencia de la afrodescendencia. Los afrodescendientes venimos de todos las tonalidades, nacionalidades, lenguas , g¨¦neros y caminos de vida. Lo que nos convoca es una historia com¨²n de marginalizaci¨®n y la invisibilizaci¨®n de nuestra presencia social en el mundo. Ser afrodescenciente significa asumir la tarea de recuperar los saberes olvidados provenientes de ?frica y que se expanden por medio de las innumerables expresiones culturales, cient¨ªficas y sociales de sus di¨¢sporas. El empobrecimiento y marginalizaci¨®n sistem¨¢tica de las poblaciones negras y afrodescendientes a nivel global convence hasta a los mismos afrodescendientes de que somos una gente bruta, criminal, incapaz, amoral, sin historia, sin ciencia, sin aportaciones qu¨¦ ofrecer a la sociedad. Esto no es cierto. Son muchos los personajes hist¨®ricos negros y afrodescendientes que han hecho numerosas contribuciones a todos los campos del conocimiento humano- el pintor Wilfredo Lam en las artes pl¨¢sticas, Toni Morrison y Wole Soyinka, Premios Nobel en Literatura, Kofi Anan, Nelson Mandela, Barack Obama en pol¨ªtica, Anthony Kwame Appiah, Henry Loius Gatesd en filosof¨ªa, y as¨ª. Son muchos los nombres de cient¨ªficos, pol¨ªticos, m¨²sicos, cirujanos, empresarios, core¨®grafos, escritores que vienen a la mente. Sin embargo, sus nombres e historias son poco conocidos, ense?ados en escuelas y universidades, poco valorados en el mundo que nos toca vivir. El racismo acabar¨¢ cuando nuestras contribuciones sean valoradas y cuando la inequidad econ¨®mica sustentada por la racializaci¨®n de millones de seres en el planeta termine. Entonces la afrodescendencia pasar¨¢ a ser lo que en realidad es, una variaci¨®n fenot¨ªpica de una especie, la humana, que en realidad conforma una sola raza diversa, variada, rica, humana.
Mayra Santos-Febres. Escritora puertorrique?a
Autoficci¨®n: En realidad se trata de un g¨¦nero tan antiguo como El Quijote, utilizado a lo largo de los tiempos, y reciclado, en los ¨²ltimos diez a?os, bajo este nombre. Como ocurre con el autorretrato, en las novelas de autoficci¨®n los autores se sirven de su identidad para construir un personaje, y de su biograf¨ªa o sus lecturas (ver el caso de Enrique Vila-Matas) como materia literaria, asumiendo que ¡°la verdad¡± es siempre resbaladiza, y la objetividad inevitablemente subjetiva. En este g¨¦nero, la l¨®gica, la coherencia y la belleza de un relato pasan antes que la correcci¨®n pol¨ªtica, el pudor o la lealtad familiar.
Guadalupe Nettel. Escritora mexicana
Biblioteca: En Colombia, de inmediato pensamos en un lugar de encuentro: con la memoria local, con nuestra historia, con multiplicidad de voces que reposan all¨ª, con herramientas para el conocimiento, con los dem¨¢s miembros de la comunidad y, lo esencial, con pensamientos y emociones propias y extra?as. La diversidad de lecturas brinda pertrechos contra el recelo y los prejuicios ante el pensamiento ajeno, contra la ignorancia y la sospecha. Las Bibliotecas tienen el compromiso de hacer posible la convivencia de la pluralidad de puntos de vista, sin suprimir el ejercicio del esp¨ªritu cr¨ªtico y el despertar de la empat¨ªa. Es la utop¨ªa m¨¢s incluyente y prodigiosa a la que toda sociedad debe aspirar.
Consuelo Gait¨¢n. Directora de la Biblioteca Nacional de Colombia
Bola?o: El escritor me liber¨® de la pregunta inc¨®moda sobre el boom latinoamericano, del cual yo nunca quise ni tuve mucho que decir. Saber que su padre era camionero, despu¨¦s de leer tantas biograf¨ªas con padres catedr¨¢ticos o de ¨¦lite, fue un consuelo y una esperanza. Ley¨¦ndolo, aprend¨ª sobre melancol¨ªa y ¨¦tica. Tambi¨¦n que el territorio no se configura a trav¨¦s de la descripci¨®n tur¨ªstica de paisajes, sino de la experiencia que los personajes tienen en ¨¦l, y que lo individual puede llevar a un Nosotros igual de profundo que las escrituras desde el colectivo. Pero a¨²n me quedan muchas relecturas, reci¨¦n ahora, despu¨¦s de cinco a?os de leer 2666, estoy comenzando a entenderla. ?
Paulina Flores. Escritora chilena
Corralito: Corral le dec¨ªamos a esa empalizada para atajar las vacas. Las vacas gordas del pa¨ªs lechero, la vaca que viajaba en barco a Europa para alimentar a los ni?os de la familia en vacaciones. Corralito, ese caj¨®n con barrotes adonde echar al beb¨¦ mientras no camina, para que no se escape el nene, no le pase nada, no corra peligro: corralito. Y corralito fue un d¨ªa, no hace tanto, todos los ahorros a la bolsa (de los mismos de siempre). Corralito, el pa¨ªs todo roto como las vidrieras de los bancos, como los cajeros autom¨¢ticos. Corralito: gente muerta y un presidente ?huyendo en helic¨®ptero.
Selva Almada. Escritora argentina
Cr¨®nica: Desde las par¨¢bolas y grandes met¨¢foras novel¨ªsticas de Hispanoam¨¦rica hemos ambicionado una literatura m¨¢s ¨ªntima, quiz¨¢s confesional, de gran temperamento. La cr¨®nica es hito en esta ruta que viaja del campo y el pueblo a la ciudad. Ahora la ambici¨®n quiz¨¢s sea la observaci¨®n de entornos siempre cambiantes, la fragilidad de esa ciudad que en uno de sus laberintos vuelve a tropezar con la novela, esta vez ¡°negra¡±. La cr¨®nica nos inici¨® en la observaci¨®n y la invenci¨®n de la periferia, de lo poco visto, comentado y reflexionado. En fin, es el cuaderno de apuntes sobre nuestra nueva polis.
Edgardo Rodr¨ªguez Juli¨¢. Escritor puertorrique?o
Cuba: ¡°La tierra m¨¢s fermosa que ojos humanos hayan visto¡± descubierta por Crist¨®bal Col¨®n, archipi¨¦lago mayor de las Antillas, pa¨ªs ind¨®mito e ilustrado, cambi¨® su historia en 1959 con el triunfo de su revoluci¨®n socialista. Caldo de cultivo de geniales m¨²sicos, artistas e intelectuales como Jos¨¦ Mart¨ª, Lezama Lima, Eliseo Diego, Guillermo Cabrera Infante o Reinaldo Arenas, quienes en ¨¦pocas distintas fueron silenciados o desterrados por decir su verdad. ¡°La Maldita circunstancia del agua por todas partes¡±, el embargo, su pol¨ªtica interna y los ciclones la han condenado, pero ella resiste en su deriva de utop¨ªa, goce e ingenio popular.
Wendy Guerra. Escritora cubana
Cuento: Muertos ya los monstruos del g¨¦nero (Borges, Cort¨¢zar, Arreola, y otros), los ¨²ltimos a?os suman figuras quiz¨¢ no tan potentes, pero que multiplican la experimentaci¨®n. El cuento ya no es el hermano peque?o de la novela y surgen editoriales espec¨ªficas, a la vez que se multiplican los lectores. Las mujeres, casi ausentes en el panorama anterior, enriquecen el medio y la microficci¨®n encuentra su espacio. Hay debate, y el oc¨¦ano no es ya una frontera. Las redes son un buen espacio para el g¨¦nero peque?o y todo parece augurar un futuro prometedor, aunque las grandes editoriales no se han sumado y vivir del cuento sigue siendo una quimera.
Clara Obligado. Escritora argentina
Democracia: Opinar, discutir, vivir con alas, sentirse parte de un cuerpo, sentir el sentir de los otros, reconocerse en la tierra-patria, verse a los ojos, saberse protegido, conocerse libre, reconocer derechos propios y ajenos: techo, pan, curarse, aprender; respetar l¨ªmites, hacer la historia colectivamente, votar, participar, andar juntos, disfrutar de privacidad; viajar, volver, recibir el aire y el sol; no esconderse, no temer, no correr, abrazarse por la calle, ejercer el amor sin miedo, cobijarse bajo un paraguas tejido por todos, tener una manera com¨²n de entenderse, elegir quien lleva y quien trae, consenso, pacto social, un aire fresco, un c¨®digo para descifrar la virtud, para vivirla.
Gioconda Belli. Escritora nicarag¨¹ense
Dictadura: Suele devenir en dictadura, aquel poder que se considera due?o de una verdad y enemigo de otras de alta peligrosidad, en cuyas terribles amenazas habita su justificaci¨®n. En la cima de su escala de valores est¨¢n el orden y la obediencia. ¡°En Chile no se mueve una hoja sin que yo lo sepa¡±, dijo un d¨ªa el dictador Augusto Pinochet. ?Es posible imaginar una ficci¨®n m¨¢s grande? Y, no obstante, durante su mandato desaparecieron las novedades literarias. Muchas vidas desaparecieron. La literatura se refugi¨® en las librer¨ªas de viejo. Quienes crecimos bajo la dictadura de Pinochet debimos contentarnos con la lectura de los autores cl¨¢sicos apilados en las bodegas de la calle San Diego. Un fen¨®meno parecido vivieron los lectores de la Rusia sovi¨¦tica, seg¨²n cuenta Svetlana Aleksi¨¦vich. Algo que agradecerle a las dictaduras: al detener el tiempo, la atenci¨®n vuelve a lo esencial.
Patricio Fern¨¢ndez. Director de la revista chilena The Clinic
Editar: Editar desde Am¨¦rica Latina, donde la regla es el mestizaje y el cruce de culturas, nos impulsa naturalmente a mirar por fuera de este vasto territorio y acercarnos sin prejuicios a otras literaturas. Al mismo tiempo, buscamos hacer eco de la fascinante heterogeneidad de voces de los escritores, intelectuales y artistas que conforman nuestra matriz cultural. Tenemos la ventaja de compartir una lengua, lo cual facilita la circulaci¨®n transfronteriza de las obras. Desde lo personal, situados en el sur del sur, m¨¢s cerca del misterioso continente Ant¨¢rtico que de los centros de poder, sentimos que editar es no solo una gozosa tarea, sino tambi¨¦n una gran responsabilidad cultural, social y pol¨ªtica.
Adriana Hidalgo. Editora argentina
Exilio: A los exiliados: los he visto. Vienen subiendo y son miles, son millones. Su viaje empieza en el origen de los tiempos y se pierde hacia adelante. La humanidad recorre los caminos de un planeta donde lo que fluye es permanente, y espejismo lo sedentario. He visto mujeres que no se arredran pese a saber que muchas morir¨¢n en el trayecto y que otras dejar¨¢n enterrados a sus hijos. Pero su decisi¨®n est¨¢ tomada y no se detendr¨¢n hasta llegar, cueste lo que cueste, sea como sea, en pateras, por el desierto a pie descalzo, mendigando a trav¨¦s de las ciudades, pasando por lo peor y esperando lo mejor. Les suceder¨¢n cosas extra?as: ¡°algunas ser¨¢n crueles, otras volver¨¢n a encenderles la fe¡± (J. Steinbeck).
Laura Restrepo. Escritora colombiana
Frontera: Frontera para m¨ª no significa una postura geopol¨ªtica. Es un letrero en una estaci¨®n de trenes: Ciudad Frontera: un pueblo de unos 40.000 habitantes en medio del desierto del noreste de M¨¦xico donde viv¨ª entre los seis y los 17 a?os; es decir toda la vida. Quisiera que esto fuera broma pero no: en todo caso ser¨¢ una alegor¨ªa. Ciudad Frontera es mi casa de la infancia, mi primera novia (Cruz), mi mejor amigo (Adri¨¢n), la p¨¦rdida de la virginidad, el rock y la cumbia. Es tambi¨¦n, por supuesto, el horror: la patria de los muertos y de las cicatrices. Pero no como met¨¢fora: como las ciruelas en el refrigerador de las que hablaba William Carlos Williams.
Juli¨¢n Herbert. Escritor mexicano
Garc¨ªa M¨¢rquez: La literatura como alquimia, la prosa como alta poes¨ªa, el ritmo que pasma a la gram¨¢tica, la elocuencia cham¨¢nica. Es el pez m¨¢s fant¨¢stico del Caribe, una fusi¨®n de las magias verbales de Rub¨¦n Dar¨ªo con embrujos indios y diabluras de ?frica. El cronista feliz que pas¨® en vela las mil y una noches de su infancia. Su lengua cuenta siglos de razas confundidas, mares oliendo a p¨®lvora, incestos de boleros y guerras civiles. Y en el manantial de esa magia, un hombre bueno, t¨ªmido como una adormidera, sabedor de que aqu¨ª nadie vino a triunfar sino s¨®lo a so?ar. William Ospina. escritor colombiano
Ind¨ªgena: Son 10 millones en mi pa¨ªs los due?os de los pueblos originarios. Seg¨²n el EZLN (Ej¨¦rcito Zapatista de Liberaci¨®n Nacional), la pol¨ªtica de arriba ve a los ind¨ªgenas como si fueran los espejitos que el conquistador cambi¨® por oro mientras levantaba iglesias sobre pir¨¢mides y convert¨ªa a Tonantzintla en la virgen de Guadalupe. En 1994, nos enteramos de que 10 millones de ind¨ªgenas viv¨ªan en desventaja absoluta y cruel: m¨¢s de 524 a?os de atraso los separaba del resto de los mexicanos. En la selva chiapaneca alzaron su fusil varios campesinos para denunciar que en pleno siglo XX en Chiapas muchos mor¨ªan de enfermedades curables y que las mujeres corr¨ªan peligro al dar a luz. Ind¨ªgena es tener dientes de ma¨ªz, re¨ªrse quedito, sudar fr¨ªo. Ind¨ªgena es hablar pur¨¦pecha, yaqui, rar¨¢muri, tzotzil, triqui, chontal y otros idiomas que solo conocen los cenzontles porque han ido desapareciendo. Ind¨ªgena ¡ªpara los poderosos¡ª es ser ma¨ªz transg¨¦nico, agua contaminada, bosque talado.
Elena Poniatowska. Escritora mexicana
Internet: Cuando el mundo del Internet ingres¨® a escena, se vivi¨® un periodo inicial de anarqu¨ªa. Los blogs se robaron la escena, compet¨ªan contra los cr¨ªticos oficiales y la informaci¨®n controlada por un editor. Un blog pod¨ªa tener m¨¢s lectores que un cr¨ªtico formal, y m¨¢s influencia incluso. Pero el escenario cambi¨® con la aparici¨®n de las redes sociales. La anarqu¨ªa se domestic¨® y empez¨® el gobierno de las comunidades. Las personas no tenemos solo redes, sino contactos y la informaci¨®n es validada por estos contactos. Yo leo y conozco lo que mis contactos leen y recomiendan. El viejo boca-oreja en dimensiones impensadas.
Iv¨¢n Thays. Escritor peruano
Maestro: Descubierto el Aleph, descifrada la rayuela, transitados Comala, Santamar¨ªa y Macondo, desencantadas ciertas magias que jam¨¢s existieron, excepto en los prejuicios etnoc¨¦ntricos y en las conveniencias editoriales, acaso quede la subversi¨®n como genuina forma de respeto a esos antecedentes. Arturo Belano y Ulises Lima, n¨®madas por principio, no imitaron a nadie. O aprendieron de aquellos a quienes nadie imitaba, como Di Benedetto o Wilcock. Similares desv¨ªos hab¨ªan elegido Felisberto, Copi, Ribeyro, Lamborghini, Fogwill. Eso mismo podr¨ªa decirse hoy de Aira, Eltit, Molloy, Uhart. M¨¢s all¨¢ de la convenci¨®n gramatical, el vocablo maestros mastica el patriarcado de nuestras bibliotecas. Esas que esperan equidad con las Ocampo, Mar¨ªa Luisa Bombal, Elena Garro, Clarice Lispector, Rosario Castellanos o Yolanda Bedregal. Esas donde Sabato pesa ins¨®litamente m¨¢s que Puig. Esas donde alg¨²n d¨ªa los poetas se caer¨¢n del estante superior para mancharnos las manos. Maestros nos remite a nuestros padres y abuelos, que nos han ense?ado tantas cosas, tambi¨¦n a olvidar. Ir¨ªa siendo tiempo de recordar la soledad de nuestras madres, los combates de nuestras hermanas y la impaciencia de nuestras hijas, a las que necesitaremos para reescribirnos.
Andr¨¦s Neuman. Autor argentino
McOndo: Movimiento literario hispanoamericano surgido en 1996 y caracterizado por una visi¨®n globalizada de Am¨¦rica Latina y por una tem¨¢tica que busca la sublimaci¨®n de la identidad pop. Toma su nombre de la antolog¨ªa hom¨®nima de cuentos cuya compilaci¨®n realizada por los chilenos Alberto Fuguet y Sergio G¨®mez busca representar una realidad hispanoamericana distinta a la del boom. El t¨ªtulo refiere tanto al universo m¨¢gico tropical creado por la literatura del boom como a un mundo en el que McDonald¡¯s hab¨ªa logrado abrir una sucursal en la Rusia comunista y en el que los autores vacilaban entre escribir (en broma) en un Mac o un PC. McOndo cuestion¨® la existencia de una ¡°literatura latinoamericana¡±.
Alberto Fuguet. Escritor chileno
Megal¨®polis: Palabra horrible. Inventada para nombrar lo que al tiempo ilumina y espanta. No nac¨ª en la Ciudad de M¨¦xico, pero eleg¨ª vivir en esta paradoja bien amada que tanto maldecimos. En el centro de un caos que abruma y acoge la temeridad de quienes la habitamos. Aqu¨ª nacieron mis hijos. Aqu¨ª encontr¨¦ a su padre, aqu¨ª converso y me cobijan los amigos. Esta ciudad puede ser hostil. A veces la odiamos, nos lastima su ruido, las horas que se doblan entre sus calles. Otras le agradecemos la generosidad con que rescat¨® nuestro albedr¨ªo necesitando el horizonte. Y nos alivian los que aqu¨ª sobreviven. Megal¨®polis: qu¨¦ manera m¨¢s rara de convocar, al un¨ªsono, el abismo y la libertad.
?ngeles Mastreta. Escritora mexicana
Mujer: La primera lectura que recuerdo es Chico Carlo, un libro de la uruguaya Juana de Ibarbourou. Y en especial su cuento, ¡®La mancha de humedad¡¯. Yo era una ni?a que empezaba a leer y descubr¨ªa la magia de las palabras escritas. Fue un encuentro fundacional. Igual que la autora, yo era esa ni?a tirada en una cama inventando historias a partir de una mancha de humedad en el techo de mi cuarto. A esta primera escritora latinoamericana siguieron muchas otras. Llegaron a mi biblioteca las consagradas: Elena Poniatowska, Laura Restrepo, Clarice Lispector. Pero tambi¨¦n autoras m¨¢s j¨®venes que se convirtieron en imprescindibles: Magela Baudoin, Alejandra Costamagna, Eugenia Almeida. Todas ellas y tantas otras siguieron alimentando aquella mancha de humedad que crece con cada nuevo texto.
Claudia Pi?eiro. Escritora argentina
M¨²sica: Hacia el final de la dictadura de Trujillo en 1961 la mitad de la poblaci¨®n Dominicana era analfabeta y por lo tanto no ten¨ªa acceso a la literatura. Su ¨²nico acceso a las ideas, las historias y la poes¨ªa, adem¨¢s del que la transmisi¨®n oral permite, eran las canciones. En ellas se ve¨ªan reflejados, redimidos, entendidos, se sent¨ªan parte de una cultura, de un momento, eran alcanzados por nuevas ideas sobre el mundo. Las letras de la m¨²sica popular y folkl¨®rica han sido y son el g¨¦nero literario m¨¢s democr¨¢tico y la consagraci¨®n literaria de un autor de canciones reconoce tambi¨¦n a todos esos lectores potenciales a los que la desigualdad les niega la palabra escrita.
Rita Indiana. Escritora y m¨²sica dominicana
Narco: Narco es un traficante de drogas que solo tiene una fotograf¨ªa que reparte entre sus novias favoritas. No duerme, es nacionalista, temerario, religioso, manirroto y ama el poder del dinero. Le gustan las joyas pesadas y brillantes, las mujeres nalgonas, los veh¨ªculos de doble tracci¨®n, las avionetas de una tonelada y los pasillos subterr¨¢neos. Ama las serran¨ªas, los desiertos, los motores marinos de gran potencia, el whiskey y los restaurantes de carne asada. Conoce de armas de ¨²ltima generaci¨®n y le encanta disparar. A veces, dar¨ªa su reino por un caballo. Aunque a nadie le consta, interviene directamente en pol¨ªtica.
?lmer Mendoza. Escritor mexicano
Nobel: Acepci¨®n moderna de la antigua ¡°noble¡±. Motivo de expectativa y seg¨²n vaya el caso, de satisfacci¨®n, decepci¨®n y desconcierto. Palabra que promueve la fama del talentoso desconocido como Joseph Brodsky, consagra merecidamente la del famoso como Vargas Llosa, desconcierta al que nunca pens¨® en ella como Bob Dylan. T¨¦rmino con el que incrementan su fama algunos de los que nunca lo ganaron. Gracias a no haberlo recibido, Proust, Kafka y Borges hoy son m¨¢s reconocidos. Si no la hubieran ganado, Echegaray y Claude Simon habr¨ªan sido felizmente olvidados y no vilipendiados. Azar expectante en una novela de final inesperado. El a?o que viene se lo dar¨¢n a un escritor.
Alonso Cueto. Escritor peruano
Paz, Octavio: Si todos los poemas del mundo un d¨ªa se convirtieran en p¨¢jaros, los de Paz ser¨ªan ¨¢guilas americanas que miran las cosas con m¨¢s detalle desde arriba. Si se volvieran espejos, los de Paz nos dar¨ªan el poder de mirarnos por dentro y a la vez vernos y sentirnos plenamente entre los dem¨¢s. Y si todos los poemas y ensayos del mundo fueran piedras dentro de un r¨ªo, el r¨ªo agitado de la vida, los de Octavio Paz ser¨ªan las m¨¢s grandes e ind¨®mitas, las que salen del agua y nos ayudan a ver claramente por donde cruzar. ?
Alberto Ruy S¨¢nchez. Escritor mexicano
Poes¨ªa: Cien a?os despu¨¦s de la muerte de Dar¨ªo la poes¨ªa Latinoamericana no da ninguna muestra de cansancio. Por el contrario: rica y diversa, como el continente, se expresa de infinitas maneras, desde las lac¨®nicas y austeras, herederas del mundo anglosaj¨®n, hasta las experimentales de los neobarrocos. Gonzalo Rojas, Eugenio Montejo, Blanca Varela, Jos¨¦ Watanabe, Juan Gelman, Jos¨¦ Emilio Pacheco, Antonio Cisneros, son algunos de los grandes maestros de los ¨²ltimos treinta a?os. Despu¨¦s de ellos, ya desaparecidos, encontramos sin embargo muchas voces renovadoras, que dan cuenta del tiempo que habitamos desde la tradici¨®n y contra ella, como es propio de toda poes¨ªa.
Piedad Bonnett. Poeta colombiana
Postboom: Para m¨ª el ¡°post-boom¡± es alg¨²n momento personal. No estoy m¨¢s en la materia. He le¨ªdo con admiraci¨®n pero ad hoc a Bola?o y algunos otros. No opino sobre poetas. Llor¨¦ la muerte de Tom¨¢s Eloy Mart¨ªnez, un amigo periodista que se revel¨® inesperadamente como novelista. En los EEUU hay un peque?o culto ¡°post-boom¡± a Felisberto Hern¨¢ndez. Lo he estado traduciendo. Creo que desde hace tiempo ya no hay literatura hispanoamericana como ¡°movimiento¡±. Cada cual hace lo que le canta.
Luis Harss. Autor de Los nuestros
Revistas: Si desde hace unos a?os la cr¨®nica latinoamericana parece atravesar un buen momento es, en parte, por la existencia de revistas que, desde M¨¦xico hasta Argentina, nacieron en las ¨²ltimas dos d¨¦cadas con ideas precisas: publicar historias apuntando a un lector regional; propiciar textos bien reporteados y largos, de escritura exigente; aplicar un trabajo minucioso de edici¨®n; cultivar autores: transformarse, ellas mismas, en formadoras de periodistas. Las desaparecidas Fibra, Pie Izquierdo, Marcapasos, y las sempiternas Gatopardo, SoHo, Etiqueta Negra, El Malpensante, Piau¨ª, entre otras, fueron el espacio donde se dibuj¨® un mapa s¨®lido de autores de no ficci¨®n donde muchos forjaron su voz.
Leila Guerriero. Escritora argentina
¡®Spanglish: Jerga ling¨¹¨ªstica resultante de la fricci¨®n entre el espa?ol y el ingl¨¦s en Estados Unidos. Su uso var¨ªa considerablemente en las distintas comunidades hispanas. Extraordinariamente vivo, eficaz y cambiante, se caracteriza por su volatilidad, manifiestamente ajena a toda forma elitista de cultura. Sus posibilidades creativas han cristalizado con ¨¦xito en narrativa y poes¨ªa: w¨¢chalo (vig¨ªlalo). Imposible de codificar, refleja el choque, con frecuencia violento, entre dos visiones contrapuestas del mundo, la anglosajona y la hispana. Asociado a fen¨®menos migratorios, tiene un fuerte componente de resistencia pol¨ªtica y afirmaci¨®n de la identidad latina. Ganar¨¢ fuerza bajo la presidencia de Donald Trump.
Eduardo Lago. Escritor espa?ol
Trump: Dicen que lo verdaderamente peligroso no es el soberano que nunca ha le¨ªdo un libro, sino el que ha le¨ªdo solo uno. Lo primero suele conducir a la ignorancia; lo segundo a algo peor: la intolerancia y el fanatismo. Para efectos pr¨¢cticos, Donald Trump es de los que han le¨ªdo un solo libro. Con la agravante de que se trata de un libro que ¨¦l escribi¨®, aunque fue redactado por otro: El arte de la negociaci¨®n. La tesis es rei?terativa: ¡°Soy un genio como empresario y hombre de ¨¦xito¡±. As¨ª que en materia de fanatismo Trump ha incubado la peor versi¨®n: ser fan¨¢tico de s¨ª mismo. Siendo as¨ª, el mundo se divide entre los que son coro de pleites¨ªa o, simplemente, un estorbo. Adem¨¢s, claro, de aquellos a los que culpa de todos los males. Hace 80 a?os otro fan¨¢tico de su propio libro decidi¨® que eran los jud¨ªos y quiso exterminarlos; hoy Trump afirma que son los latinos y quiere expulsarlos, encerrarlos tras un muro, cortar v¨ªnculos comerciales. Esta vez no ser¨¢ una purga ¨¦tnica, pero s¨ª un tsunami de tr¨¢gicas consecuencias para Am¨¦rica Latina.
Jorge Zepeda Patterson. Escritor mexicano
Violencia: La realidad, para un escritor, es como el agua para un nadador: puede ahogarse en ella, pero sin ella no podr¨ªa nadar. Es imposible evitarla. Si esa realidad (esa agua) se ti?e de violencia, el nadador quedar¨¢ salpicado de ese color (?rojo?) inevitablemente. Por esto la violencia se nota m¨¢s, precisamente, en las novelas de los pa¨ªses que m¨¢s la han sufrido en las ¨²ltimas d¨¦cadas: Colombia, Per¨², M¨¦xico, Venezuela. En los a?os setenta esa tem¨¢tica era m¨¢s argentina o chilena. En Colombia hay ejemplos can¨®nicos: la sicaresca (novelas sobre matones) y decenas de libros de secuestrados. ?C¨®mo no?
H¨¦ctor Abad. Escritor colombiano
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