Viaje a la melancol¨ªa

Solo diez meses despu¨¦s de deleitarnos con sus Romaphonic Sessions (Warner), Andr¨¦s Calamaro presenta una nueva y ecl¨¦ctica colecci¨®n de canciones titulada Volumen 11. Su disco anterior deja huella en el bolero Mareo, una versi¨®n de Babas¨®nicos que contin¨²a el esp¨ªritu elegante y cl¨¢sico de aquellas bellas sesiones a piano y voz. El mismo puente le lleva a Que te vaya bonito, con giros entre Jose Alfredo Jim¨¦nez y Chavela Vargas, sobre todo en el verso ¡°Cu¨¢ntas luces dejaste encendidas / yo no s¨¦ c¨®mo voy a apagarlas¡±. Las otras 16 canciones (y un bonus track) se dispersan por caminos variados. Presentan a un Andr¨¦s quiz¨¢ cansado de esa ¨²ltima constricci¨®n conceptual y decidido a romper sus propios muros de contenci¨®n para abrir el imaginario estil¨ªstico. Y aflora sin l¨ªmites, para lo bueno y para lo malo.

Abre el disco Apocalipsis en Malasa?a, un psychobilly trot¨®n inspirado en el guion de El bar, la pr¨®xima pel¨ªcula de ?lex de la Iglesia. Un furioso tren en marcha, algo siniestro, que entona una profec¨ªa que nos traslada al mism¨ªsimo infierno. Le sigue Fr¨ªo y barro (2? parte), un c¨¢ntico en falsete sobre la tentaci¨®n y los placeres prohibidos escrita con Diego Garc¨ªa. La melanc¨®lica Rock y juventud aborda ambos tesoros dormitando en las ¡°barricadas del tiempo / trincheras donde se guarda lo perdido¡±. Tan triste no es el blues es la primera canci¨®n luminosa, abrazada por el Wurlitzer y el Hammond, y en ella encontramos dos claves del ¨¢lbum: una notable incursi¨®n en el blues y varios homenajes al m¨²sico argentino Pappo, de quien versiona con acierto Blues de Santa Fe y al que dedica Hasta el cielo. Quiz¨¢ el rockero y el g¨¦nero hayan sido la inspiraci¨®n primigenia del disco; al menos es la vertiente m¨¢s certera y redonda. El traje que mejor viste.

Parece que Andr¨¦s echaba de menos coger los mandos instrumentales de la nave, a juzgar por temas como El huevo y la gallina, un blues de estribillo embriagador donde lo graba todo: voz y coros, guitarras y arm¨®nica. Como el viento voy a ver es su compacta y guitarrera versi¨®n de Pescado Rabioso, la banda de Luis Alberto Spinetta, y en Blues y orquesta encontramos al Calamaro m¨¢s cercano a Tom Waits y Leonard Cohen, orquestado por German Wiedemer, cant¨¢ndole una vez m¨¢s al preso sin libertad.

Hay pop cl¨¢sico y pegadizo en La noche, m¨¢s burl¨®n y ochentero en P¨¢nico en Benidorm, un inapropiado c¨¢ntico antianimalista en Cazador de ateos y rarezas dif¨ªcilmente clasificables, como los doce minutos de improvisaci¨®n instrumental de Trujillo libre, la funk La burra o el sangriento Vampiro torero. Aguas extra?as que separan a Andr¨¦s de tierra firme, lejanas a las que encumbraron su leyenda. Qued¨¦monos mejor con el resto del disco, y con el desconsuelo de la ap¨¢trida Atunes y ballenas, una letra poderosa en la que el argentino s¨®lo se amarra a s¨ª mismo: ¡°Mi cuerpo es mi barco / un envase que termina arrugado / en la basura / como un envase de vino sin vino¡±. As¨ª es: Andr¨¦s navega libre con sus m¨²ltiples ideas, aunque en ciertos momentos le hagan naufragar.