¡°V¨¢zquez Montalb¨¢n le quit¨® a la burgues¨ªa el f¨²tbol y la comida. Lo mene¨® todo desde la izquierda¡±
Zan¨®n, Luj¨¢n y Ravelo rinden homenaje en BCNegra al gran padre del g¨¦nero en Espa?a
BCNegra 2017.? Un d¨ªa gris pero sin la niebla que empapa las viejas geometr¨ªas de las casonas que limitan Vich y que aparecen al inicio de la La soledad del m¨¢nager (Planeta) . Auditorio del Conservatorio del Liceo. Varios cientos de personas observan c¨®mo tres escritores, los tres ¨²ltimos premios Dashiell Hammett de novela negra en Gij¨®n, se arrodillan ante el maestro Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n. La excusa que re¨²ne a Marcelo Luj¨¢n, Carlos Zan¨®n y Alexis Ravelo bajo la direcci¨®n de Carlos Bassas, es tan buena como cualquier otra: se cumplen 40 a?os de la publicaci¨®n de La soledad del m¨¢nager, tercera aventura de Pepe Carvalho (si contamos con la extra?a Yo mat¨¦ a Kennedy), un libro fundacional, parte esencial de la obra de V¨¢zquez Montalb¨¢n, el intelectual, el poeta que fund¨® el g¨¦nero negro en Espa?a.
¡°?l da carta de ciudadan¨ªa a un g¨¦nero que todo el mundo ve¨ªa de quiosco. Es quien lo intelectualiza, quien le da altura y lo utiliza como veh¨ªculo para hacer un retrato serio de este pa¨ªs y cumplir con la misi¨®n que antes cumpl¨ªa el periodismo: llamar hijo de puta al hijo de puta¡±, ataca Ravelo, siempre sonriente y a la gresca.
?l da carta de ciudadan¨ªa a un g¨¦nero que todo el mundo ve¨ªa de quiosco. Es quien lo intelecutaliza, quien le da altura y lo utiliza como veh¨ªculo para hacer un retrato serio de este pa¨ªs" Alexis Ravelo
La respuesta llega de parte de Zan¨®n, protagonista en varios momentos de la tarde por ser el escritor que ha aceptado el encargo ¨Csuicida para algunos, necesario e interesante para otros¨C de prolongar la vida de Carvalho. ¡°Ven¨ªamos de una literatura masturbatoria que solo era buena si se hab¨ªa costado mucho y se entend¨ªa mal. Y lo mismo que pas¨® en la m¨²sica. Se busc¨® algo directo, no muy sofiscticado quiz¨¢s, pero que cumpl¨ªa con una premisa: te entreten¨ªa, que parece que eso es un pecado¡±.
Luj¨¢n saca al marxista Antonio Gramsci a paseo para explicar el firme compromiso del intelectual del autor antes de resumir: ¡°Levanta el g¨¦nero porque era muy bueno y si hubiera escrito novela hist¨®rica lo habr¨ªa hecho igual. Hay finales de p¨¢rrafos que eran tan buenos... Es un poeta y eso no se lo puedes quitar¡±.
El Carvalho que hay en cada uno
Son libros contra los abusones. A Carvalho le pegan mucho m¨¢s de lo que pega ¨¦l. Montalb¨¢n da rango a la copla mientras en Boccacio escuchaban jazz experimental Carlos Zan¨®n
La pasi¨®n a veces desarma y los tres han perdido en alg¨²n momento su estatus de escritor para convertirse en puros lectores, en fans entregados. Cada uno se lleva una manera distinta de ver a Carvalho, de ver a V¨¢zquez Montalb¨¢n, a veces confundidos el uno con el otro. Zan¨®n, el padre de la futura criatura, lo tiene muy claro. Habla el fan: ¡°Son libros contra los abusones. A Carvalho le pegan mucho m¨¢s de lo que pega ¨¦l. Montalb¨¢n da rango a la copla mientras en Boccacio escuchaban jazz experimental y le quita a la burgues¨ªa el f¨²tbol y la comida. Lo mene¨® todo desde la izquierda. Es un personaje vencido de una ciudad vencida porque en Barcelona, menos las ligas, hemos perdido todas las guerras que hemos empezado¡±. A?ade el autor: ¡°Nos ense?¨® a no limitarnos a transcribir ni a redactar, sino combinar las bazas de la literatura. No deja ni un recurso de la l¨ªrica sin usar. Sin su poes¨ªa estar¨ªamos hablando de otro escritor. ¡±.
Ravelo, tan t¨¦cnico cuando se pone, tan ir¨®nico siempre, da dos pinceladas. Primero, la literaria: ¡°Nos ense?¨® que no necesitas veinte giros para que una novela funcione. Mezcla iron¨ªa, pesimismo l¨²cido y compasi¨®n. Son novelas para leerlas r¨¢pido y pensarlas despacio¡±. Ahora, la (casi) sarc¨¢stica: ¡°Nos hizo una peque?a faena porque ahora no paro de leer novelas con p¨¢ginas y p¨¢ginas con recetas escritas por t¨ªos que no cocinan. Y eso que hac¨ªa ¨¦l no se le da bien a todo el mundo. Para muchos fue una losa que tuvimos que aprender a quitarnos de encima¡±.
Buenos Aires, Las Palmas, Barcelona. Geograf¨ªas y biograf¨ªas tan dispares provocan formas extraordinariamente distintas de acercarse al mito. Por orden:
- Luj¨¢n: ¡°Cuando era adolescente un amigo mayor que le¨ªa mucho policial me dijo: ¡°Tienes que leer a Carvalho¡± y fui como un tonto al librero a pedirle libros del autor Pepe Carvalho. Se ri¨® y me dio Tatuaje. Al principio no entend¨ªa juegos de palabras y bromas que he empezado a comprender tras 17 a?os en Espa?a¡±.
Yo leo buscando verosimilitud. Y Carvalho lo es. Es muy machista, pero resulta veros¨ªmil Marcelo Luj¨¢n
- Ravelo: ¡° El primer encuentro fue televisivo. Lo descubr¨ª por la serie que hizo Eusebio Poncela, lo cual dice mucho sobre el poder de difusi¨®n cultural de la tele si se hace bien. Le¨ª Tatuaje y luego pill¨¦ las dem¨¢s. No las le¨ªa cuando sal¨ªan, las le¨ªa despu¨¦s en bolsillo, que eran m¨¢s baratas¡±.
- Zan¨®n: ¡°Eran novelas que no parec¨ªan gustarles a tus padres, de las que cambi¨¢bamos en el instituto. No fui un lector muy riguroso, iba saltando, como completando un ¨¢lbum de cromos¡±.
Si hay algo que chirr¨ªa en las novelas de Carvalho cuando no se leen con la perspectiva adecuada, y le pasa a Chandler y a otros, es el escaso protagonismo de las mujeres. Luj¨¢n aclara: ¡°Yo leo buscando verosimilitud. Y Carvalho lo es. Es muy machista, pero resulta veros¨ªmil. Echo de menos el papel de la mujer m¨¢s relevante, un rol m¨¢s protag¨®nico. Es una contradicci¨®n que el lector moderno tiene con libros que envejecen bien¡±.
V¨¢zquez Montalb¨¢n ten¨ªa una capacidad para saber en tiempo r¨¦cord qu¨¦ temas iban a trascender. Y eso es puro olfato de periodista, coinciden. Pero por encima de todo, era un poeta metido a la faena de lo negrocriminal. ¡°Nunca m¨¢s te dejar¨¦ en tu rinc¨®n de madera. Viajar¨¢s conmigo hasta mi muerte. Rota rosa de abril ensimismada¡±, lee, ante un auditorio sobrecogido, Luj¨¢n. Es la poes¨ªa del maestro. Larga vida a Carvalho, larga vida a V¨¢zquez Montalb¨¢n.
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