La grandeza de Mendoza
En vez de hacer lo posible por exhibir todo lo que sabe, como suelen hacer los que no saben nada, hace todo lo posible por esconderlo
Eduardo Mendoza es todav¨ªa mejor escritor de lo que parece. La raz¨®n es simple: en vez de hacer lo posible por exhibir todo lo que sabe, como suelen hacer los que no saben nada, Mendoza hace todo lo posible por esconderlo, como si nunca perdiera de vista el precepto cl¨¢sico:?Vera ars velat artem. El resultado son unos libros pudorosamente ricos, profundos y perspicaces, siempre transparentes, de apariencia a menudo ligera y hasta superficial, que han conseguido seducir a montones de lectores comunes y corrientes con su encanto, su humor gamberro y su generosa y valiente falta de pretensiones; es decir: el resultado es un escritor genuinamente popular, cervantino (Cervantes fue ante todo un escritor popular, o al menos lo fue en el Quijote), que recrea y parodia los g¨¦neros populares como sab¨ªa hacerlo Cervantes y que, por decirlo de una sola vez, suscita en el lector el mismo buen rollo que suscitaba Cervantes. De hecho, yo creo que podr¨ªa decirse de Mendoza lo que Ortega dijo de Cervantes (y ha recordado hace poco Ferlosio): ¡°Cervantes simpatiza con todo¡±, escribe Ortega. ¡°No es que Cervantes haya vivido mucho, sino que ha sufrido y no le guarda rencor a nadie". Ah¨ª radicaba la grandeza de Cervantes, y ah¨ª radica la de Mendoza.
Si no me enga?o, todo lo anterior est¨¢ bastante mal visto por el establishment literario espa?ol, lo que quiz¨¢ sea la causa de que tantos escritores tan cervantinos se queden sin el Premio Cervantes. Tiene gracia: Cervantes invent¨® la iron¨ªa (entendida como ¡°forma de la paradoja¡±, por decirlo como A. W. Schlegel), pero la literatura espa?ola sigue confundiendo con frecuencia la iron¨ªa ¡ªno digamos el humor¡ª con la frivolidad. Me temo que es lo que ocurre a menudo con Mendoza. Dicho esto, la importancia hist¨®rica de su obra est¨¢ fuera de toda duda. En 1975, cuando public¨® La verdad sobre el caso Savolta, Mendoza cambi¨® el rumbo de la novela espa?ola, introduciendo un tono y una serie de elementos que marcaron la narrativa del posfranquismo.
Es posible que ya no estemos en la etapa que abri¨® aquel libro seminal, y que la literatura (la espa?ola y la no espa?ola) est¨¦ explorando ahora mismo territorios distintos. Es posible. Pero es seguro que sin los libros de Mendoza, muchos de los cuales siguen ahora mismo tan frescos como cuando se publicaron, esos nuevos territorios seguir¨ªan v¨ªrgenes. A?adir¨¦ que, para algunos de los que hemos venido despu¨¦s, Mendoza ha sido desde hace muchos a?os un ejemplo: un ejemplo de caballerosidad y de generosidad, de inteligencia y de decencia, de seriedad sin afectaci¨®n y de aut¨¦ntico cosmopolitismo; en resumen: un ejemplo de escritor civilizado. Mendoza, en este sentido, es el escritor que hubi¨¦ramos querido ser si no hubi¨¦ramos tenido que resignarnos a ser el escritor que somos. Todo lo cual explica que estemos hoy tan contentos. Cervantes, no me cabe la menor duda, tambi¨¦n lo estar¨ªa.
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