Kike Ferrari, escritor premiado de d¨ªa, limpiador de subte de noche
¡°El mejor momento de mi d¨ªa es cuando me siento a escribir¡±, dice el autor argentino
Son las once de la noche y la estaci¨®n Pasteur-Amia del subte de Buenos Aires acaba de cerrar sus puertas. Tres hombres vestidos de azul oscuro barren y tiran agua en andenes y accesos. El d¨ªa termin¨® en Buenos Aires salvo para unos pocos que comienzan a desandar una ciudad m¨¢gica. Kike Ferrari (Buenos Aires, 1972)? es uno de los tres empleados de limpia en esta estaci¨®n. Pero tambi¨¦n es un trabajador de la literatura que de tanto en tanto se calza otro uniforme, el de escritor galardonado.
¡°Sacando lo que vivo con mi familia, el mejor momento de mi d¨ªa es cuando me siento a escribir, es cuando me siento mas feliz. Una v¨¢lvula como la que todos tendr¨ªamos que tener para no enloquecer¡±, cuenta este hombre de 45 a?os, autor de cinco novelas y ganador de varios cert¨¢menes internacionales.
Todav¨ªa sin uniforme recibe a EL PA?S en el hall de la estaci¨®n cuando todav¨ªa circulan algunos pasajeros curiosos. Sus brazos est¨¢n llenos de tatuajes. All¨ª conviven en collage Munch, Marx y Bukowsky. Aunque ¨¦l se define como una ¡°suerte de Hemingway sudamericano¡±, no tanto por la imagen p¨²blica del estadounidense, sino por su esfuerzo. ¡°Trabaj¨¦ en una panader¨ªa, fui fletero, electricista, taxista, vend¨ª seguros, jubilaciones, celulares. A m¨ª no me gusta laburar pero lo vivo con absoluta naturalidad. Es lo que hay que hacer para vivir y estar¨ªa buen¨ªsimo que los trabajos tengan m¨¢s relaci¨®n con lo que a uno le interesa, o un valor social, porque a nadie le gusta levantar la basura. Hay que trabajar para vivir y yo trabajo de cualquier cosa, porque no me prepare mucho y porque la realidad de nuestro pa¨ªs es esa. El menemismo, para los que crecimos en los 90, nos transform¨® en una m¨¢quina todo terreno en la que no nos destacamos en nada pero podemos laburar de todo¡±, relata Ferrari.
Kike y su mujer vivieron cuatro a?os en Fort Lauderdale, Estados Unidos, donde trabaj¨® en un restaurante. La suerte que fue a buscar en plena crisis argentina le fue esquiva y volvi¨® deportado, aunque regres¨® con su primera novela ¡°Operaci¨®n Bukowski¡±, editada en Buenos Aires en 2004. Luego llegaron Lo que no fue (2010), galardonada con el premio literario Casa de las Am¨¦ricas, en 2009; el volumen de cuentos Entonces s¨®lo la noche (2008), tercer puesto del Premio del Fondo Nacional de las Artes de 2008; Postales rabiosas (2010) y Que de lejos parecen moscas (2011), elegida como la mejor ¨®pera prima en la Semana Negra de Gij¨®n y editada en Francia, M¨¦xico e Italia, adem¨¢s de Argentina.
Hoy Kike vive en el barrio de Almagro junto a su mujer Sol y sus tres hijos, Juana (9) Severino (4) y Matilda (2). De casa al trabajo, va en subte, junto a otros trabajadores. ¡°Hay temporadas de flujos y reflujos sobre todo en la relaci¨®n de los pasajeros con nosotros. En este momento que hay un gran avance del paradigma de la reacci¨®n y el odio a los derechos conquistados, no estamos llev¨¢ndonos bien. Hace algunos a?os, nuestras luchas eran tomadas como una reivindicaci¨®n. Ahora somos los hijos de puta que ganamos bien y trabajamos pocas horas¡±, afirma y analiza: ¡°Hay sectores que se reconocen trabajadores m¨¢s facilmente que otros. Cuanto m¨¢s brillante es la cadenita es mas dif¨ªcil reconocer la esclavitud. Aunque hay grupos que se pueden llamar de la aristocracia obrera que este a?o han estado a la cabeza de las luchas, como los bancarios. Entiendo que la gran tarea del momento es que todos entendamos que los trabajadores somos trabajadores¡±.
¡°El tel¨¦fono nos cag¨® un poco a los escritores pero tambi¨¦n hay mucha gente que lee por ese medio¡±, reconoce Kike, ¡°Se lee mucha basura como en todos lados pero yo veo buena literatura, mucha filosof¨ªa. El que se lee mucho es Nietzche y se lo lee bien, no desde lo nazi sino desde los que piensan que hay que romper el mundo a martillazos. Creo que hay cierta relaci¨®n entre la nostalgia porte?a y el nihilismo¡±, remata.
¡°Una vez, trabajando de d¨ªa, me cruc¨¦ con un pasajero ley¨¦ndome¡±, recuerda Kike, ¡°Me pas¨¦ todo el viaje mirando los gestos que hac¨ªa, las reacciones. De repente el tipo resopla y me entraron mil dudas: si resoplaba porque se aburri¨®, tiene calor o no le gust¨® algo que ley¨®. A partir de ese d¨ªa fue una experiencia que prefiero no hacer. Es mejor que haya una distancia higi¨¦nica¡±.
La escoba en la mano del hombre es se?al de que tiene que regresar al trabajo. Es hora de abrir los grifos y trapear los pisos por los que transit¨® una multitud. ¡°Lo que m¨¢s me llama la atenci¨®n es la sensaci¨®n de escenario desmontado. Cuando yo entro es como una fiesta que termin¨®. En Argentina, el ¨²nico lugar donde hay subte es la capital, entonces, el subte es puro y duro adoqu¨ªn de Buenos Aires. Es ac¨¢ pero al mismo tiempo no es ac¨¢, porque estamos cinco metros m¨¢s abajo. Hay un di¨¢logo diferido con la ciudad en el que podes saber el humor del d¨ªa, la temperatura que hizo, si hay o no elecciones. Es como si el mill¨®n de porte?os que pasa por ac¨¢ nos dejara mensajes para que nosotros sepamos que pas¨®¡±, imagina Kike, escritor de d¨ªa, limpiador de noche.
Babelia
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