Phillip Knightley, historiador de la tribu period¨ªstica
Fallece el periodista autor del libro mas emblem¨¢tico sobre los corresponsales, La primera v¨ªctima
Esp¨ªa y corresponsal de guerra, dos modos de encarar la vida peligrosamente, fueron los principales objetivos del periodista de origen australiano Phillip Knightley, que tras numerosas batallas profesionales ha engrosado el parte de bajas en campa?a, a los 87 a?os. Deja para la historia el libro mas emblem¨¢tico sobre los corresponsales, La primera v¨ªctima, que toma el t¨ªtulo de la frase del senador californiano Hiram Johnson en 1917: ¡°Cuando llega la guerra, la primera v¨ªctima es la verdad¡±. Knightley retrata al corresponsal como h¨¦roe, propagandista y creador de mitos, desde la guerra de Crimea hasta la de Vietnam, pasando por la Guerra Civil espa?ola. Unos retratos tan ¨¦picos como sombr¨ªos, en los que la calidad de ser testigos de la historia se empa?a en muchas ocasiones por un servicio indeseado a causas espurias. En el caso espa?ol, el autor abre su relato con la demoledora cita de Orwell sobre el periodismo del momento: ¡°Descubr¨ª muy pronto en la vida que ning¨²n acontecimiento est¨¢ correctamente informado en un peri¨®dico. Pero en Espa?a, por vez primera, vi informaciones que no ten¨ªan relaci¨®n alguna con los hechos, ni siquiera la relaci¨®n que est¨¢ impl¨ªcita en una simple mentira¡±. El libro se ha convertido en un cl¨¢sico sobre la tribu y sus peripecias en los grandes conflictos del siglo veinte desde su publicaci¨®n en 1975.
El autor no fue un habitual de los escenarios de guerra, aunque s¨ª de la informaci¨®n a distancia, desde Nueva Zelanda o la India, hasta establecerse como reportero de investigaci¨®n en Londres, especialmente para The Times. Su gran scoop llegar¨ªa con la entrevista al m¨¢s enigm¨¢tico y sorprendente de los esp¨ªas, el brit¨¢nico Kim Philby y su grupo de estudiantes comunistas burgueses de Cambridge. Su peripecia como agente doble para los sovi¨¦ticos solo se la revelar¨ªa en persona a Knightley poco antes de morir en Mosc¨². Su t¨¢ctica fue la de enviar cada a?o varias cartas a Philby hasta conseguir sus declaraciones en 1988.
Su trabajo de investigaci¨®n m¨¢s social fue la serie sobre los efectos de la talidomida, el f¨¢rmaco comercializado por la firma alemana Gr¨¹nenthal, que en lugar de aliviar las nauseas del embarazo tuvo como efecto malformaciones en los fetos. Se calcula que afect¨® a m¨¢s de 20.000 personas en cincuenta pa¨ªses, incluido Espa?a, donde los afectados a¨²n no han conseguido indemnizaci¨®n alguna. Su borr¨®n de escribano quiz¨¢ resida en el papel que jug¨® en los fantasiosos Diarios de Hitler, sobre los que lleg¨® a publicar un elogioso comentario en la primera plana del Times de Murdoch, incluso despu¨¦s de haber presumido que se tratar¨ªa, como as¨ª fue, de una mera falsificaci¨®n. Reconoc¨ªa en sus memorias que la influencia del periodista es limitada y que ¡°lo que conseguimos no es siempre lo que buscamos. Lo que cuenta es el intento¡±. Dos veces premiado por la asociaci¨®n de periodistas brit¨¢nicos, le remord¨ªa haber sido un ¡°mal corresponsal de guerra¡±, ya que se march¨® de Egipto solo horas antes de iniciarse la Guerra de los Seis d¨ªas. En compensaci¨®n escribi¨® la mejor historia de la tribu internacional y retrat¨® a los esp¨ªas con m¨¢s profundidad que los buenos novelistas del genero. Con tal detalle, que algunos llegaron a pensar que Knightley perteneci¨® a los dos gremios.
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