M¨¢s all¨¢ del remordimiento

Entre El teniente seductor (1931) ¡ªopereta sublimada a trav¨¦s de la sofisticaci¨®n de su estilo visual¡ª y Una hora contigo (1932) ¡ªrevisi¨®n musical de Los peligros del flirt (1924)¡ª, Ernst Lubitsch tom¨® una decisi¨®n temeraria al adaptar L¡¯homme que j'ai tu¨¦?(1925), obra teatral de Maurice Rostand, en el melodrama antibelicista Remordimiento (1932). La imagen de un desfile victorioso enmarcada por la amputaci¨®n de un mutilado de guerra, las campanillas delatando la presencia de miradas cotillas durante el paseo de los potenciales amantes o el estrat¨¦gico cambio de precio del vestido en un escaparate eran solo algunas evidencias de la eficacia de aplicar al melodrama el llamado toque Lubitsch, que era, m¨¢s que un recurso concreto, una sensibilidad, suma de ingenio y capacidad de s¨ªntesis, cristalizada en figuras de estilo apoyadas en el sobreentendido. Como se?al¨® Robert Sherwood en el New York Post, Remordimiento tambi¨¦n marcaba una evoluci¨®n: ¡°Lubitsch ha aceptado el poder de la palabra (¡­) para subrayar que los mejores momentos del drama cinematogr¨¢fico son aquellos en los que no hay nada que decir¡±. El desenlace de la pel¨ªcula servir¨ªa como buena ilustraci¨®n de estas palabras.

En Frantz, Fran?ois Ozon se inspira libremente en Remordimiento, sin mencionar la obra de Rostand en sus cr¨¦ditos, y lo hace partiendo de una decisi¨®n cautelosa y admirable: renunciar al ejercicio de estilo, toda vez que el toque Lubitsch en otras manos ¡ªcomo demuestra la obra de Billy Wilder, sin ir m¨¢s lejos¡ª puede convertirse en algo mec¨¢nico y hasta vulgar. El cineasta respeta escenas y l¨ªneas de di¨¢logo clave, pero a?ade un apreciable espesor a algunos aspectos de la historia: si Remordimiento pon¨ªa el acento en el sentimiento de culpa del soldado franc¨¦s que mat¨® en la trinchera a un m¨¢s que probable hermano espiritual, aqu¨ª cobra especial centralidad la figura de la novia del difunto, Anna, que Paula Beer interpreta en delicada clave introspectiva. Para quien no conozca la historia, la posibilidad de una atracci¨®n homoer¨®tica entre los personajes de Adrien (Pierre Niney) y Frantz (Anton von Lucke) a?ade un sustrato de complejidad al conjunto, plasmado en elegante escritura visual cl¨¢sica.

Rodada en un blanco y negro de severidad germana que vira con elegancia al color con la evocaci¨®n del ausente, Frantz es una pieza mayor en la obra de Ozon: un sutil drama en torno a la confluencia de dos sacrificios vitales en la construcci¨®n de una ficci¨®n aliviadora.