?rase una vez un circo sin elefantes
El cierre del circo Ringling refleja un cambio en nuestra relaci¨®n con los animales
En 1931, Tod Browning dirigi¨® una de las pel¨ªculas m¨¢s extra?as y pertubadoras de la historia del cine: Freaks, la parada de los monstruos. El filme, un mediometraje rodado con actores no profesionales, mostraba a una serie de personajes deformes, que formaban parte de la troupe de un circo. M¨¢s all¨¢ de la moraleja del filme ¡ªal final los aut¨¦nticos monstruos son los seres normales del circo, la trapecista y el forzudo, que se comportan de forma malvada y espeluznante, mientras que los freaks son nobles y solidarios¡ª, un espect¨¢culo como el que describe Browning en su obra maestra es sencillamente implanteable en la actualidad. Los tiempos cambian, las sensibilidades evolucionan y lo que durante d¨¦cadas era tolerable se convierte en intolerable: lo que era normal en un cuadro de Vel¨¢zquez, ahora es imposible. Afortunadamente.
En mayo de a?o pasado, el circo Ringling Bros. and Barnum & Bailey, uno de los m¨¢s antiguos del mundo, dej¨® de utilizar animales en sus espect¨¢culos, sobre todo elefantes. La semana pasada sus responsables informaron de que el pr¨®ximo 4 de mayo se acabar¨¢n sus representaciones porque ya no son rentables. Los elefantes amaestrados eran uno de los puntos fuertes del circo pero son incompatibles con los nuevos conocimientos sobre este gigantesco mam¨ªfero. Adem¨¢s, sus poblaciones en libertad se encuentran en un creciente peligro por el tr¨¢fico de marfil. La nueva sensibilidad hacia los otros animales con los que compartimos el planeta, pero tambi¨¦n los progresos cient¨ªficos en la percepci¨®n de su inteligencia a trav¨¦s del trabajo de investigadores como Carl Safina o Frans de Waal, han sido uno de los grandes avances del siglo XXI y es algo a lo que no se puede dar la espalda.
El circo es un espect¨¢culo que forma parte de nuestros sue?os ¡ªtambi¨¦n de nuestras pesadillas¡ª, de nuestra est¨¦tica y hasta de nuestro lenguaje. Este cierre no es una buena noticia, no s¨®lo por la p¨¦rdida de puestos de trabajo, sino por todo lo que significa la desaparici¨®n de un espect¨¢culo que ten¨ªa m¨¢s de un siglo de historia: el circo anunciaba su entrada en Nueva York con un desfile de elefantes que lleg¨® a cruzar el puente de Brooklyn poco despu¨¦s de su inauguraci¨®n. Se me ocurren pocas im¨¢genes m¨¢s impresionantes.
Sin embargo, su desaparici¨®n es inevitable. Al igual que tarde o temprano ocurrir¨¢ con los espect¨¢culos con orcas o con delfines que ofrecen zool¨®gicos y acuarios de medio mundo. Son animales demasiado inteligentes para pasar su existencia en cautividad y para servir de entretenimiento. Cabr¨ªa preguntarse si las corridas de toros correr¨¢n la misma suerte en un plazo m¨¢s o menos corto (aunque es un problema totalmente diferente por el arraigo en la historia y la cultura de Espa?a, un parte de Am¨¦rica y el sur de Francia). Los tiempos est¨¢n cambiando, como canta el ¨²ltimo Premio Nobel de Literatura. El circo necesita un futuro, porque su desaparici¨®n ser¨ªa una tragedia cultural, pero sin desfiles de elefantes, ni leones amaestrados.
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