Londres con ¡®Brexit¡¯ y Auster
Paul Auster acaba de escribir una enorme novela realista, a pesar de un final sorprendente
1. Populismo
Ni siquiera Londres es lo que era. La ciudad a la que tanto me gustaba escapar una vez al a?o para respirar aire nuevo se me antoja hoy bastante irrespirable. El Brexit funciona, y c¨®mo. Una ola de contagioso jingo¨ªsmo verbal inunda la prensa ultranacionalista, que es, con mucho, la de mayor circulaci¨®n. La inauguration de Trump, con su discurso amenazante y proteccionista (en un momento en el que hasta Xi Jinping est¨¢ por la globalizaci¨®n), le ha dado a¨²n m¨¢s alas: ¡°Trump es lo mejor que le ha pasado a Gran Breta?a desde la entrada de EE?UU en la Segunda Guerra Mundial¡±, titulaba exultante el Daily Mail, que ya era populista antes de que naciera el cuarto vizconde Rothermere, su actual propietario. Los medios de la derecha, fascinados por el Gobierno de millonarios de Theresa May (cuyas fortunas, en todo caso, son filfa si las comparamos con las de los miembros del Gabinete de Trump), editorializan sobre la necesidad de recapturar a toda costa la dorada era Thatcher-Reagan, cuando Reino Unido, tras el hundimiento del crucero argentino Belgrano (¡°Gotcha¡± ¡ªm¨¢s o menos, ¡°le dimos¡±¡ª, fue el c¨¦lebre titular de The Sun), lleg¨® a creerse que a¨²n pose¨ªa un imperio. El triunfalismo antieuropeo se palpa en bastantes lugares: en un pub muy working class del norte de la ciudad, por ejemplo, me pareci¨® que algunos parroquianos pon¨ªan carita de asco, como si hubieran olido a rat¨®n muerto, cuando nos escucharon hablar en espa?ol. En la antigua ciudad-refugio de disidentes (incluidos Verlaine, Rimbaud, Blanco White o Cernuda), muchos piensan ahora que, arrim¨¢ndose a la mesa de la gran Am¨¦rica (again) que propugna el nuevo emperador, les caer¨¢n algunas migas del futuro banquete. Que se j***n los europeos con su j****a burocracia y sus pringosos emigrantes. Pensando en los partidarios del Brexit me viene a la cabeza la tremenda caracterizaci¨®n del ¡°esp¨ªritu anglosaj¨®n¡± que, a prop¨®sito del m¨¢s c¨¦lebre n¨¢ufrago de la historia de la literatura, nos dej¨® James Joyce en su precioso pr¨®logo a Robinson Crusoe: ¡°La viril independencia, la inconsciente crueldad, la persistencia, la lenta pero eficiente independencia, la apat¨ªa sexual, la pr¨¢ctica y equilibrada religiosidad, la taciturnidad calculada¡±. En todo caso, tambi¨¦n aqu¨ª se percibe (y no solo en las manifestaciones anti-Trump) algo del mismo zeitgeist de protesta que se viene respirando en otras capitales del mundo. Aunque a veces sea d¨¢ndole la vuelta y convirti¨¦ndolo en farsa. Ese es el (sin)sentido, por ejemplo, de la exposici¨®n (en el Victoria & Albert hasta finales de febrero) You Say You Want A Revolution?, un gigantesco patchwork cutre y oportunista de heter¨®clitos objetos (la mayor¨ªa de dos dimensiones) que pretende evocar acr¨ªticamente los a?os 1966-1970, que, seg¨²n sus comisarios, cambiaron el mundo. Uno recorre la exposici¨®n m¨¢s visitada del momento (mucho m¨¢s que la excelente retrospectiva de Rauschenberg en la Tate Modern, hasta el 2 de abril: no se la pierdan) con la sensaci¨®n de que le est¨¢n vendiendo una burra coja y pringada de nostalgia (eso s¨ª: con buena m¨²sica enlatada). Y, en efecto, la exposici¨®n acaba en una enorme exhibition shop en la que pueden adquirirse ¡°recuerdos¡± de aquellos a?os. Si no quieren sentirse defraudados, no se les ocurra pagar las 16 libras de la entrada. De nada.
2. Auster
Total que a la postre lo mejor que me pas¨® en Londres es que mi topo (sin g¨¦nero) en Faber & Faber me pas¨® un ejemplar de las ¨²ltimas pruebas de 4321, la ¨²ltima novela de Paul Auster, que se pondr¨¢ a la venta en Reino Unido (Faber) y en Estados Unidos (Henry Holt) el 31 de enero, para hacerla coincidir con el septuag¨¦simo cumplea?os de su autor. Desde entonces me he venido produciendo como una especie de zombi, sumergido en la lectura del inc¨®modo cent¨®n de casi 900 p¨¢ginas. Jorge Herralde, que ha sido hasta hace muy poco su editor en espa?ol, sabe que mi opini¨®n sobre Auster ha ido variando desde el feroz entusiasmo que me provocaron sus novelas ¡°posmodernas¡± (obras maestras, como El palacio de la luna, La m¨²sica del azar y, sobre todo, Leviat¨¢n) al relativo enfriamiento ¡ªe incluso disgusto¡ª que me produjeron algunas de sus novelas posteriores (como Mr. V¨¦rtigo o Tombuct¨²), hasta renovar (pero m¨¢s tibiamente: yo tambi¨¦n he crecido) mi primitivo entusiasmo con algunas publicadas en la d¨¦cada pasada, como El libro de las ilusiones, Brooklyn Follies o Sunset Park. La nueva novela, que hace el n¨²mero 17 de las del maestro americano, me tiene otra vez fascinado. Quiz¨¢s porque, sin faltar ninguno de sus temas ¡ªincluidos los autobiogr¨¢ficos¡ª, Auster ha escrito una enorme novela realista (a pesar, entre otras cosas, de un final sorprendente, incluso para est¨¢ndares austerianos) en la que se cuenta la historia de cuatro Archies Ferguson que, siendo distintos, son siempre otros tantos avatares del mismo personaje. Como ocurre a menudo a los protagonistas del autor, el azar, la necesidad, las coincidencias y las circunstancias dise?an esas cuatro (una m¨¢s corta que otras) vidas posibles. Auster ha desarrollado adem¨¢s su ya antigua querencia por el fraseo largo, pre?ado de reflexiones e ideas, pero tambi¨¦n de humor e iron¨ªa. Reconozco que me lanc¨¦ sobre el libro inmediatamente, sobre todo si tenemos en cuenta que habr¨¢ que esperar hasta septiembre para leer la traducci¨®n espa?ola (del muy fiable Benito G¨®mez) que publicar¨¢ Seix Barral. Otro de mis topos (tambi¨¦n sin g¨¦nero) me ha revelado que la editorial de mi adorada Elena Ram¨ªrez habr¨ªa pagado por los derechos una cantidad ¡°en el segmento medio de las seis cifras¡±. Una pasta gansa, aunque no tanta si tenemos en cuenta que Auster ¡ªuno de esos privilegiados autores muy literarios que, como Javier Mar¨ªas, han sabido conectar con un lectorado mainstream¡ª tambi¨¦n se vende muy bien en Am¨¦rica Latina. Pues suerte y que cumplas muchos m¨¢s, Paul.
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