La herida tranquila
Las fotograf¨ªas de Peter Hujar devuelven la vida en Barcelona a los protagonistas del 'underground' neoyorquino
La Fundaci¨®n Maphre ofrece una exposici¨®n de Peter Hujar (1934-1987), autor m¨¢s conocido por sus relaciones con otros artistas y escritores que como fot¨®grafo por derecho propio, aun cuando el oficio fue para ¨¦l m¨¢s que una obsesi¨®n: una forma de mirar el mundo. Concienzudo y enamorado de lo espec¨ªfico, jam¨¢s idealiz¨® un tema. Le interesaba la belleza, pero no la ideal, sino la que era fruto de un acuerdo entre lo que encontraba en las calles, en el campo y en las relaciones con sus amigos y amantes, y aquello que deseaba. Deseo e impulso daban como resultado la imagen de una sola pierna desnuda, el m¨¢rmol hecho carne en un cuerpo contorsionado, las efigies gemelas de dos vacas, un rascacielos, una casucha derrumbada.
Joel Smith, comisario de la retrospectiva y director del departamento de Fotograf¨ªa de la Morgan and Library & Museum de Nueva York, instituci¨®n que presta los fondos, apunta que Hujar sol¨ªa alimentar el misterio sobre su pasado. ¡°Ocultaba su infancia mediante el silencio y la distracci¨®n. Seg¨²n una versi¨®n que ¨¦l mismo utilizaba, era hijo de una corista de Hollywood. Si le presionaban, llegaba a admitir que era de Nueva Jersey y que se crio en una granja con sus abuelos, inmigrantes polacos¡±. Su padre, panadero y quiz¨¢s contrabandista, le abandon¨® antes de nacer. Su madre era camarera y viv¨ªa -y beb¨ªa- con un corredor de apuestas. Era larguirucho y ten¨ªa un humor cambiante. Su madre lo ve¨ªa como un ser ¡°horrible¡±, el perfecto modelo que hubiera atra¨ªdo el objetivo de Diane Arbus. Un d¨ªa, borracha, le tir¨® una botella de alcohol a la cabeza. Tras el incidente, el joven Peter se march¨® de casa. Deseaba afirmar el sentimiento de su propia individualidad y descubri¨® que s¨®lo la fotograf¨ªa le pod¨ªa conceder ese aura.
A los diecis¨¦is a?os se matricul¨® en la High School of Art & Design y consigui¨® una codiciada plaza en las clases magistrales de Richard Avedon. Empez¨® a frecuentar los ambientes alternativos y trash del East Village y muy pronto form¨® una nueva familia con sus amigos: William S. Borroughs, Andy Warhol, Fran Lebowitz, Robert Wilson, Vince Aletti, Paul Thek, David Wojnarowicz o Nan Goldin. Todos formaban parte de la arqueolog¨ªa social del Manhattan de los setenta y m¨¢s inequ¨ªvocamente de los a?os del SIDA. Hujar viv¨ªa una vida precaria que iba salvando con peque?os trabajos en revistas de moda y publicidad. Detestaba la econom¨ªa moral del mundo art¨ªstico neoyorquino y se quejaba de no tener m¨¢s reconocimiento que Robert Mapplethorpe, de quien envidiaba su ¡°notoriedad inmerecida¡±.
Nunca fue un h¨¢bil retratista ni busc¨® un estilo propio. Prefer¨ªa la tradici¨®n: retrataba a sus amantes como lo hubiera hecho Julia Margaret Cameron y escrutaba a los marineros de la calle Christopher como si fuera el ge¨®grafo John Thomson. Sus modelos naturales italianos parec¨ªan haberse detenido moment¨¢neamente para posar frente al ojo de August Sander; y en sus autorretratos, buscaba el espejo de Richard Avedon (le gustaba dejar a la vista los bordes negros para demostrar que ¨¦l mismo hab¨ªa impreso el negativo). Miraba Nueva York como William Klein; y sus educados retratos de travestidos y gemelos ten¨ªan el sesgo de Diane Arbus.
La fotograf¨ªa de Hujar es una herida tranquila, delicada, sin sangre, que se ahonda en la interpretaci¨®n de una existencia corrompida por las met¨¢foras de la enfermedad y contra lo que no pudo hacer nada su amiga, la ensayista y escritora Susan Sontag. En las salas de la Casa Garriga Nogu¨¦s, decenas de im¨¢genes en blanco y negro aparecen agrupadas por constelaciones, conversan unas con otras eludiendo los g¨¦neros (animal, retrato, pose de moda, ruina, paisaje) como su autor las habr¨ªa mostrado. Son un tributo a una mirada desconcertada que siempre busc¨® la levedad.
A la velocidad de la vida. Peter Hujar. Fundaci¨®n Maphre. Barcelona. Hasta el 30 de abril.
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