Canci¨®n para dormir el mundo
El mundo ha andado equivocado, que dec¨ªa Fontanarrosa, y ya finalmente se ha puesto de acuerdo en equivocarse del todo
El mundo ha andado equivocado, que dec¨ªa Fontanarrosa, y ya finalmente se ha puesto de acuerdo en equivocarse del todo. Vivi¨® el melodrama norteamericano y se resign¨® al hombre de la sonrisa de naranja podrida; asiste impert¨¦rrito al rearme mundial y dej¨® pistolas en almas muy sensibles al fanatismo, y miren lo que pasa en Siria, madre ahora de todas las otras batallas, tambi¨¦n las europeas. De pronto, nada satisface, y lo global, que era la promesa que nos dieron como soluci¨®n despu¨¦s de la ca¨ªda del muro, era llenarnos la cabeza de Internet.
Ahora lo ¨²nico que se elogia de esta guerra mundial, la tercera y tal vez la pen¨²ltima, si uno tiene en cuenta el material b¨¦lico disponible, es que se puede ver en directo. Una televisi¨®n emiti¨®, tras el atentado de Berl¨ªn, un programa especial en el que lo que se esperaba era que hubiera m¨¢s sangre, porque si no no habr¨ªa programa. El dolor mundial es a la vez un regocijo, como si estuviera en marcha un circo horrible del que creemos ser espectadores, o telespectadores, cuando en realidad somos v¨ªctimas.
Fontanarrosa y la Mafalda de Quino hubieran pedido que pararan el mundo, para arreglarle la aver¨ªa. Pero los que tienen el freno, que son los grandes de la ONU, tambi¨¦n tienen el veto. Y ah¨ª los ves discutiendo de la sangre sin mancharse las manos cuando levantan el dedo, ruso o norteamericano, para decir que se acabe la vaina. En el continente que habla espa?ol un expresidente no quiere la paz en su pueblo no porque no sea buena la paz sino por que ¨¦l no la hizo. Entre Estados Unidos y Rusia vuelve a haber ahora un muro de pl¨¢stico, cuyo espejo deformante est¨¢ en Siria. De ese espejo llegan reflejos hasta donde escribo, junto a una playa del Atl¨¢ntico, en un conf¨ªn de ?frica. Y si miro el mapa del desastre no hay ni una melod¨ªa que no desafine. Es global, est¨¢ en Internet. Antes cuando dec¨ªas global se hinchaba de gozo el universo. Ahora dices global y ya sabes que o te est¨¢n robando o te est¨¢s matando, gratis total.
En ese ¨¢mbito en el que todo es triste, hasta saludar, se me ocurri¨® hace unos d¨ªas abrir un libro, por si as¨ª me iba de este mundo un rato. El libro es El int¨¦rprete del dolor, de Jhumpa Lahiri, que desde entonces pido que se venda en las farmacias en lugar de somn¨ªferos u otras grageas. Son nueve cuentos cuya simpleza esconde una receta para calmar la ansiedad de las debacles. Cuando todo parece que se va a hundir, bajo el efecto de nuestra propia ansiedad, algo sucede que pone en marcha de nuevo, como si fuera un toque de seda, el sentido com¨²n, la raz¨®n vital, la sonrisa m¨¢s que la risa. La sensaci¨®n, en fin, de que no es para tanto. O, como dec¨ªa, de nuevo, Fontanarrosa, la sensaci¨®n de que el mundo ha debido de andar equivocado.
Lo recomiendo no como una apelaci¨®n a la hipnosis contra el dolor o la pesadilla, sino como una manera de detener la horrible sensaci¨®n de que todo tiene que ir mal porque ya no hay remedio. Como dec¨ªa el bolero, mundo, no hay remedio, ya no te puedo querer¡
Me preguntan a veces qu¨¦ leer para no rendirse. A veces aconsejo Los versos del capit¨¢n, de Neruda, o El gran Gatsby, de Scott Fitzgerald, o el libro m¨¢s simple de Albert Camus, El rev¨¦s y el derecho, o los art¨ªculos de co?a de Juan Carlos Onetti¡ Adem¨¢s he aconsejado Tierra desacostumbrada, de Jhumpa Lahiri. Ahora esta escritora de ra¨ªz hind¨², nacimiento brit¨¢nico y voz norteamericana nos trae desde Salamandra, otra vez, su voz parad¨®jica, como si estuviera soplando sobre una herida, para calmarla. El int¨¦rprete del dolor, contra los altavoces rotos.
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