Cy Twombly, el garabato genial
El pintor estadounidense protagoniza una monumental retrospectiva en el Centro Pompidou La muesra revela la violenta carnalidad de su obra
En el invierno de 1963, poco despu¨¦s del asesinato de John Fitzgerald Kennedy, el pintor Cy Twombly se puso a trabajar en una serie de lienzos a la que titul¨® Nueve discursos sobre C¨®modo, en referencia al sanguinario emperador romano. Meses m¨¢s tarde, cuando los expuso en el espacio neoyorquino del legendario galerista Leo Castelli, la acogida fue sangrienta. Los vientos del Pop Art y el primer conceptualismo ya soplaban con fuerza en la costa este, por lo que la propuesta de Twombly parec¨ªa llegada de otro planeta: un pu?ado de manchas en rojo sangre sobre un anodino fondo gris. El artista Donald Judd, adalid de la incipiente escena minimalista, calific¨® la muestra como ¡°un fiasco¡±. ¡°Hay correduras y salpicaduras y, ocasionalmente, una l¨ªnea hecha con un lapicero. En estos cuadros no hay nada¡±, sentenci¨® sobre esa serie, propiedad del Guggenheim de Bilbao. El propio Castelli confesar¨ªa, a?os despu¨¦s, que no le hab¨ªa encontrado inter¨¦s alguno. ¡°En realidad, no eran obras muy buenas. Ten¨ªan un aspecto europeizado y afectado¡±, lament¨®.
Ese pintor denostado hasta por su propio galerista es considerado hoy uno de los artistas m¨¢s influyentes y fascinantes del siglo pasado. Lo demuestra, una vez m¨¢s, la gran monogr¨¢fica que le dedica el Centro Pompidou de Par¨ªs hasta el 24 de abril. ¡°Twombly no ten¨ªa que ver con lo que deb¨ªa ser un artista estadounidense en aquel tiempo, y eso jug¨® en su contra¡±, afirma su comisario, Jonas Storsve. Recuerda que, al principio de su carrera, Castelli ya se neg¨® a exponer una de sus primeras series, a base de pintura industrial blanca y sutiles marcas de l¨¢piz, que se muestra ahora en Par¨ªs con manchas de agua en los bordes: el galerista las meti¨® en un subterr¨¢neo donde quedaron da?adas durante una inundaci¨®n. Esos cuadros son el punto de partida de una obra proteiforme y misteriosa, llena de idas y venidas entre la figuraci¨®n y la abstracci¨®n, el pasado y el presente, el vac¨ªo y la escritura, la creaci¨®n y la destrucci¨®n. De los garabatos de aire infantil y los mont¨ªculos de pintura no tardan en brotar elevadas referencias hist¨®ricas y escenas de violenta carnalidad.
Un artista al¨¦rgico a los focos
En 1964 Twombly conoc¨ª¨® a un estudiante que luego ser¨ªa su compa?ero sentimental hasta su muerte, en 2011: Nicola del Roscio, que hoy dirige la Fundaci¨®n Cy Twombly.
Del Roscio lo recuerda como un ser "t¨ªmido y reservado", al¨¦rgico a las entrevistas (concedi¨® dos en su vida), que pas¨® su existencia "concentrado en su trabajo, escuchando en bucle las canciones de Dionne Warwick". Mientras los artistas de su ¨¦poca se convert¨ªan en "empresarios de s¨ª mismos" ¡ªpor adoptar la expresi¨®n de Foucault¡ª, Twombly viv¨ªa parapetado en su palazzo italiano, lejos del mundanal ruido. "Supongo que cometi¨® un error, porque nunca quiso ninguna atenci¨®n. Ni siquiera iba a sus inauguraciones. Era famoso entre los poetas y los m¨²sicos, pero los coleccionistas no le entend¨ªan, como tampoco los museos. Le sol¨ªan decir que iba 20 o 30 a?os por delante de su tiempo".
Twombly naci¨® en 1928 en Lexington (Virginia), en ese viejo sur estadounidense que retrataron Faulkner y McCullers, hijo de un jugador de los Chicago White Sox con afici¨®n a las lenguas muertas. Tras tomar clases con el pintor catal¨¢n Pierre Daura, estudi¨® en el Black Mountain College, de donde surgir¨ªan grandes figuras de la vanguardia del siglo pasado. Por ejemplo, Robert Rauschenberg, con quien vivi¨® un amor de juventud y comparti¨® un viaje inici¨¢tico por Europa y el norte de ?frica. En 1959, sin embargo, se cas¨® con la baronesa Tatiana Franchetti, hija de uno de sus patronos, y se instal¨® con ella en Roma.
La muestra condensa sus tres grandes ciclos: el que gira en torno al emperador C¨®modo en los sesenta, el que se inspira en La Il¨ªada a finales de los setenta y el basado en la coronaci¨®n del fara¨®n Sesostris, a principios de la d¨¦cada pasada.
Dioses y monstruos
A medida que avanza la cronolog¨ªa, se observa c¨®mo Twombly busca y encuentra un estilo propio, partiendo de la escala heroica del expresionismo abstracto ¡ªtan en boga durante su juventud, al que vuelve a dotar de los dioses y monstruos de los que Rothko y Pollock empezaban a prescindir¡ª, pero tambi¨¦n del arte parietal y el grafiti, como se?al¨® en su d¨ªa Roland Barthes (a Twombly no le gust¨® esa comparaci¨®n: a?os antes de la dignificaci¨®n p¨²blica del street art, la interpret¨® casi como una ofensa).
La exposici¨®n plantea su trayectoria como un viaje hacia el color. En la ¨²ltima sala, aparecen lienzos llenos de rojos agresivos, amarillos chillones y verdes estridentes, como si estuvieran apelando a un optimismo impostado. A su lado, aparece otro genial garabato titulado Bacchus. ¡°Fue pintado en 2005. La guerra de Irak no quedaba muy lejos. Ese rojo tan intenso no es solo vino, sino tambi¨¦n sangre¡±, aclara Storsve. De regreso a sus pinturas dedicadas a C¨®modo, se entiende que no quiso hablar ¨²nicamente del asesinato de JFK, sino de un pa¨ªs que se adentraba en una ¨¦poca sombr¨ªa tras haber conocido otra gloriosa, como ha apuntado el cr¨ªtico Jonathan Jones en The Guardian. La resonancia que esos lienzos cobran hoy resulta, en ese sentido, de lo m¨¢s escalofriante.
Babelia
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