Las olas, el surf, la vida
William Finnegan traza en ¡®A?os salvajes,¡¯ premio Pullitzer de biograf¨ªa, una memoria nimbada de espuma, aventura y poes¨ªa
¡°Las olas eran el campo de juego, pero tambi¨¦n la finalidad, la meta. El objeto de tus deseos y de tu adoraci¨®n m¨¢s profunda. Y al mismo tiempo eran tu adversario, tu n¨¦mesis, incluso tu enemigo mortal. El surf era tu refugio, tu escondite feliz, pero tambi¨¦n era un entorno hostil, y un mundo indiferente y siempre din¨¢mico¡±. Lo cuenta William Finnegan en la que se publicita como la mejor obra sobre surf que se haya escrito nunca: sus memorias A?os salvajes (Asteroide, 2016), con las que el c¨¦lebre periodista del New Yorker gan¨® el ¨²ltimo Pulitzer de biograf¨ªa en 2016. Finnegan (New York, 1952), un hombre robusto y de mirada recta que conserva en su cuerpo maduro la solidez que da haberse enfrentado medio siglo al ind¨®mito y terror¨ªfico poder del mar, ha escrito un libro de raro lirismo (el minu¨¦ de las siluetas de los surfistas, subiendo y bajando en el contraluz del crep¨²sculo) y centelleante aventura.
En A?os salvajes recorre su vida desde ni?o en paralelo a su surfear de las olas, en una met¨¢fora tan transparente como hermosa. Olas en diferentes partes del mundo, verdaderos santuarios de la plancha ¡ªde Honolua a Malib¨², de M¨¦xico a? las Fiji, de Bali a? Australia, Sud¨¢frica, Madeira: tambi¨¦n es un libro de viajes¡ª, en distintas etapas de la vida; momentos de gracia pura sobre la espuma, de euforia en los azul¨ªsimos vientres tubulares y de desorientaci¨®n y peligro en el seno oscuro de las aguas.
T¨¦cnicas de surf, tipos de tablas, terminolog¨ªa o historia del deporte se mezclan con el amor y la amistad, el ¨¦xito y el desenga?o, las derrotas y las humillaciones, la masturbaci¨®n (?sobre la tabla!), la vida del trotamundos, la escritura, el sexo a espuertas e incluso un aborto de una de las novias. M¨¢s tarde, el periodismo, la literatura, el ¨¦xito, pero siempre las olas. El libro arranca con la llegada a Haw¨¢i de la familia, el acoso escolar del chico haole, blanquito, su reequilibrio en la tabla de la vida gracias a las amistades del mar, y su progresivo deslizarse hacia la madurez en unos EE UU tan cambiantes como ¨¦l. California, y luego el resto del mundo...
¡°Surfear es una inmersi¨®n, literal y metaf¨®rica en un mundo muy diferente del rodeado de tierra¡±, dice Finnegan. ¡°Puede ser extremadamente hermoso, cambiante, atemorizador, frustrante, relajante, o una gran diversi¨®n, dependiendo del d¨ªa. El ¨¦xtasis y la felicidad profundos pueden darse, pero son raros en el surf, como en la vida. La experiencia m¨¢s com¨²n, hablo por m¨ª mismo, es una especie de extenuante meditaci¨®n f¨ªsica, con picos altos y bajos y, tras una sesi¨®n vigorosa, una profunda calma. Encuentro f¨¢cil sentarme ante mi escritorio despu¨¦s para concentrarme en mi mundo sin agitaci¨®n. La experiencia me deja calmado y regocijado y, si el agua estaba muy fr¨ªa, contento simplemente de estar caliente otra vez¡±.
?Es el surf un modo de vida, una especie de filosof¨ªa, un camino espiritual? ¡°Diferentes personas surfean, algunos inclinados a lo espiritual, la mayor¨ªa no. Para surfear solo de forma? competente se requieren a?os de pr¨¢ctica que implica cierta filosof¨ªa del ser, centrada m¨¢s en la experiencia que en la acumulaci¨®n, m¨¢s en vivir el momento que en planear y esforzarse para lograr el ¨¦xito mundano. Hay tambi¨¦n un grado de renuncia en la vida del surf: gastar tantas horas, meses, a?os, haciendo algo tan in¨²til e improductivo es toda una declaraci¨®n sobre las expectativas sociales, la responsabilidad y los valores econ¨®micos. En una palabra, el surf rechaza, al menos en parte, esos valores convencionales. El surf es una excelente vocaci¨®n para anarquistas¡±.
?Y qu¨¦ hay del miedo? ?C¨®mo se vence? ?C¨®mo se desliza uno con ¨¦l y sobre ¨¦l? ¡°Aprender a surfear requiere superar el m¨¢s que fundado miedo al oc¨¦ano y aprender lo m¨¢s posible acerca del mar y su poder, y los l¨ªmites de la propia fuerza y habilidad. De ni?o, tu fuerza y habilidad se van incrementando con la experiencia, y lugares de surf que antes eran terror¨ªficos pueden volverse, cuando las condiciones son buenas, escenario de las m¨¢s satisfactorias, excitantes olas para cabalgar. Si surfeas ya en la madurez, lo opuesto puede ocurrir eventualmente: olas que cabalgabas bien de joven se vuelven imposiblemente r¨¢pidas y dif¨ªciles, y su violencia m¨¢s intimidatoria. La experiencia m¨¢s intensa est¨¢ siempre adyacente al desastre. La mejor cabalgada ocurre justo al lado de la peor aniquilaci¨®n posible¡±.
Hay gente que vive peligrosamente y encuentra paz surfeando grandes olas; el fotorreportero de guerra Guillermo Cervera, por ejemplo. ¡°Hay cierta similitud. Yo me retir¨¦ de la labor de corresponsal de guerra en 2001 cuando naci¨® mi hija, pero a¨²n trabajo en algunos lugares complicados. Acabo de regresar de Venezuela y he trabajado recientemente en ¨¢reas de M¨¦xico controladas por los c¨¢rteles de la droga. Prepararte para esos viajes es un poco, qu¨ªmicamente, como prepararte para ciertos viajes de surf. No soy un surfista de grandes olas, que es una subparticularidad muy especial, pero voy a Haw¨¢i cada invierno y cada a?o tengo que decidir si meto en el equipaje una plancha para olas grandes. Entonces, si llega el gran surf, ah¨ª est¨¢ la decisi¨®n llena de adrenalina sobre si salir a remar. Y entonces, si salgo, est¨¢ el chute de adrenalina de tratar de surfear las olas m¨¢s grandes. Finalmente, est¨¢ el intenso alivio cuando acabo y estoy a salvo de vuelta a la orilla. Reconozco esta secuencia de sentimientos de ciertos intensos d¨ªas de reportero. Pero en ambas situaciones el miedo, el riesgo, no es, definitivamente, el asunto. En el periodismo estoy buscando una gran historia, ese es el objetivo, los riesgos son solo una desafortunada circunstancia. Surfeando olas grandes estoy buscando una gran cabalgada, de nuevo el asunto no es el peligro. Puede hacer m¨¢s potente la experiencia, pero yo no lo disfruto en absoluto¡±.
Finnegan no cree que el surf est¨¦ muriendo en manos de las casas comerciales, aunque considera que su inter¨¦s por promocionarlo y popularizarlo es malo para los surfistas. ¡°El mayor problema de largo del surf moderno es la masificaci¨®n. El surf es demasiado popular. Los lugares masificados son peligrosos y deprimentes. Desarrollos como la inclusi¨®n del surf en los JJ OO son fiascos en lo que concierne a los surfistas habituales. La competici¨®n es absolutamente marginal para la experiencia del 99 % de los surfistas. Para la gran mayor¨ªa el surf es una aventura en la naturaleza con amigos¡±.
?Qu¨¦ consejos dar¨ªa Finnegan a alguien que empieza? ¡°Ten cuidado. Se realista. Usa una tabla que sea suficientemente grande para un principiante ¨Cmucha gente trata de aprender en una tabla corta, lo que es imposible-. Necesitas una plancha que te haga flotar bien y que permita remar r¨¢pido. ?Divi¨¦rtete!¡±.
En A?os salvajes, Finnegan muestra la belleza del mar a gente que nunca la ha experimentado de esa manera. Crea el deseo de ir adonde las olas rompen. ?Se puede hacer realidad ese sue?o o hay que guardarlo como algo puramente literario? ¡°Me alegra que lo vea as¨ª. Recomiendo dejar el surf como algo literario a no ser que seas un chico que pasa mucho tiempo en el mar, lo ama y encuentra irresistible surcarlo remando en la tabla. Es un pasatiempo peligroso, no tanto f¨ªsica como moralmente, puede quitarte el control de tu vida (o la de tus hijos) y hacer casi imposible cualquier otra cosa¡±.
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