¡°El refer¨¦ndum debilita la democracia¡±
El autor conversa con el historiador Michael Ignatieff sobre el descr¨¦dito de la democracia. El canadiense, que durante un tiempo cambi¨® la universidad por la pol¨ªtica, sentencia: ¡°El Estado es la soluci¨®n, no el problema¡±
Michael Ignatieff (Toronto, 1947), historiador, profesor universitario, intelectual comprometido, cosmopolita, que cambi¨® durante un tiempo la universidad por la pol¨ªtica, y volvi¨® a la academia, es el nuevo Rector de la Central European University (CEU) de Budapest. La CEU es una instituci¨®n acad¨¦mica de posgrado en ingl¨¦s, de investigaci¨®n y ense?anza avanzadas, cuyos rasgos distintivos, basados en las mejores tradiciones intelectuales de Norteam¨¦rica y Centroeuropa, son la diversidad internacional de sus estudiantes y profesores y el pensamiento cr¨ªtico. Sus casi 1.500 estudiantes de m¨¢ster y doctorado proceden de 110 pa¨ªses diferentes y hay profesores visitantes de 39 nacionalidades, entre los que me encuentro. Fundada por George Soros en 1991, es un modelo de educaci¨®n internacional, de conocimiento en humanidades y ciencias sociales, y de compromiso con la construcci¨®n de sociedades libres y democr¨¢ticas.
Tras mi experiencia, hacer pol¨ªtica y no solo pensar en ella, he acabado respetando a los pol¨ªticos mucho m¨¢s de lo que cre¨ªa
Del enfoque interdisciplinario de la instituci¨®n y su perspectiva global, sin olvidar las ra¨ªces nacionales, de la democracia, de la pasi¨®n por el conocimiento, de la crisis pol¨ªtica y del compromiso de los intelectuales convers¨¦ con Ignatieff en su despacho en la ma?ana del pasado 24 de octubre.
PREGUNTA. Como historiadores, echamos la vista atr¨¢s y comprobamos que el consenso social democr¨¢tico que funcion¨® en Europa durante las d¨¦cadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial ¡ªy despu¨¦s de la ca¨ªda del comunismo, del fin del apartheid, de las dictaduras en Latinoam¨¦rica¡¡ª se ha roto. Todas las certezas que ten¨ªamos a finales del siglo XX en torno al Estado benefactor, el empleo, el futuro s¨®lido y estable para los j¨®venes, han sido sustituidas por el miedo, el descontento y la indignaci¨®n frente a los pol¨ªticos, la crisis de valores democr¨¢ticos b¨¢sicos, el surgimiento de nuevos populismos. En Europa hay abundantes ejemplos de eso y parecen revivir algunos de los fragmentos m¨¢s negros de su historia en el siglo XX.
RESPUESTA. Estamos confundidos y alarmados porque la narraci¨®n o exposici¨®n de los hechos que funcion¨® hasta 1989 se ha ido quebrando en diferentes fases. Era la narraci¨®n de Francis Fukuyama y el fin de la historia, de las transiciones a las democracias mod¨¦licas, de la cultura de un bienestar irreversible. Funcion¨® en Europa. Espa?a era el mejor ejemplo, pero tambi¨¦n Portugal, Grecia y los pa¨ªses del centro y este de Europa que sal¨ªan del comunismo. Hab¨ªa algo de ingenuo y simple en esa narraci¨®n, que comenz¨® a romperse en Yugoslavia, cuando la democracia lleg¨® en forma de guerra ¨¦tnica. Adem¨¢s, la prosperidad de los noventa fue acompa?ada de profundas desigualdades. El 11 de septiembre de 2001 marc¨® un punto de inflexi¨®n y forz¨® otra narraci¨®n, frente al islam. A partir de 2007, el miedo ya no se deb¨ªa s¨®lo al terrorismo, sino a la quiebra del sistema financiero, a la desconfianza frente a pol¨ªticos corruptos que robaban y se burlaban de la gente. Y en los ¨²ltimos a?os, despu¨¦s de los atentados terroristas en Europa Occidental, organizados y perpetrados desde dentro de las sociedades democr¨¢ticas, el miedo al otro, al extra?o, se ha hecho m¨¢s profundo. Porque el fundamento del Estado democr¨¢tico liberal era: ¡°No os preo?cup¨¦is; os protegemos¡±. Pero ya no protege, ni de los ataques desde fuera, ni de la quiebra del sistema desde dentro. Es una crisis del Estado, de las ¨¦lites y de la narraci¨®n que los sosten¨ªa.
P. La cr¨ªtica a la pol¨ªtica y a los pol¨ªticos est¨¢ clara, pero la desconfianza se extiende tambi¨¦n hacia los intelectuales, o a los encargados de generar explicaciones o nuevas narraciones para los pol¨ªticos y la sociedad. Max Weber pensaba que ciertas profesiones no eran aptas para dar el salto desde ellas a la pol¨ªtica, aprender de la pol¨ªtica haci¨¦ndola y no pens¨¢ndola, y una de ellas era la de profesor de universidad. La historia, desde Maquiavelo hasta el presente, aporta excelentes ejemplos de pensadores y profesores universitarios que intentaron hacer carrera pol¨ªtica y fracasaron. T¨² eras profesor universitario, intelectual, y decidiste lanzarte a la pol¨ªtica, pasar desde Harvard primero al liderazgo en el Partido Liberal de Canad¨¢ y competir despu¨¦s por la presidencia del pa¨ªs. Saliste derrotado y escribiste una sincera y admirable narraci¨®n sobre esa experiencia traum¨¢tica: Fire and Ashes: Success and Failure in Politics (2013), que fue editado al a?o siguiente en espa?ol (en Taurus) y muchos lectores conocen. ?C¨®mo ves ahora, tras volver a la universidad, m¨¢s all¨¢ de esa reflexi¨®n sobre el fracaso ya escrita, la relaci¨®n entre el intelectual y la pol¨ªtica?
La desconfianza se extiende tambi¨¦n hacia los intelectuales, o a los encargados de generar nuevas narraciones para la sociedad
R. Es un lugar com¨²n entre los intelectuales despreciar a los pol¨ªticos: no tienen ideas, no piensan, son corruptos¡ El problema es que los intelectuales nos interesamos mucho por las ideas, seguimos ideas, y un buen pol¨ªtico se preocupa del poder (el ¡°fuego¡± del poder). Es verdad que la funci¨®n de los intelectuales es producir narraciones que expliquen los hechos, guiar a la sociedad para escoger las opciones y alternativas apropiadas. Pero algunos pol¨ªticos tienen un incre¨ªble talento para hacer eso, son brillantes narradores. Barack Obama es un buen ejemplo. Tras mi experiencia, hacer pol¨ªtica y no s¨®lo pensar sobre ella, he acabado respetando a los pol¨ªticos mucho m¨¢s de lo que cre¨ªa. Uno puede, como pensador, tener una idea maravillosa, pero el pol¨ªtico de una peque?a comunidad o provincia le recuerda que eso no va a funcionar all¨ª. Algunos pol¨ªticos poseen una destreza para el oficio que yo nunca tuve. Tienen o¨ªdo, olfato, la capacidad para decirte: t¨² te crees un gran intelectual, pero en C¨¢diz, en Sevilla, en el Pa¨ªs Vasco eso no va a resultar bien. La democracia no puede funcionar sin esa clase de conocimiento, de juicio pol¨ªtico, y los intelectuales no suelen respetarlo. Puede ser que Angela Merkel no sea una gran pensadora, pero acumula m¨¢s conocimiento de Alemania en uno de sus dedos peque?os que todos lo intelectuales en sus dos manos. Tenemos que respetar eso. Es verdad que muchos son corruptos, ladrones, no tienen ninguna sensibilidad hacia la gente que sufre. Pero a los buenos hay que decirles: gracias.
P. Pero en un momento en el que una parte de la sociedad ha perdido la fe en la vieja pol¨ªtica y en sus representantes, el discurso de fortalecer las instituciones democr¨¢ticas, apelar al sentido de responsabilidad, a nuevas formas de hacer pol¨ªtica, con nuevas virtudes, es muy dif¨ªcil de transmitir. El sistema, dicen, est¨¢ podrido, la democracia burguesa no es la aut¨¦ntica democracia. Donald Trump ha basado una buena parte de su campa?a en hacer creer a la gente que el sistema pol¨ªtico estadounidense est¨¢ ama?ado, es fraudulento, algo que siembre un mont¨®n de dudas e incertidumbres y que puede tener consecuencias notables, tanto si gana las elecciones como si las pierde. Siguiendo con tu argumento, ?c¨®mo explicas todo eso a los j¨®venes, muchos de ellos representados por quienes acuden a estudiar, desde muy diferentes lugares del mundo, a la Central European University?
La gente volver¨ªa a confiar en el Estado si este cuidara de ellos y no fuera patrimonio de las ¨¦lites. No hay soluci¨®n fuera de ese marco legal
R. Tenemos que ser cr¨ªticos con los pol¨ªticos, pero no proyectar toda la sombra de la duda sobre la democracia representativa. Existe una clara polarizaci¨®n en la pol¨ªtica, en polos, izquierda y derecha, que parecen irreconciliables, pero esa polarizaci¨®n es parlamentaria, democr¨¢tica, no se manifiesta en una violencia armada, paramilitar, fuera del Parlamento, como en los a?os veinte y treinta del siglo pasado. Yo soy un liberal socialdem¨®crata que cree que el Estado es la soluci¨®n y no el problema, que puede y debe proteger a los ciudadanos. La gente volver¨ªa a confiar si el Estado cuidara de ellos y no fuera el patrimonio de las ¨¦lites. No hay soluci¨®n fuera de ese marco legal democr¨¢tico, y los populismos, de derecha o izquierda, no lo son. Soy un en¨¦rgico defensor de la democracia representativa y me opongo a los referendos. Se elige a los pol¨ªticos y se les da la oportunidad de que tomen las decisiones en el Parlamento. No se puede dejar el futuro de un pa¨ªs en manos de un refer¨¦ndum. El refer¨¦ndum debilita la democracia. La gente no est¨¢ harta de elegir a pol¨ªticos/¨¦lites, sino a pol¨ªticos irresponsables, que roban. El horizonte de la democracia est¨¢ ah¨ª, ahora, no en un supuesto futuro radiante al que hay que llegar. No hay un ma?ana radiante, sin democracia, y sin una constante lucha por ser m¨¢s justos, generosos, solidarios. No vamos a alcanzar nunca Jerusal¨¦n, la ciudad celestial.
La conversaci¨®n acaba con una idea que compartimos sobre la funci¨®n de la universidad: llevar la raz¨®n, los argumentos, la ciencia y el conocimiento a los asuntos cotidianos de la vida democr¨¢tica. Eso es lo que nos mueve a ense?ar, investigar, viajar, comprometernos frente a las mentiras, la propaganda y la manipulaci¨®n, el constante desprecio del conocimiento. En palabras de Ignatieff en el discurso de toma de posesi¨®n como rector, ¡°si nos preocupamos del conocimiento, si de verdad estamos interesados en separar el grano del conocimiento de la paja de la ideolog¨ªa, del partidismo (¡) estaremos cumpliendo con la parte que le corresponde a la universidad de llevar el orden de la raz¨®n a nuestras vidas¡±.
Juli¨¢n Casanova es historiador.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.