Ausencia
As¨ª se titula uno de los cuentos del libro nuevo de Soledad Pu¨¦rtolas, en el que un maestro pide una interpretaci¨®n de un cuadro del Greco
Un profesor de historia del arte de ense?anza media hoy en Espa?a, no se sabe en qu¨¦ grado de desesperaci¨®n, les propone a sus alumnos comentar un cuadro de El Greco, La oraci¨®n en el huerto (ca.1600-1607), pero no para que expongan todas las banalidades anecd¨®ticas que acopia la erudici¨®n, sino para que lo interpreten seg¨²n lo que a su mag¨ªn tal imagen les inspira, y les da un par de horas para que estrujen su cerebro, cual si fueran los actualizados autores de la misma. Mientras la desconcertada prole se afana en esa tarea imposible, el maestro cae en un estado de duermevela, en el que una joven le ofrece un frutero con deliciosas variedades, y se asombra cuando ¨¦sta, no sabiendo ¨¦l cu¨¢l elegir, le dice que son todas para su disfrute. Al principio el profesor no cae en la cuenta del sentido de la enso?aci¨®n, pero, justo al leer, aburrido, el ¨²ltimo de los ejercicios, descubre uno en el que el autor se plantea lo que no se ve entre lo representado por el pintor, como por ejemplo, la espalda del atribulado Cristo, la expresi¨®n del ?ngel que le ofrece la copa o, en fin, tras enumerar otros detalles de semejante jaez, el color del l¨ªquido que contiene el c¨¢liz, concluyendo que lo que se ense?orea por todo el cuadro es la ausencia de Dios.
Esta maravillosa historia forma parte de la ¨²ltima antolog¨ªa de cuentos, titulada Chicos y Chicas (Anagrama), de la escritora Soledad Pu¨¦rtolas (Zaragoza, 1947), que domina este dif¨ªcil g¨¦nero literario con una rara y emocionante perfecci¨®n. Y el cuento en cuesti¨®n se titula, como no pod¨ªa ser menos, Ausencia, t¨¦rmino etimol¨®gicamente procedente del verbo latino absum-abesse, que significa estar lejos, pero que usamos en castellano para indicar precisamente la carencia de una presencia necesaria, como la de lo divino, pues lo suyo de ¨¦sta es el esconderse. As¨ª, como quien dice, de un plumazo, como le corresponde hacerlo a un relato comprimido, de estirpe po¨¦tica, como un cuento, Soledad Pu¨¦rtolas no s¨®lo nos describe el sagrado misterio del arte, que busca representar las vueltas ocultas de lo real, tal y como genialmente percibi¨® el avispado alumnos respondiendo al desaf¨ªo de su atribulado profesor, sino que tambi¨¦n, en general, el grano de sal que da sabor a nuestra menesterosa vida, cuyo sentido se nos escapa siempre en su agazapado reverso.
El cendal urdido por Pu¨¦rtolas, que arropa todas las historias cotidianas de los chicos y las chicas actuales, est¨¢ cosido al pespunte de la fragilidad de nuestra existencia mortal, en la que nos afanamos por anudar todos los cabos sueltos de la vida hasta que ¨¦sta se vuelve asfixiante y nos rompemos por los cuatro costados. De esta manera, ausentes de nosotros mismos, llega el momento en que nos sobreviene el latido de nuestra propia ausencia y se revierte nuestro mundo de forma tragic¨®mica, dej¨¢ndonos perplejos. Rechazamos entonces beber el c¨¢liz del amargo calvario de nuestra soledad, lo que no resuelve nada, porque es imposible evitar la muerte, rehuyendo vivir. Esta es la apor¨ªa existencial, que relata como un romance de ausencias, Soledad Pu¨¦rtolas.
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