Discutible Talese
El italoamericano bordea los l¨ªmites del periodismo en 'El motel del voyeur', libro sobre un hostelero que grababa a sus clientes manteniendo relaciones sexuales
Si ¡°Un bel final tutta una vita onora¡±, ?qu¨¦ le hace un discutible final a la ejecutoria, hasta ahora impecable, de uno de los grandes nombres del periodismo mundial, que a sus 85 a?os no puede estar sino en la ¨²ltima etapa de su carrera? Gay Talese (1932) es ese profesional. El periodista italoame?ricano que fue uno de los creadores, en los a?os sesenta en los que reporteaba para The New York Times y The New Yorker, del llamado nuevo periodismo, aquel en el que el autor se identificaba y era una presencia activa ante el lector, que fabricaba lo que tambi¨¦n hoy se llama periodismo narrativo, tan frecuentemente literario que pod¨ªa bordear los l¨ªmites de la ficci¨®n, ha publicado un libro-reportaje en el que lo que bordea son los l¨ªmites mismos del trabajo period¨ªstico. El motel del voyeur es uno de esos ejemplares, pero con caracter¨ªsticas muy particulares. M¨¢s que una obra directamente salida de la pluma de Talese, es un diario con comentarios del periodista, obra de un tal Gerald Foos, propietario de un motel en el que se dedicaba, a trav¨¦s de unos conductos secretos especialmente fabricados para ello, a espiar el comportamiento sexual de sus hu¨¦spedes y que afirma que hasta presenci¨® un grav¨ªsimo delito, del que no dio parte a las autoridades.
El tal Foos es un enfermo, un tipo de una mente retorcida, que ha vivido para la contemplaci¨®n del porno en directo, pero que se hab¨ªa autoconvencido de que era un cient¨ªfico social, un investigador de la conducta humana, mucho m¨¢s aut¨¦ntico que los que compilaron el famoso Informe Kinsey sobre la sexualidad de los norteamericanos, porque los cobayas de estos ¨²ltimos sab¨ªan que los estaban observando, mientras que sus experiencias estaban tomadas del natural, con el desconocimiento de los protagonistas, y con ello acreedores de una autenticidad sin m¨¢cula. Pero no acaba ah¨ª la cosa, puesto que el periodista, para cerciorarse de que no le daban gato por liebre, hab¨ªa visitado los pasadizos desde los que se violaba de la manera m¨¢s invasiva la intimidad del pr¨®jimo, y hab¨ªa incluso asistido a alguna de las escenas de ludibrio que el libro rese?a.
La conducta de Foos, no s¨¦ si en EE?UU, es potencialmente sancionable, aunque no reportar un grave delito tiene que serlo, resulta repetidamente inmoral, aparte de que tiene dudoso inter¨¦s para todo aquel que no sienta un morbo parecido al del diarista. Y a mayor abundamiento, aunque no se dan nombres de los espiados, aparecen suficientemente caracterizados como para que puedan ser identificados por familiares y c¨ªrcu?lo pr¨®ximo, una vez que ha aparecido el libro. Ocurre que sin que haya que recurrir a la advocaci¨®n de lo pol¨ªticamente correcto, el periodismo, nuevo, viejo o paleol¨ªtico, no es eso. El periodista obtiene su material sin presentarse como lo que no es y menos a¨²n sin que lo sepan los interesados, am¨¦n de que no todo es reporteable, y hay que rechazar las oportunidades de ocasionar perjuicio a terceros as¨ª como poner en conocimiento de quien corresponda todo comportamiento que pudiera ser sancionable. Talese ha sido un gran innovador del periodismo, aunque no todos compremos la idea del autor casi tanto actor como narrador, y su obra sigue siendo, al decir de colegas y multitudes, muy grande. Lo que est¨¢, est¨¢, pero el probable colof¨®n no honra al que lo firma. ?Error, exceso de confianza? El propio periodista se interroga en alg¨²n momento sobre la legitimidad de lo que est¨¢ haciendo sin que parezca que llegue a ninguna conclusi¨®n. Y no se ve forma de que esta sea positiva.
El motel del voyeur. Gay Talese. Traducci¨®n de Dami¨¤ Alou. Alfaguara, 2017. 234 p¨¢ginas. 19,90 euros
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