Hab¨ªa una vez un circo
El paternalismo de Madrid se adhiere a otras ciudades espa?olas en la prohibici¨®n de animales
El progreso o el retroceso, no est¨¢ claro, ha predispuesto una epidemia de oficios de riesgo, profesiones extinguidas o en v¨ªas de extinci¨®n. Torero en Catalu?a. Maratoniano en Perejil. Tesorero en el PP. Periodista en Siria. Comadrona en Babia. Y domador de fieras en un circo.
Acaba de "proscribirlos" el Ayuntamiento de Madrid, como ya sucedi¨® en Barcelona, en M¨¢laga, en Lleida, en C¨¢diz. Y no s¨®lo por el paternalismo prohibicionista de Manuela Carmena, sino con la aquiescencia de Ciudadanos en la deificaci¨®n de Walt Disney, redundando en el escarmiento planetario que supuso el pasado mes de diciembre la clausura del circo Ringling y Barnum.
La marca suprema del entertainment circense se vio constre?ida a capitular, un siglo despu¨¦s de haberse hermanado ambas franquicias. Y de haberse comprometido a proporcionar a los espectadores "el mayor espect¨¢culo del mundo".
La disoluci¨®n del ciclo estadounidense proviene de muchas razones, que si los h¨¢bitos culturales, que si Internet, que si las alternativas de ocio, que si la competencia ubicua de Donald Trump vomitando fuego, pero una de las m¨¢s evidentes consiste en haber suprimido el n¨²mero de los elefantes y de las otras bestias. Por las presiones de los movimientos animalistas.
Les parec¨ªa vejatorio, como ocurre en el consistorio madrile?o, emplearlos en espect¨¢culos circenses. Un anacronismo, objetaban. Un maltrato intolerable a los paquidermos. Y a otros animales, pues se van extinguiendo los circos, desprovistos de su su fiereza. O se tratan de reciclar sin la proeza de un domador metiendo su cabeza entre las fauces de un tigre. O sin la acrobacia de unos leones atravesando anillos de fuego.
El circo sin circo no es el circo, m¨¢s all¨¢ de que haya circos, como el del Sol, que se han reinventado en la poes¨ªa y el teatro, del mismo modo que las corridas de toros no ser¨¢n corridas de toros si desaparece la sangre y la muerte. Porque es la sangre y la muerte su raz¨®n de ser, en cuanto contraste de la creatividad. Eros y T¨¢natos, para entendernos.
Se hacen nuestras sociedades as¨¦pticas. Inodoras, incoloras e ins¨ªpidas. E hip¨®critas, pues esta concepci¨®n franciscana hacia el hermano elefante y la hermana tigresa no contradice que los animales se hacinen y sacrifiquen industrialmente. M¨¢s que nunca, pero m¨¢s lejos que nunca tambi¨¦n del ¨¢ngulo visual del ciudadano ejemplar.
Cada vez queda menos para que se suprima la eucarist¨ªa de la misa. Y para que el hombre termine m¨¢s domesticado que un elefante del circo Ringling, suprimiendo de la memoria y de la conciencia aquella canci¨®n, aquella careta musical, que familiariz¨® a tantos ni?os espa?oles con el pan, el circo ¡ªpanem et circenses¡ª y el chocolate: "Hab¨ªa una vez un circo" no era un himno infantil, sino una premonici¨®n, un presagio, un epitafio preventivo a la gloria de aquel domador que susurraba a los leones.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.