El poder y la gloria
La Elbphilharmonie acoge el estreno mundial de ARCHE, un oratorio magistral de J?rg Widmann
Pasado el frenes¨ª de la inauguraci¨®n de ambas salas y levantados ya los estrictos controles policiales (la sombre del ataque terrorista navide?o de Berl¨ªn ha sido alargada estos d¨ªas en Hamburgo), Elphie, como la han apodado sus vecinos, empieza ya a navegar pl¨¢cida e incansablemente a velocidad de crucero. El segundo concierto en la Sala Grande ha servido para desvelar al mundo una moderna obra maestra, el oratorio ARCHE, estrenado el viernes y compuesto espec¨ªficamente para esta sala y esta ocasi¨®n. Como ha declarado su autor, J?rg Widmann, tras las dos primeras horas que pas¨® en este ¡°espacio permeable¡± creado por Herzog y De Meuron, semejante al interior de un arca e impregnado de un ¡°aura sagrada¡±, ya sab¨ªa tanto cu¨¢l ser¨ªa el t¨ªtulo de su obra como el tipo de m¨²sica que contendr¨ªa.
El ARCA del t¨ªtulo es la de No¨¦, por supuesto, aunque Widmann empieza su oratorio mucho antes, con el ¡°Fiat lux¡± del G¨¦nesis. Lo primero que o¨ªmos no son notas, sino el ruido del aire producido por el fuelle de un acorde¨®n, primero, y dos clarinetes despu¨¦s. Y, aunque se jug¨® con la oscuridad y la luz en la sala, al tiempo que el caos iba disip¨¢ndose y empezaban a identificarse notas concretas, no pod¨ªa dejar de pensarse tambi¨¦n en una especie de ¡°H¨¢gase el sonido¡±. Narrado por un ni?o y una ni?a, asistimos al portento de la creaci¨®n del mundo, pero no s¨®lo con textos b¨ªblicos, sino tambi¨¦n, en el conjunto de la partitura, con los del escritor expresionista Klabund, los poetas Claudius, Heine y Schiller o los fil¨®sofos Nietzsche y Sloterdijk, entre muchos otros. Los restantes cuatro movimientos est¨¢n dedicados, claro, al diluvio b¨ªblico, al amor (una constante en la obra de Widmann, cuya obra sinf¨®nica Teufel Amor forma ya parte del repertorio de muchas orquestas), con bar¨ªtono y soprano movi¨¦ndose y busc¨¢ndose entre el p¨²blico, y la obra se cierra con un reinventado e inusual Dies irae y un genial, sorprendente y emotivo Dona nobis pacem. Hora y media larga de m¨²sica avasalladoramente original y abrumadoramente exigente que, una vez terminada, solo deja el deseo de volver a escucharla cuanto antes para poder comprenderla y degustarla mejor.
No fue una interpretaci¨®n perfecta, porque no puede serlo por definici¨®n el estreno de una obra de semejante complejidad y con m¨¢s de dos centenares y medio de cantantes e instrumentistas en el escenario. Fall¨®, por ejemplo, el bar¨ªtono solista, Thomas E. Bauer, falto de recursos e inaudible en momentos en que su parte era decisiva. Pero no lo hizo la soprano Marlis Petersen, que cant¨® con una entrega y una valent¨ªa encomiables su temible parte. Extraordinario el (innominado) ni?o solista y magn¨ªficos los tres coros, sobre todo el infantil, que protagoniza un momento c¨®mico inefable al comienzo del Dona nobis pacem, cantando una retah¨ªla de siglas y jerga inform¨¢tica, de la A a la Z, de Apple a Windows, de Facebook a snapshot, de HTML a proxy. Concert¨® todo con deslumbrante eficacia y seguridad Kent Nagano, el director de aquel inolvidable San Francisco de As¨ªs de Messiaen en Madrid en 1986.
Como siempre en Widmann, hay citas y homenajes a compositores que admira (Bach, Beethoven, Schumann, Brahms, Mahler, Ligeti¡) y se alternan sin pudor el lenguaje m¨¢s vanguardista con remedos de corales luteranos, Lieder rom¨¢nticos o ritmos de jazz. En su ARCHE todo parece tener cabida, todo suena irrenunciablemente personal y su sinceridad y capacidad de emocionar son tales que a su oratorio se le dir¨ªa aplicable aquello que escribi¨® Beethoven al comienzo de su Missa Solemnis: ¡°Salido del coraz¨®n; ojal¨¢ que vuelva al coraz¨®n¡±.
La primera orquesta extranjera invitada a tocar en la Elbphilharmonie ha sido la Sinf¨®nica de Chicago, ciudad hermanada con Hamburgo. Su titular, Riccardo Muti, ofreci¨® el s¨¢bado un programa para lucir las mil y una maravillas de su formaci¨®n y para someter a la ac¨²stica de la nueva sala al examen de idoneidad definitivo, superado con nota. Primero, la M¨²sica de concierto para cuerda y metal, de Hindemith (un gui?o a la ciudad anfitriona, en la que el compositor pronunci¨® en 1950 su famoso discurso sobre Bach) y En el Sur, de Elgar (un soplo de luz meridional en pleno septentri¨®n). Tras la pausa, Una noche en el Monte Pelado y Cuadros de una exposici¨®n, de M¨²sorgski, interpretadas por la orquesta con una perfecci¨®n y rotundidad casi sobrehumanas. El poder es, sin duda, patrimonio de la Sinf¨®nica de Chicago. La gloria, sin embargo, es y ser¨¢ para J?rg Widmann, un genio de nuestro tiempo.
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