La colecci¨®n que Stalin quiso quemar
Una muestra en Par¨ªs reconstituye, por primera vez desde 1948, la pinacoteca privada de Sergei Shchukin, un mecenas visionario
Monet ten¨ªa 25 a?os cuando pint¨® la m¨¢s atrevida de sus obras hasta aquel momento: un picnic sobre la hierba, tema moderno e impropio del arte en may¨²sculas, que inmortaliz¨® con el formato gigante que se sol¨ªa reservar para las pinturas hist¨®ricas. Gauguin regres¨® de Tahit¨ª sintiendo que su vida hab¨ªa cambiado para siempre, como tambi¨¦n lo har¨ªa su arte. Pint¨® entonces un cuadro dominado por un rosa intenso e irrealista, con dos mujeres polinesias que no solo aparec¨ªan desnudas, sino tambi¨¦n colocadas en la mitad derecha del cuadro, sin respetar las reglas m¨¢s b¨¢sicas del canon pict¨®rico. Solo un par de a?os antes, Van Gogh sufri¨® una de sus crisis en Arl¨¦s, durante la que se mutil¨® la oreja. Un doctor acudi¨® a curarle y, para agradec¨¦rselo, el holand¨¦s lo retrat¨® en un cuadro que condensa la esencia del expresionismo. El m¨¦dico, que respond¨ªa al nombre de Rey, lo encontr¨® rid¨ªculo e inveros¨ªmil, y decidi¨® abandonarlo en su desv¨¢n, donde tuvo la misi¨®n de tapar un agujero en la pared.
Las tres obras tienen, por lo menos, dos cosas en com¨²n. En su tiempo generaron, en el mejor de los casos, la m¨¢s absoluta indiferencia, antes de revolucionar las reglas de la figuraci¨®n. Y las tres formaron parte de la colecci¨®n de Sergei Shchukin, un empresario moscovita que se enriqueci¨® gracias a la floreciente industria textil en la Rusia del siglo XIX. M¨¢s tarde, se convertir¨ªa tambi¨¦n en uno de los coleccionistas de arte m¨¢s visionarios de su tiempo y en uno de los primeros mecenas que impulsaron las vanguardias en la Francia de entresiglos. Sacudido por distintas tragedias personales y perseguido por los bolcheviques, Shchukin se exili¨® en Par¨ªs, donde muri¨® en el anonimato en 1936. A?os atr¨¢s, su colecci¨®n hab¨ªa sido nacionalizada por Lenin tras la Revoluci¨®n Rusa. Al llegar al poder, Stalin se plante¨® quemarla, consider¨¢ndola un s¨ªntoma de decadencia burguesa, en las ant¨ªpodas del dogma del realismo socialista. Finalmente, prefiri¨® dividirla entre dos museos distintos ¨Cel Hermitage de San Petersburgo y el Pushkin de Mosc¨²¨C, donde permaneci¨® oculta en sus dep¨®sitos durante d¨¦cadas.
Una muestra en la Fundaci¨®n Louis Vuitton de Par¨ªs re¨²ne ahora este impresionante conjunto por primera vez desde 1948. Muchos ya la consideran la exposici¨®n del a?o: unas 10.000 personas pasan a diario por este centro privado para descubrirla. Se espera que sean un mill¨®n antes de su cierre, previsto para el 20 de febrero. Titulada Iconos del arte moderno, la exposici¨®n re¨²ne 130 cuadros de la colecci¨®n Shchukin ¨Csobre un total de 275¨C, incluyendo 29 obras de Picasso, 22 de Matisse, 12 de Gauguin, 8 de C¨¦zanne y otras de Courbet, Derain, Pissarro o Rousseau. "La lista corta la respiraci¨®n, igual que un paseo por sus salas. Casi tres a?os de negociaciones han sido necesarios para reunirlas en Par¨ªs. Es su tesoro nacional, como si Espa?a prestara todos sus Vel¨¢zquez y el Guernica a la vez¡±, ironiza Jean-Paul Claverie, consejero del magnate Bernard Arnault, propietario de la marca Louis Vuitton, e ide¨®logo de esta fundaci¨®n. La negociaci¨®n, dice, lleg¨® a pasar por el Eliseo y el Kremlin. ¡°Se necesitaba un terreno neutro para reunir las obras, y ese lugar era Par¨ªs, la ciudad donde Shchukin las compr¨® y luego se exili¨®¡±, a?ade.
Los descendientes de Shchukin, protagonistas de un contencioso hist¨®rico con el Estado ruso, se tuvieron que comprometer a no reclamar la devoluci¨®n de los cuadros, como hab¨ªa ocurrido en el pasado. ¡°Nos hab¨ªan robado la colecci¨®n y la memoria. Ahora, por lo menos, tenemos la memoria¡±, se resigna el nieto de Shchukin, Andr¨¦ Delocque-Fourcaud, uno de los art¨ªfices de esta exposici¨®n. ¡°Nunca hemos reclamado la propiedad de los cuadros. En vista de su valor, tienen que estar en un museo, como ya dese¨® mi abuelo en vida, puesto que pensaba donarlos a su ciudad. Solo exigimos que se reconozca quien fue Shchukin y que esta colecci¨®n no sea desmembrada¡±, a?ade.
La muestra tambi¨¦n funciona como un retrato in absentia del coleccionista ruso, quien empez¨® a coleccionar a los 44 a?os. Primero a los impresionistas, casi una convenci¨®n social en su ¨¦poca, pero despu¨¦s tambi¨¦n a artistas en plena ruptura con las tendencias dominantes, con los que se familiariz¨® gracias a Gertrude Stein y su familia, pioneros en el apego por las vanguardias. ¡°Shchukin empez¨® coleccionando de manera decorativa, pero despu¨¦s se dirigi¨® hacia el arte contempor¨¢neo m¨¢s radical y m¨¢s audaz¡±, afirma la comisaria de la muestra, Anne Baldassari, exdirectora del Museo Picasso de Par¨ªs. En 1908, el empresario decidi¨® abrir su residencia en el Palacio Trubetskoi de Mosc¨², cada domingo y de forma gratuita, para que los visitantes pudieran admirar su colecci¨®n en paredes atiborradas de futuras obras maestras. ¡°Y as¨ª, Shchukin cre¨® el primer museo de arte contempor¨¢neo del mundo¡±, suscribe la comisaria.
La muestra contrapone la colecci¨®n original con una treintena de cuadros de pintores rusos como Malevich, Tatlin o Kliun, que no formaron parte de ella, pero que explican por qu¨¦, all¨¢ por 1915, los artistas moscovitas se pusieron a pintar rect¨¢ngulos negros y abrazando as¨ª la abstracci¨®n de manera especialmente temprana. ¡°Esos j¨®venes pintores se re¨ªan de Shchukin y de sus intentos de teorizar sobre el arte. Para ellos, era solo un industrial burgu¨¦s que no entend¨ªa nada. Pero, en tres o cuatro a?os, asimilaron el conjunto de las propuestas de los pintores franceses y entraron en un nuevo terreno. El suprematismo y el constructivismo aparecer¨¢n en ese di¨¢logo con la colecci¨®n¡±, asegura Baldassari.
¡®Boom¡¯ del arte privado en Par¨ªs
Que la exposici¨®n de la colecci¨®n Shchukin tenga lugar en la fundaci¨®n privada fundada por el magnate del lujo Bernard Arnault ha dejado en evidencia a los museos p¨²blicos en Par¨ªs, incapaces de asumir los costes fara¨®nicos que ha supuesto la muestra, que Le Monde cifra entre 10 y 13 millones de euros. "El Centro Pompidou, por ejemplo, nunca habr¨ªa podido sufragarla", admite el nieto del coleccionista, Andr¨¦ Delocque-Fourcaud. En 2015, la Fundaci¨®n Vuitton ya impresion¨® al reunir dos cuadros supuestamente imprestables: El grito de Munch y La danza de Matisse. El ¨¦xito de este centro privado, que sedujo a 1.200.000 visitantes en su primer a?o de vida, es una prueba adicional de la reconfiguraci¨®n del mapa muse¨ªstico en Par¨ªs, hasta ahora dominado por la iniciativa p¨²blica. El millonario Fran?ois Pinault, propietario de marcas como Saint Laurent y Balenciaga (y m¨¢ximo rival del poder de Arnault), abrir¨¢ su propia fundaci¨®n de arte en el barrio de Les Halles en 2018. Por su parte, las Galer¨ªas Lafayette estrenaron su patronato para el arte contempor¨¢neo en 2013 y ultiman la sede de un museo privado proyectado por Rem Koolhas, que abrir¨¢ en el Marais parisino en 2017.
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