Maurizio Cattelan: ¡°Finjo estar muerto, pero todav¨ªa puedo ver y o¨ªr¡±
El cotizado artista italiano, que se retir¨® en 2011, regresa con una retrospectiva en Par¨ªs
Hace cinco a?os jur¨® que lo dejaba para siempre. Maurizio Cattelan, una de las personalidades m¨¢s cotizadas del arte de nuestro tiempo, acababa de cumplir 51 a?os. Y de vivir su mayor consagraci¨®n, al protagonizar una retrospectiva en el Guggenheim de Nueva York, en la que decidi¨® colgar todas sus obras hasta la fecha del majestuoso patio de luces del edificio de Frank Lloyd Wright, ¡°igual que si fueran salamis¡±. Se dijo cansado de un mundo, el del arte contempor¨¢neo, cada vez m¨¢s dominado por el poder del capital. El mismo que hab¨ªa convertido a este hijo de modest¨ªsimos paduanos en un hombre rico, tras malvivir con cinco d¨®lares al d¨ªa hasta 1997, seg¨²n su propia confesi¨®n. Afirm¨® sentirse en ¨¦l como si estuviera conduciendo un coche ¡°del que otra persona controla la velocidad¡±.
Su retiro no habr¨¢ durado m¨¢s de media d¨¦cada. El artista italiano acaba de interrumpir esa jubilaci¨®n anticipada para escenificar su regreso por la puerta grande, a trav¨¦s de una exposici¨®n en La Monnaie de Par¨ªs, centro dedicado al arte contempor¨¢neo en el interior de la casa de la moneda de la capital francesa. La muestra, titulada Not afraid of love (¡°Sin miedo al amor¡±) y abierta hasta el 8 de enero, recoge 17 de sus obras, seleccionadas por el propio artista a modo de retrospectiva parcial. No ha escogido las menos conocidas, ni tampoco las m¨¢s baratas. Ah¨ª est¨¢ su Papa de Roma aplastado por un meteorito (La Nona Ora), su caballo disecado y colgado del techo de este napole¨®nico edificio (Novecento), sus nueve cad¨¢veres recubiertos de s¨¢banas de m¨¢rmol (All) y su pol¨¦mico Hitler arrodillado (Him), vendido en mayo por la cifra r¨¦cord de 15 millones de euros. La muestra parece concebida como un disco de grandes ¨¦xitos, concentrando los mejores ejemplos de ese arte pop, juguet¨®n, enigm¨¢tico y algo macabra que lo convirti¨® en una estrella. ¡°Yo la veo, m¨¢s bien, como un reboot de mi obra, en el que cada trabajo establece una nueva relaci¨®n con los dem¨¢s, en un contexto diferente¡±, responde Cattelan, al¨¦rgico a las entrevistas, por correo electr¨®nico.
El artista reconoce que el museo le invit¨® a exponer obra nueva. ¡°Pero no se me ocurri¨® ninguna opci¨®n v¨¢lida¡±, admite. ¡°Puede parecer menos generoso que crear algo nuevo, pero cr¨¦ame cuando le digo que es totalmente sincero y meditado¡±, asegura Cattelan. Poco importa el contenido: la exposici¨®n parece estar pensada como un happening ideado para poner en escena su regreso al mundo del arte. ¡°Es como una exposici¨®n post-r¨¦quiem¡±, admite Cattelan. ¡°Como en una novela de Poe, finjo que estoy muerto, pero todav¨ªa puedo ver y o¨ªr lo que sucede a mi alrededor. Y tambi¨¦n moverme, si lo decido¡±. Parece insinuar as¨ª que su resurrecci¨®n podr¨ªa estar a la vuelta de la esquina.
Igual que esos pol¨ªticos que anuncian su retirada pero luego siguen incordiando a sus sucesores, Cattelan nunca se march¨® del todo. En 2013, solo dos a?os despu¨¦s de su retiro, lo descubrimos en Basilea, inaugurando una muestra dedicada a sus obras de tema equino. Meses despu¨¦s, empapelaba los ventanales de la fachada del Palais de Tokyo en Par¨ªs con im¨¢genes trash de su revista Toilet Paper; defini¨® el resultado como ¡°una versi¨®n secular de la Sainte-Chappelle¡±. Despu¨¦s fue visto presentando una colecci¨®n de camisetas que dise?¨® para la marca MSGM en Mil¨¢n y en las fiestas de un rico coleccionista liban¨¦s en Beirut. En el fondo, su trayectoria ha sido como un gran n¨²mero de magia. Ahora lo ves, ahora no lo ves. Su primera exposici¨®n, inaugurada en una galer¨ªa de Bolonia en 1989, consist¨ªa en un cartel colgado en la entrada del lugar, que rezaba: ¡°Vuelvo enseguida¡±. Otra de sus primeras obras fue una s¨¢bana trenzada, de la que se sirvi¨® para evadirse, cual princesa medieval, de una exposici¨®n de grupo en la que deb¨ªa participar.
A quienes ven solo humor c¨¢ustico y provocaci¨®n barata en sus obras, Cattelan les responde con solemnidad. ¡°No estoy intentando entretener a mi audiencia, sino crear una imagen inspiradora¡±, asegura. ¡°El progreso humano siempre se ha producido a trav¨¦s de im¨¢genes inspiradoras procedentes del arte. En 1865, una novela de Julio Verne era considerada ciencia ficci¨®n. Cien a?os despu¨¦s, camin¨¢bamos sobre la Luna. Como humanos, siempre estamos elevando el list¨®n de nuestros objetivos y expandiendo nuestras fronteras, tambi¨¦n a trav¨¦s de la imaginaci¨®n¡±. No queda claro hacia qu¨¦ futuro apunta su obra. Tal vez solo hacia una muerte inexorable, pero observada con esa protecci¨®n que proporciona el sarcasmo. ¡°El humor nos permite transformar cosas que son dif¨ªciles de contemplar¡±, confirma Cattelan. ¡°Tu trabajo es la ceniza de una vida que se consume. Y eso es todo lo que quedar¨¢ cuando te vayas¡±.
Su retirada en 2011 lleg¨® en un punto de agotamiento creativo, tras el pronunciado momento de gloria que vivi¨® en la d¨¦cada anterior. ¡°Siempre ha sido irregular y ahora se le est¨¢n acabando las ideas. Tal vez sea el momento de dejarlo¡±, sentenci¨® la cr¨ªtica Roberta Smith en The New York Times. Con la muestra en Par¨ªs, Cattelan parece dar un paso atr¨¢s antes de dar otro adelante. Mientras decide qu¨¦ direcci¨®n tomar, el artista acaba de librar su primera nueva obra en cinco a?os: America, un retrete de oro macizo expuestoen los servicios de la quinta planta del Guggenheim neoyorquino, donde los curiosos se amontonan desde hace semanas para orinar sobre tan fastuoso orificio. ?Un homenaje a Marcel Duchamp, casi un siglo despu¨¦s de que desembarcara con su urinario en la nueva capital del arte? ?Una manera de ridiculizar a un p¨²blico que hace cola durante horas para tomar un selfie con esa letrina dorada al fondo? M¨¢s bien, una peculiar relectura de ese sue?o en el que los aut¨®ctonos siguen creyendo a pies juntillas. ¡°America da la misma oportunidad a todo el mundo. Da igual lo que comas, un almuerzo de 200 d¨®lares o un hot dog de solo dos: el resultado, cuando vas al ba?o, es el mismo¡±, responde con sorna. ¡°Adem¨¢s, te ofrece la posibilidad de encontrarte cara a cara con el ¨²ltimo objeto de culto: la obra de arte. Permite vivir un momento de contemplaci¨®n pura y solitaria, que es algo que sucede cada vez m¨¢s a menudo¡±.
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